en
dirección
de Laura Yusem
Escribe:
Alejandro
Miroli
La obra de Luis Cano, es ella misma
una teoría del teatro contemporáneo, una exposición de fantasmas o sombras, que
memoran y tratan de entender una situación de servidumbre sexual y laboral; cinco
personajes puestos en un espacio cerrado, apresados, yacientes sobre camas que al mismo tiempo
operan como el único espacio que tienen para su tarea.
Sólo Felipe, el siervo del amo de la
casa, el padre putativo de la joven Fátima, puede andar libremente entre esas
camas, y puede liberar las ataduras que los retienen, y puede correr las
colchas que los tapan.
En esa presentación, con un excelente
juego de sombras que acentúan el carácter ctónico
(1) y umbrío de la
escena, se permite atisbar una visión del teatro no representativo, libre de la
pesada casualidad que impone el tiempo.
Una visión que ya estaba expuesta por
Platón. En República III Platón presenta dos formas de la ficción: la
mímesis y la diégesis, y sostiene:
“…la narración … que llevan a
cabo compositores de mitos y poetas…puede ser simple o bien producida por medio de la
imitación o por ambas cosas a la vez <…> en cambio si el poeta nunca se
escondiese, su poesía y narración serían producidas sin imitación alguna…” (392
e/393 b)
Esta narración, que expone
y depende de la perspectiva del autor, que sale del mero ámbito de la imitación
plena de la vida –la que incluye la pesada causalidad del tiempo, que pone una
trama inevitable sobre cada obra– tiene otro elemento platónico, la apelación a
una dimensión que no está en lo Real visible, sino más acá de ello. Y para ello vasta invertir La alegoría de la caverna
(República VII, 514-517a),
el texto más usado y más interpretado de la filosofía occidental. Su aparición es tópica en casi toda introducción
a la filosofía, como forma ideal de la tarea emancipadora que emprendería dicha
actividad: liberar al entendimiento del mundo de apariencias e ilusiones –de
inversiones–
y llevarlo al mundo de lo Real: lo original.
Pero esta lectura “natural” de dicha alegoría –la lectura ascendente– es compatible con
otra, más sutil e irreconocible: lo que sucede cuando el entendimiento, el logos, abandona el mundo de lo Real u original
y se precipita en un acto voluntario en el mundo de las sombras, de la inversión,
de la sujeción.
Este mundo no es un espejo o una
presentación idéntica punto-a-punto, sino es una brumosa simulación: algunos
rasgos, algunas palabras, algunas formas se preservan, pero con una
consistencia vaga, con una presencia lábil, con una lógica difusa y falaz.
Estas sombras, como imagen del mundo ctónico y umbrío, sólo aparece con el
autor, que lejos de ampliar la realidad en sus pliegues emocionales más
discretos, la desarma y la rearma, la fragmenta y esconde algunos fragmentos, y
hace un puzzle de ella.
Así el drama contemporáneo supone una
teoría que difiere de aquella que expusiera Aristóteles y que fuera la forma
dominante de pensar la tragedia: la mímesis o imitación plena de las acciones
humanas.
Podemos ilustrar dicha teoría que
aparece en el teatro contemporáneo con esas actividades didácticas que suponían
unir puntos y adivinar una figura, en este caso los puntos estarían
suficientemente desorganizados como para evocar varias y contradictorias figuras,
en este caso el autor elige cómo poner los puntos para evocar no ya una figura,
sino un espacio de figuras, donde el espectador podrá encontrar aquellas,
diversas de uno a otro, sin que haya ninguna “realidad” que deba ser hallada.
Otra manera de presentar esta teoría del drama contemporáneo que aparece
en la obra de Luis Cano, y que cruza tanta dramaturgia actual, sería con la clásica
pintura de Caspar David Friedrich: "El caminante sobre el mar de nubes".
Allí el pintor no nos muestra lo que veremos, sino que nos muestra al espectador,; lo qué vea él será un asunto abierto, en la medida que su propio perfil lo tapa, así vemos al vidente y nada de lo que él pueda estar contemplando.
Allí el pintor no nos muestra lo que veremos, sino que nos muestra al espectador,; lo qué vea él será un asunto abierto, en la medida que su propio perfil lo tapa, así vemos al vidente y nada de lo que él pueda estar contemplando.
Así también vemos a los personajes en
ese espacio encerrado, con las relaciones sociales subvertidas –donde el siervo
es el ser más libre, es quien da libertad y controla a los demás– como una
presentación fragmentaria y recompuesta del drama del sexo, el amor incestuoso
y la autoridad ciega.
Todos los actores aciertan en la
contención de sus papeles, así como el vestuario, escenografía e iluminación
contribuyen en ello, y la dirección cierra un espectáculo que exige una
atención extrema del espectador.
(1)
Sobre lo ctónico invitamos a leer:
PATIO DE ACTORES
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00
Sábado - 21:30 hs
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