martes, 21 de agosto de 2018

ROJOS GLOBOS ROJOS, O LA ABSOLUTA VANGUARDIA


PAVLOVSKY
EN LA DIRECCIÓN
DE FORTEZA




Escribe:
FERNANDO GONZALEZ OUBIÑA


La oscura dramaturgia de Eduardo Pavlovsky alcanza en esta obra una condición críptica. Los personajes atrapados en el decadente reducto llamado “Globos Rojos” son El Cardenal, dueño del teatro y maestro de ceremonias y Las Popis, hermanas y artistas envueltas en una compleja madeja de relaciones afectivas donde la propiedad transitiva es la regla, todos ellos ejercen imprácticamente una pasión sin medida desde las tablas. La pieza cobra una singular actualidad, ya que este espacio, sufre en la ficción, los problemas que los teatros padecen en la actualidad: desmedidas tarifas de luz y gas, desamparo institucional y una endémica sordera en los funcionarios del área de Cultura.



El texto original señalaba que la pluma de Tato fue enriquecida por las improvisaciones de los actores. Rubens Correa y Javier Margulis fueron los responsables de la dirección y otros varios aspectos de la puesta original que recorrió: Brasil, España, Uruguay y Colombia representando el talento vernáculo y que recibiera los siguientes premios: Prensario 1994 al mejor espectáculo. Argentores 1995. ACE 1995 al mejor espectáculo off/independiente. ACE 1995 al mejor actor off/independiente; y nominaciones en los premios María Guerrero 1994 (mejor autor nacional, mejor protagónico masculino), Gregorio de Laferrère 1994 (mejor protagónico masculino), Pepino el 88 (mejor actor bienio 1993-1994), ACE 1995 (mejor actriz de reparto off/independiente). Pavlovsky recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto en 2010, falleció en 2015 dejando un importante legado para las artes escénicas argentinas.

En el hermoso escenario del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini se percibe la sólida presencia de un manifiesto, el peso de una declaración de principios y a la vez emerge una avasallante modernidad en el planteo escénico. En esta propuesta se resignifica uno de los más herméticos textos de Eduardo Pavlovsky, y aún siendo una versión que adiciona muy acertadamente textos del autor pertenecientes a otras obras, el director elige sostener este bastión pavloviano desde la ostensible herencia del teatro de la crueldad, corriente renovadora que Antonín Artaud llevó a escena: “No creemos, ya no seguimos creyendo que haya nada en el mundo que pueda ser llamado teatro, no vemos a qué realidad aplicar esa denominación.” (Manifiesto para un teatro abortado, febrero de 1927)

Un texto con una profunda visión política, de aterradora actualidad, pero que ahora sube a escena minuciosamente alejado de lo panfletario. El director Christian Forteza prescinde de todo planteo realista o de acciones tautológicas, incluso de escenografía y de objetos, forzando las capacidades expresivas de su elenco, también esa ausencia de toda traza de naturalismo atomiza lo ideológico del texto y logra una impecable concentración de recursos actanciales. Es usual que Forteza arroje a la aridez máxima a sus actores, despojándolos de todo lo posible y cronometrando sus impulsos en una partitura demencial, donde solo artistas de alto calibre son capaces de desenvolverse, cabalgando esos desolados universos y saliendo airosos.
Vemos la estilización llevada a un extremo, actores que actúan para un afuera constante, su atención está completamente fuera del escenario, invade la sala e involucra a todos los presentes, como un rito pagano donde los oficiantes y los asistentes confunden su funcionalidad con respecto al mensaje emitido.

Un ejercicio de vanguardia es sin dudas esta propuesta. Se califica de vanguardia a un movimiento de renovación, cuando se verifica un avance o un quiebre se hace evidente, en general se necesita tomar una distancia temporal para analizar estos fenómenos, el teatro es un hecho dinámico, requiere de la sangre de los actores, es lo que está más vivo, pero también es la más efímera de las manifestaciones artísticas, que se deberá reconstruir noche a noche. Me atrevo a decir que esta obra y este equipo de trabajo están propiciando un verdadero salto cuántico en la escena porteña, es total vanguardia este planteo extremo, carente de todo canon naturalista, potenciador de la expresividad y del mensaje, notable logro.

