esplendor,
opera prima del artista Diego Fleischer
Escribe:
Héctor Alvarez Castillo
“Lloro como un hombre
y pacto con lo femenino para
buscar en la piedad un orden.”
Líneas del poema Literatura.
Denominar a este poemario opera prima de un artista
joven, pero con una consagrada trayectoria en el ámbito del cine es, por lo
menos, doblemente falso; Diego Fleischer hace tiempo que pasó por esa instancia
y, además, este libro –en el que reúne
su poesía– es más tres obras que una, con el gesto disruptivo de
que lo primero que leemos es lo último que ha sido escrito, y la parte final de
las tres es el registro más antiguo de esta voz poética. Señalo aquí que es
natural que en la obra de un poeta –nota tal vez más elocuente en estos especímenes de las letras– sus iniciales poemas y publicaciones tengan un tono
más íntimo y fresco a diferencia de las creaciones posteriores en las que se
aprecia una mayor elaboración al tiempo que cierto gesto de ocultamiento de aquello
que anteriormente estaba en la superficie. Diego Fleischer es un artista que
recién comienza el tránsito, como diría Dante, por la mitad del camino de su
vida, por eso en estas tres partes nos encontramos con ese inicio y ese pasaje
a formas más elaboradas, y, por la suerte de la organización de esplendor,
nos encontramos con los que fue ese hacer con un juego de poemarios invertidos.
Añado que en los años de madurez, de una lenta y larga madurez, los poetas nos
ofrecen un regreso a las iniciales expresiones, plenas de lirismo y candor,
pero ahora presas de la maestría y la profundidad que otorgan los años de
trabajo, la habilidad, la destreza, y también la sabiduría, porque no decirlo,
que ronda la vejez.
Esta colección que reúne tres décadas de escritura es
de alguna manera una autobiografía poético-existencial,
¡Qué difícil es aceptar que
tus piernas son tuyas
y que se mueven según tu
camino
y que yo, literatura, me
interpongo
en tu pasaje para que me
encuentres!
¡Para que me ames y me
despiertes!
en ella se pueden hallar huellas de las lecturas de
Fleischer que van de Girondo a Borges, pasando por autores ingleses y alemanes,
entre otras influencias. En “Semidioses. Semidiablos”, escribe: “Me
casé. Me he casado con un verso./ Dicen que los escritores estamos sedientos./
Sedentarios. Sedimentos.”
Y en este derrotero humano el amor es lo que moviliza
y da sentido: “Es indispensable el amor para/ que la fruta humana fermente/
y se haga vino,/ para que uno brinde a otro/ lo que el dinero no protege.”
(De “Alejo”.) Sentimiento que no da tregua, como el poeta ilustra en “Guerra”:
“El pasado del futuro/ me abusa/ y desparrama tus ojos/ contra mis labios
eternos.”
Algo que también puede llamar nuestra atención es el título,
detalle nunca menor en una obra artística. En un primer acercamiento lo podemos
percibir pretencioso, ¿cómo es eso de denominar esplendor a la propia
obra? Pero la misma lectura de ella nos remite a un significado distinto al que
puede llevarnos cualquier consideración de soberbia por parte del autor.
Entendemos “esplendor” en un sentido emparentado a la iluminación, no hay en él
una adjetivación que se relacione a cuestiones personales. Y, por esta senda, descubrimos
señales de religiosidad en un sentido previo a cualquier institucionalización
de este sentimiento. En los tres ciclos que integran esplendor la actitud
de religación ante lo sagrado se hace presente en distintos momentos. No es
casual que el volumen se abra con un “Literatura” que además de una
suerte de arte poética es una invocación velada. En el poema V de Flores
turquesas leemos: “Según Lorca hay un mundo/ en donde el hombre espera a
la muerte/ vestido de fiesta”.
