viernes, 23 de octubre de 2015

La amante de Lawrence

Una obra de Beatriz Matar




Escribe:
Alejandro Miroli


Estrenada en Madrid en 1998 y en la Argentina en el 2004, ésta es la segunda puesta de la obra de Beatriz Matar en nuestro ámbito teatral.  Una obra sobre el amor y el desencuentro, y simultáneamente sobre el extraño que viene a cambiar el orden de las cosas que se daba como el único posible.
La amante de Lawrence puede interpretarse como una historia de amor –el descubrimiento de la propia sexualidad y la propia potencia emocional encerrada de una mujer– o –en la línea de El Matadero, El Inglés de los huesos y Shane (USA, 1953, George Stevens), entre tantas otras historias– como una historia de develamiento en la que una pareja descubre que la vida que tenían era irreal, inauténtica, nula. Un extraño aparece y cambia en forma definitiva la situación anterior –en el caso de La amante de Lawrence será un escritor que está pasando unos días en un casco de estancia, a cargo del capataz y de su esposa.  

Y allí, donde Andrés está viviendo tal vez su despedida de la vida por una infección generalizada, descubre la sensualidad de la reservada y remisa Laura, cuyo marido, un hombre simple, acostumbrado a una moral de trabajo sumisa y a una visión machista de la vida y las relaciones, la desprecia en cada intento en que ella quiere eso. En Andrés, Laura encuentra el despertar, tanto a su sexualidad reprimida como a su emoción y su expresión literaria.
Sí la primera interpretación es la más fácil –y abonada por el texto de D. H. Lawrence que acompaña la tarjeta-programa (“El amor puede tener muchas formas, muchísimas formas. Tiene que tener muchísimas formas. De lo contrario, es tiranía, muerte, nada más.”)–, la segunda interpretación también parece inevitable. Porque ese proceso de descubrimiento del vacío y la ficción afecta a la pareja que llevan casi por inercia Laura y Ramón. Y ello porque –como el final de la obra parece anunciar– el paso de Andrés no sólo afecta a Laura, sino a su marido quien comprende que esa mujer es una extraña, que no tiene mucho que ver con aquella que él mandoneaba. 


Ramón el personaje más interesante, quien si hubiera sido encarado en una visión tópica, hubiera realizado su desprecio por Laura con una golpiza o una violación o algo semejante, pero al contrario, y esta es la mayor fortaleza de la obra, lo que va viendo es que Laura se va alejando y que nada de su esquema de vida, nada de su visión de las mujeres y del sexo, puede retenerla. En ese sentido, la autora elige la opción de más riesgo: explorar los sentimientos de un machista y alcohólico sin caricaturizarlo, sin reducirlo a una forma predecible. Y ello va acompañado por la actuación de Jorge Booth, quien pone en su personaje la violencia contenida. El resto del elenco, presenta una cierta inclinación a conversar, sin que se pueda notar la compleja situación emocional que presentan Laura y Andrés.
El vestuario acompaña las jornadas en que la obra transcurre, la escenografía divide el espacio en varios recintos con la iluminación y el fuera de escenario como recurso.



Ficha técnico artística:
Elenco por orden de aparición: Alejandro Velasco ( ANDRÉS), Verónica Alvarenga ( LAURA) y Jorge Booth (RAMÓN) Ambientación y vestuario: Constanza Gentile Diseño de Luces: Oscar Gamundi Selección musical: Diego Videla Gutiérrez – Luis Salado Fotografía y Diseño: Pablo Rodríguez Pandolfi Prensa: Laura Castillo Asistencia de Dirección: Valentina Massei – Pablo Rodríguez Pandolfi Dirección General: Luis Salado



Teatro Boedo XXI – Boedo 853
Ciudad Autónoma de Buenos Aires


teat

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