Escribe:
Fernando González Oubiña
Es grato pensar que aún existe el cine independiente y
más grato todavía participar de la querida ceremonia cinematográfica en la
espléndida sala del Malba, con imagen y sonido en un nivel de excelencia. Allí
se continúa celebrando este ritual de amigos, que retrata la amistad, y en el
Bosque de Villa Gesell, en múltiples salas y seguramente también en muchos festivales.
Hay que agradecer a Fernando Spiner por esta película, por sumar este
entrañable paisaje íntimo a la historia de nuestra cinematografía, en lo
personal agradezco su gentil invitación y volver a vernos luego de veintiocho
años, los que me separan de mi primera experiencia en televisión bajo su
dirección.
El espectador de La
boya se someterá a la belleza visual, a la poesía y a la traducción de este
lenguaje que proviene de los orígenes de la humanidad a un soporte de imágenes
en movimiento, este prolijo trasvasamiento no es aleatorio porque esta película
es en sí misma poesía, además de una historia real apenas ficcionada, con datos
de una problemática muy puntual que atañe a los que deciden vivir lejos del
lugar que les pertenece, el desarraigo y la culpa por la seducción de la
metrópolis, el que retorna y reencuentra una y otra vez historias de los que
jamás se fueron. También de aquellos que hicieron el camino inverso y su ermita
es la proximidad del bosque desde donde se accede a la costa. No es un país
lejano donde se reencuentran estas almas, es Villa Gesell, pero la visión de
Fernando Spiner nos incluye, percibimos la dualidad de sus sentimientos,
contagia su necesidad de retorno, no se puede ser indiferente a La boya, porque se cumple el premeditado
hechizo en toda su extensión, la película nos hace parte de su trama.
Todas las dificultades narrativas que puede plantear un
documental están largamente sorteadas por el afecto. La estructura ficcional es
casi imperceptible por el abordaje del tema planteado: La historia de dos
amigos de toda la vida, Aníbal el poeta y Fernando, el cineasta, desplegando un
juego de vínculos e historias que desde lo más personal se abren a lo
universal. Spiner plantea el mar como un organismo y un destino, lo humaniza y
lo filma de un modo impactante, especial mención en este punto para la pericia
y maestría del camarógrafo acuático, logrando planos épicos y demostrando una
total comunión con la estética de Spiner. Impecable trabajo la música original
de Natalia Spiner, indivisible de la trama, realzadora de las imágenes, puro
sentimiento. Los particulares testimonios compendiados bajo un barniz casi
periodístico de Ricardo Roux, Guillermo Saccomanno, Juan Forn y Pablo Mainetti
encuentran un cálido interlocutor en el poeta protagónico. Se suman
acertadamente las voces de Daniel Fanego, Analía Couceyro y Sergio Lerer, completando con excelentes
recursos actorales este documental.
El conmovedor homenaje a un amigo, el ritual de nadar
hasta ese punto demarcado en brazadas, la inclusión y el descubrimiento de la
poesía de su propio padre, Lito Spiner, dueño de una farmacia emblemática de la
villa, quien deja un mandato a Aníbal Zaldívar: liberar una boya antigua de su
destino de objeto curioso para devolverla a su hábitat, el mar. Luego las
entrevistas a célebres e ignotos personajes en la atmósfera marítima, la
intimidad del taller literario de Zaldívar, la historia personal de Spiner
donde una carta retornada a su remitente es un inusitado nudo de emoción, vemos
a Fernando abrazado a ese significante recuerdo que flota y luego desaparece, todo
eso conforma La boya y es una
película que enriquece a quien la ve, sin duda. Es menester dejarse llevar por
su encanto, estamos invitados a esa intimidad, somos exonerados los espectadores
del oprobio de fisgonear, allí está Spiner en carne viva y ofreciendo un
producto que sabe que no es comercial, que no quiere serlo y sin la difusión de
los tanques venidos del norte. No hay artificio, hay corazón.