Podemos sumar a estas preocupaciones la del escritor ante
su obra, ante la página en blanco, las dudas y las certezas. En versos como los
que están en el poema VI del segundo ciclo hallamos: “No miras su
grosor ni su madera/ No deseas el grafito/ sólo quieres mi mancha.”,
coincidencia entre creación y eros, entre cuerpo, papel y tinta. Al cabo, nos distraemos
y demoramos aquí o allá, pero sabemos como nos dice Fleischer en el citado “Semidioses.
Semidiablos” que “Sólo se puede entrar si se está saliendo”.
Nos reunimos una tarde de abril con Diego en El
invernadero, café que está en el predio de la Biblioteca Nacional, allí
charlamos largo rato no sólo sobre esplendor sino también sobre otras
cuestiones que hacen a su labor como artista. Vale recordar que esplendor
es el primer título de Gombos, sello que acaba de fundar. Se destaca que
este inicial volumen estuvo al cuidado de distintos expertos, quienes
obtuvieron un delicado objeto desde la cubierta, la sobrecubierta, así
como en las imágenes hasta el papel en el que está impreso.
De ese encuentro citamos ahora algunos pasajes que fueron,
oportunamente, grabados. Me interesó conversar, entre otras cuestiones, sobre
su dramaturgia, un punto quizá menos divulgado de su trayectoria.
Arte en Baires: Diego, ¿nos podes contar un poco cómo es tu
experiencia con el teatro que, de algún modo, es un género literario pero tiene
aspectos no literarios y que también está emparentado con tu faceta de
guionista?
Diego Fleischer: Bueno, justamente, el teatro lo considero tal cual
como lo decís, es literatura porque el teatro es una de las ramas de la
literatura y también se toca con lo que es el guion hacia el lado más visual, ¿no?
Pero lo que tiene de interesante el teatro es que lo que está en primer plano
es el uso de la palabra, mientras que con el cine lo que está en primer plano
es la imagen, propio del lenguaje cinematográfico. Con el teatro yo hice Años
Luz, en el año 2015; la obra se estrenó en la sala Beckett. Es un texto de
ciencia ficción que tiene cinco personajes que conviven en un lugar y después
uno de ellos se da cuenta que está en el futuro, en cierto momento histórico,
tras el Apocalipsis, y es una obra de teatro existencialista porque ellos
reflexionan sobre la existencia del ser humano después de su extinción. Y
escribí otra obra de teatro que nunca se llevó a hacer, que se publicó en una
editorial rosarina, se llama La casa de los lunares, es una obra de
teatro infantil. Éste es otro libro que yo tengo publicado pero que nunca lo
nombro. La obra transcurre en el contexto del flamenco en España. Tiene un
lenguaje un poco falseado porque hablan como hablan los españoles, por así
decirlo, pero es el libro de una obra de teatro publicada, no llevada a escena,
y en algún momento se puede llegar a hacer o no. Y hay otra, que también tengo
publicada sin estrenar y que ha tenido varios intentos, se llama El arraigo.
Pasa en el seno de una familia judía en el interior del país. Por eso también digo
que lo que se ve son los logros de la carrera, pero también entre cada logro de
la carrera hay fracasos, cosas que no se pudieron hacer, cosas que no se
pudieron concretar. En comparación a las nueve películas que se pudieron filmar
yo he escrito catorce, o sea que hay cinco películas que nunca se filmaron. Con
el teatro mi experiencia es como una deuda pendiente porque de las tres obras
que escribí una sola se llevó a escena y hubo otra obra más que comencé a escribir
y que quedó a medio camino, pero bueno es como algo que existe dentro de lo que
es mi obra escrita y está ahí latente.
AeB:
Diego, nos interesa que nos comentes un párrafo que aparece en el epílogo
cuando haces referencia a dos universos: la dimensión de tu existencia, que
sería la naturaleza y la poesía, y el resto, aquello que definís como
mediocridad.