También es interesante la relectura de un espectáculo del pasado reciente, que usado en términos de la curiosa matemática actancial de Forteza, alcanza todo lo que plantea sin sobresalto alguno, sin estridencias ni necesidad de situaciones límite, ni tampoco forzando el conflicto. Hay una violencia inmanente, la sensación opresiva de algo a punto de estallar, y esto se hace muy visible en la función de las dos actrices que sostienen magistralmente una incómoda tensión durante gran parte del espectáculo. Siendo mayor la carga de texto del personaje masculino, Las Popis desempeñan una significante función decorativa, en el mejor sentido del término, se exhiben casi estáticas, hermoseadas y ausentes, tristemente bellas. Impecables actuaciones de Lorena Prenón y Gabriela Perera, ejerciendo una cualidad estatuaria, y alcanzando matices en el no hacer, son mellizas, actúan en tándem y sin embargo son composiciones muy diferenciables.
La versión y la actual puesta ponen orden en un texto bastante anárquico, cuando vi la puesta original en el desaparecido teatro Babilonia, espacio de arte emblemático ganado a un viejo depósito de bananas, intuí que había mucho de repentismo e improvisación, que siendo su autor el principal intérprete se permitía ciertas zonas de deriva, y también recuerdo que pensé que era un unipersonal con dos acompañantes. Hoy analizo que hay una categoría teórica en los diálogos y el devenir de las acciones dramáticas planteadas en el texto original, todo lo dicho por los personajes soporta un análisis semiótico, y la ausencia de estructura dramática es un signo incluso contradictorio ya que Pavlovsky era opuesto al estilo del teatro del absurdo, proponiendo la búsqueda de "una realidad total" como acción de vanguardia. Declaró en 2014: “…Estoy definido yo políticamente, pero el teatro mío es un teatro que trata de meterse en aquellas cosas invisibles de nuestra vida, en momentos históricos importantes. Y no perdiendo lo fundamental del autor. ¿Y qué es lo fundamental del autor para mí? El no perder la función crítica…”

Hay en escena una sorprendente voluntad de sostener lo insostenible, de mantener un diálogo de una sola vía con un afuera rabioso, los actores están fantásticamente constreñidos en una puesta en escena que no permite sino algunos pequeños desplazamientos, y aún así la potencia expresiva de Jorge Lorenzo es tremenda. Quizás esta perpetua secuencia introductoria, esta suerte de sinfín de presentaciones de un evento que nunca tiene lugar, es un descarnado ejercicio imaginado para extraordinarias capacidades actorales, que encuentra en Jorge su intérprete virtuoso. Animador, corifeo, oficiante: Lorenzo se luce con una imponente presencia escénica, duplicando siempre la apuesta.

Redoblando su matemática simbólica Christian Forteza se constituye sin dudas en destinador de una vanguardia teatral donde se revisa el concepto de modernidad en un grado superlativo. Me hago cargo de este postulado.  Ya hablé en este espacio virtual de Forteza y su estupendo equipo de actores.
Aprecio el ejercicio de un extrañamiento extremo que el director ejerce, el uso de ritmos en el decir y la dinámica de los movimientos pertenece a ese rigor que impone Christian, materializado en parámetros restrictivos pero muy fecundos. ¿Qué se necesita para hacer teatro según el credo de Forteza? ¿Paredes falsas? ¿Un living suburbano? ¿Un camarote del Titanic? No. Nada. No se necesita absolutamente nada. Construyendo una emisión absolutamente moderna, el director priva a los actantes de todo lo posible, y de este modo concentra potencial expresivo, utilizando la gestualidad de los actores en una praxis casi expresionista.
Hay interesantes referencias al vaudeville, la revista porteña y la astracanada, todos subgéneros locales casi olvidados, o explorados tímidamente y con carácter casi arqueológico. Jerarquiza lo visual de la propuesta un significante vestuario realizado por Mario Pera que nos remite al circo, al varieté y a la decadencia también. El diseño de luces de Horacio Novelle pinta los climas minuciosamente, recorta, pone planos y distancias de una manera estupenda, hasta la comunicación gráfica responde a una estilización muy bien plasmada, todo esto y un staff de excelentes profesionales que incluye a Julio Pallares como asistente de dirección, construyen un espectáculo sencillamente deslumbrante.



SINOPSIS DE PRENSA:

Ante la inminente clausura del teatrito "Los Globos Rojos" sus protagonistas "El Cardenal" y las "Popis" van a resistir la medida. El posible cierre actúa como desahogo, a modo de confesión, de sus frustraciones, sus miedos, sus pasiones, sus amores. Lo único que quieren es seguir actuando, como dirá su protagonista "Es lo único que te saca el miedo al vacío"Esta versión de Rojos Globos Rojos, es un adaptación de la obra, que incluye fragmentos de otros textos del autor. Tomando momentos de "La Muerte de Margarite Duras", "Cerca" "Paso de Dos" confluyen y generan una versión profunda del mundo Pavlovskiano. Es indiscutible la vigencia de la obra, que se nos presenta como una metáfora de la resistencia.

Ficha técnico artística
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 250,00 - Sábado - 20:30 hs - Hasta el 29/09/2018 



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