viernes, 25 de julio de 2014

Fantasmas de una obra de teatro de 1900

Luis Cano 
en dirección 
de Laura Yusem






Escribe:
Alejandro Miroli


La obra de Luis Cano, es ella misma una teoría del teatro contemporáneo, una exposición de fantasmas o sombras, que memoran y tratan de entender una situación de servidumbre sexual y laboral; cinco personajes puestos en un espacio cerrado, apresados,  yacientes sobre camas que al mismo tiempo operan como el único espacio que tienen para su tarea.



Sólo Felipe, el siervo del amo de la casa, el padre putativo de la joven Fátima, puede andar libremente entre esas camas, y puede liberar las ataduras que los retienen, y puede correr las colchas que los tapan.



En esa presentación, con un excelente juego de sombras que acentúan el carácter ctónico (1) y umbrío de la escena, se permite atisbar una visión del teatro no representativo, libre de la pesada casualidad que impone el tiempo.
Una visión que ya estaba expuesta por Platón. En República III  Platón presenta dos formas de la ficción: la mímesis y la diégesis, y sostiene:

“…la narración … que llevan a cabo compositores de mitos y poetas…puede ser simple o bien producida por medio de la imitación o por ambas cosas a la vez <…> en cambio si el poeta nunca se escondiese, su poesía y narración serían producidas sin imitación alguna…” (392 e/393 b)



Esta narración, que expone y depende de la perspectiva del autor, que sale del mero ámbito de la imitación plena de la vida –la que incluye la pesada causalidad del tiempo, que pone una trama inevitable sobre cada obra– tiene otro elemento platónico, la apelación a una dimensión que no está en lo Real visible, sino más acá de ello.  Y para ello vasta invertir La alegoría de la caverna (República VII, 514-517a), el texto más usado y más interpretado de la filosofía occidental.  Su aparición es tópica en casi toda introducción a la filosofía, como forma ideal de la tarea emancipadora que emprendería dicha actividad: liberar al entendimiento del mundo de apariencias e ilusiones –de inversiones y llevarlo al mundo de lo Real: lo original.



Pero esta lectura “natural” de dicha alegoría –la lectura ascendente es compatible con otra, más sutil e irreconocible: lo que sucede cuando el entendimiento, el logos, abandona el mundo de lo Real u original y se precipita en un acto voluntario en el mundo de las sombras, de la inversión, de la sujeción.


Este mundo no es un espejo o una presentación idéntica punto-a-punto, sino es una brumosa simulación: algunos rasgos, algunas palabras, algunas formas se preservan, pero con una consistencia vaga, con una presencia lábil, con una lógica difusa y falaz.

Estas sombras, como imagen del mundo ctónico y umbrío, sólo aparece con el autor, que lejos de ampliar la realidad en sus pliegues emocionales más discretos, la desarma y la rearma, la fragmenta y esconde algunos fragmentos, y hace un puzzle de ella.

Así el drama contemporáneo supone una teoría que difiere de aquella que expusiera Aristóteles y que fuera la forma dominante de pensar la tragedia: la mímesis o imitación plena de las acciones humanas.


Podemos ilustrar dicha teoría que aparece en el teatro contemporáneo con esas actividades didácticas que suponían unir puntos y adivinar una figura, en este caso los puntos estarían suficientemente desorganizados como para evocar varias y contradictorias figuras, en este caso el autor elige cómo poner los puntos para evocar no ya una figura, sino un espacio de figuras, donde el espectador podrá encontrar aquellas, diversas de uno a otro, sin que haya ninguna “realidad” que deba ser hallada.  Otra manera de presentar esta teoría del drama contemporáneo que aparece en la obra de Luis Cano, y que cruza tanta dramaturgia actual, sería con la clásica pintura de Caspar David Friedrich: "El caminante sobre el mar de nubes". 



Allí el pintor no nos muestra lo que veremos, sino que nos muestra al espectador,; lo qué vea él será un asunto abierto, en la medida que su propio perfil lo tapa, así vemos al vidente y nada de lo que él pueda estar contemplando.


Así también vemos a los personajes en ese espacio encerrado, con las relaciones sociales subvertidas –donde el siervo es el ser más libre, es quien da libertad y controla a los demás– como una presentación fragmentaria y recompuesta del drama del sexo, el amor incestuoso y la autoridad ciega.

Todos los actores aciertan en la contención de sus papeles, así como el vestuario, escenografía e iluminación contribuyen en ello, y la dirección cierra un espectáculo que exige una atención extrema del espectador.


(1) Sobre lo ctónico invitamos a leer:

Ficha técnico-artística 

PATIO DE ACTORES
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00
Sábado - 21:30 hs 


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