DF:
Es por la admiración que yo siento y en donde yo encuentro no sé si decir lo
sublime pero realmente lo que es la esencia de la existencia en mí, desde mi
visión, que es la naturaleza, llamando naturaleza a las plantas, las flores,
los animales, la tierra, el universo, el espacio y el cosmos, que es algo que a
uno lo trasciende, que es algo superior a la condición humana, porque nosotros
venimos después de toda esta creación, sea química, física, y después esta la
poesía, que para mí es la única forma –cuando hablo de poesía no sólo me refiero a la poesía escrita, hablo de
música, también de algunas otras artes–, que es la única manera de poder, de alguna manera, comprender o
absorber ese universo, y al hablar de mediocridad no quiere decir que lo otro
sea peor por así decirlo sino que tiene que ver con que se va modificando, como
que no es esencia. Entonces, para mí la mediocridad tiene que ver con algo de
lo efímero, con algo que no permanece en el tiempo, y siento que solamente la poesía
es lo único que se acerca a este concepto de lo que es la naturaleza, porque
sale desde algo, desde una inquietud que no está forzada, simplemente, sale
desde una necesidad natural por así decirlo. Repito, cuando yo hablo de
mediocridad no hablo de lo que es mejor ni peor, sino que hablo de lo que es
efímero quizás y de lo que no permanece en el tiempo desde algo auténtico.
Volviendo al tema de la mediocridad, al hablar de mediocridad y de lo
efímero hablo también de las obras de las que yo también formo parte, que son
pensadas o para hacer taquilla o para ser un producto comercial, entonces, en
ese sentido, pienso que es mediocre en contraste con lo que es una obra que no
surge desde una búsqueda comercial, sino que sale desde una inquietud artística
de lo más puro posible y por eso lo relaciono con la naturaleza.
AeB:
De algún modo, siguiendo tu línea, en el ámbito de la escritura, por ejemplo la
poesía, que tiene un lugar privilegiado, el artista no puede no crearla. Es una
expresión que lo incita y lo lleva a la expresión sin que pueda evitarlo, y no
esta mediado por ninguna otra cosa, no hay un fin más allá de esa expresión; el
artista sí o sí tiene que plasmarlo de la forma que sea, puede ser por la vía
de la poesía o en la música, por ejemplo.
DF:
Claro y también es la libertad que era lo que vos decías que tiene que ver con
estar libre. Entonces, la poesía tiene la libertad que otros tipos de formatos
literarios, el cine mismo, no lo tienen. En el cine uno no tiene tanta
libertad, seas guionista, seas director o seas actor, porque estas sujeto a una
producción. Y en cambio en la poesía no, uno no está sujeto a una producción, o
sea si uno quiere puede escribir toda su vida poesía y no necesariamente tenés
que estar dependiendo de un fondo de subsidio o de un productor de Hollywood
para poder hacerlo.
AeB:
En el mismo párrafo, a continuación, hablás de la lengua de la poesía, ¿a qué
te referís con eso?
DF:
Sobre eso me refiero a que para leer poesía o para leer también a narradores –puedo empezar hablando, por ejemplo, de Las
palmeras salvajes, que no es poesía–
cuando uno lee Las palmeras salvajes de Faulkner en traducción
de Jorge Luis Borges, en un momento no sabe si está leyendo a Borges o está leyendo
a Faulkner. Estás leyendo la traducción de Borges, no estás leyendo a Faulkner.
Lo que pasa con la poesía teniendo acá por ejemplo el libro Amapola y
memoria, de Paul Celan, teniendo acá una traducción de Jesús Munárriz y
yo desconociendo la lengua natal de Paul Celan, tengo que leer la traducción y
algo me estoy perdiendo, si bien puedo intuir o seguir el texto bilingüe, acá,
en alemán, pero sin conocer la lengua no puedo llegar realmente a lo que le pasó
al autor, al poeta, en su momento por la cabeza, cómo ordeno esto o aquello. A qué
voy, lo que yo recibo de Paul Celan, sin conocer el alemán, es la traducción,
no lo recibo a Paul Celan, o sea recibo la interpretación que hizo un traductor
sobre su poesía pero no su poesía en su estado más puro. Acá tengo otro libro,
un libro de Kenneth Rexroth que se llama El amor es un arte del tiempo, que
tradujo Laura Crespi, que, bueno yo sí sé inglés, entonces en esta caso puedo
leer las dos versiones, o sea es un libro bilingüe que sacó Mansalva, y
acá yo pude leer el libro, pude leer los poemas en español y pude leer los
poemas originales en inglés como los escribió el autor en su momento, y hay una
gran diferencia, o sea suena todo completamente diferente. La poesía es un
ritmo y la elección de las palabras del autor tiene que ver mucho con la
sonoridad y uno lo pierde al leer la traducción, o sea: yo creo que son dos
obras distintas. Una obra es la escritura que hizo el autor en su lengua natal
y otra obra es la traducción que se hizo sobre su poesía. Entonces, para poder entender
perfectamente un poema creo que la manera más efectiva o la manera más certera
para poder acercarse directamente con el autor es tener que estudiar la lengua
para poder leerlo en el original.
AeB:
Ahora, hablando de dependencias, aprovechemos y dialoguemos un poco acerca de
la Editorial Gombos que acabás de crear, de la cual esplendor es
el primer título y que ya tiene otros libros planificados. Tener tu propio
sello editor, ¿entendés que te da una libertad que no tendrías de otro modo?
DF:
Mirá, había otros modos de editar este libro pero la verdad es que sentí –justamente, en este momento, en el cual uno ya hizo un
recorrido y sabiendo de autores que estuvieron circulando en espacios más
reducidos– que era la oportunidad de Gombos.
Mi idea fue en un principio buscar una editorial para publicar poemas pero después
me dije por qué depender del criterio de un editor para una obra que yo y todo el
contexto que me rodeaba la consideraba como lista para salir y por qué no
marcar una línea estética, además con esto también puedo darle la posibilidad a
muchos autores editados y de valor que no han tenido visibilidad. También tuve
en cuenta que mi abuelo era poeta y que publicó sus libros en los setenta en
Santa Fe, en una librería. Abrir un lugar, un espacio, donde se pueda darle voz
a otros autores para mí también es un momento bisagra. No es que con este libro
exclame que llegué donde quería llegar, sino que siento que con este libro
inauguro también amplificar, darle la posibilidad desde un lugar artístico a
otros artistas que tampoco están buscando hacer un best-seller, sino que están
buscando divulgar su obra poética por medio de una editorial, y ¿qué mejor que
un escritor arme una editorial, ya que ha pasado por lo que es buscar ser
publicado? Puede entender a los otros autores que quieren ser publicados. Yo
cuando como editor busco los derechos para publicar a otros autores entiendo
también lo que le está pasando a estos escritores en ese momento. No es que
estoy especulando hacia mí sino que estoy comprendiendo lo que es para el
escritor ser publicado.
AeB:
Diego, por último, comentanos, por favor, el por qué de la elección en literatura
de la D sola y no el Diego que es cómo se presenta el guionista, ese artista
que es parte del mundo del cine.
DF: Bueno, justamente, tiene que ver con
diferenciar lo que es el autor que escribe en papel y que escribe por una
motivación propia y una búsqueda poética con el guionista de cine, que si bien
es la misma persona son dos firmas distintas. Corfirias y La codicia celeste,
que son mis novelas, las firmé como D. A., y es un manera también de
diferenciarme a mí mismo en los dos tipos de escrituras.
AeB: Gracias Diego por esta charla.
DF:
Gracias a ustedes, Héctor.
Y, dando fin a este artículo, entrevista y comentario, dejamos dos
versos de “Poesía”:
Escribir
y amar cada verso.