Dentro del esquema formal del documental o biopic, hay
aportes de marcada individualidad, el director utiliza recursos narrativos de
la ficción que es un lenguaje que maneja con precisión, sin lesionar lo vivo y
repentista del género que abraza; se aprecia un marcado ejercicio de
virtuosismo en los encuadres, especialmente las tomas desde un determinado
punto de la escollera que dan idea de paso del tiempo mediante un fundido
encadenado preciso, la playa desierta del invierno se torna en bullicio
veraniego. Hay también una prolijidad cardinal en el registro de las cuatro
estaciones del balneario con sus humores y su particular impronta. De igual
modo la secuencia introductoria es una acción continua donde se acelera la
velocidad de reproducción, otro recurso humilde que bien usado comprueba su
eficacia, en pocos minutos recorremos paisajes que desde la urbe se convierten
en playa, alcanzando ese límite definitivo que es la recta costa geselina, pero
esta película irá aún más allá, las escenas captadas por medio de drone exhiben
la cualidad torpe del humano en el agua, ¿Qué pensarán los peces de las
personas que nadan? Me pregunté en ese punto de la proyección… Esas tomas
aéreas dinamizan el relato visual en momentos claves de la trama documental.
También destaco la épica secuencia del ritual de nado en medio de una tormenta
eléctrica, que despertó comentarios y cuchicheos en la platea, y la incomodidad
manifestada en los cuerpos de los espectadores. Los planos subjetivos son de un
particular interés ya que Spiner elige la poesía nuevamente, observa dentro del
mar y metaforiza sus pensamientos, logra convertirlos en material visual.
El guión literario y el guión técnico no se perciben en
esta pieza, no hay manera de discernir esos datos formales, al final de la
proyección, en descontracturada charla con los asistentes, Spiner despeja mis
dudas con un sinceramiento sorprendente: el armado de este guion se dio casi en
su totalidad en post producción. Cualquier cineasta esquivaría esta clase de sinceridad,
los realizadores menos esclarecidos suelen ser pudorosos con sus métodos; una
vez más y fuera de cuadro Fernando exhibe su gallardo plumaje de teórico de las
imágenes desde el llano de la verdad. La
boya es su virtuoso ejercicio de veracidad, dando lugar a un montaje
conceptual que ocurre en la mente del espectador. Recomiendo gratamente ver y
dejarse llevar desde lo privado a lo universal por esta singularmente hermosa
película.
Tráiler oficial: La boya:
SINOPSIS
Fernando viaja al pueblo frente al mar donde pasó su adolescencia
para cumplir un ritual que comparte con Aníbal, periodista y poeta: nadar hasta
una boya. Pero este año Fernando tiene un plan adicional: hacer un documental
sobre Aníbal y su relación con la poesía y el mar.
Al indagar en la vida de su amigo, Fernando investiga su propio
pasado; ya que Aníbal tuvo una fuerte amistad con su padre, Lito.
Antes de morir, Lito le encargó a Aníbal que soltara en el mar una
antigua boya.
A través de las cuatro estaciones, la boya une a los amigos, pero
a la vez representa para Fernando un enigma familiar.
FICHA TÉCNICA:
- Título original – LA BOYA
- Título internacional (en inglés) – THE BUOY
- Director – FERNANDO SPINER
- Guion – FERNANDO SPINER, ANIBAL ZALDIVAR Y PABLO DE SANTIS
- Fotografía/Imagen – CLAUDIO BEIZA
- Edición/Montaje – ALEJANDRO PARYSOW
- Dirección de Arte – JUAN MARIO ROUST
- Diseño de sonido – SEBASTIAN GONZALEZ
- Música – NATALIA SPINER
- Productor/es – MAGDALENA SCHAVELZON – FERNANDO SPINER
- Compañía/s Productora/s MAGDALENA SCHAVELZON – BOYA FILMS S.A.
- País/es - ARGENTINA
- Duración en minutos 90
- Idioma/s hablado/s – ESPAÑOL - IDISH
Reparto - Entrevistados
ANIBAL ZALDIVAR
RICARDO ROUX
PABLO MAINETTI
JUAN FORN
GUILLERMO SACOMMANNO
PALABRAS DEL DIRECTOR
Pocas veces en mi vida he tenido entre mis manos una verdad tan
potente como me ha sucedido con "La Boya".
Esta es mi propia historia. La de mis antepasados y su épico
escape de Ucrania, la inmortal presencia de mi padre que se transformó en poeta
siendo un hombre mayor, y la de mi gran amigo que se quedó en el pueblo de
nuestra adolescencia sobre el mar.
Todo esto me ha atravesado con una potencia conmovedora que me ha
empujado a ahondar en este universo tan especial.
Haber tenido el privilegio de hacer esta película fue para mí un
acto sanador.
SOBRE EL DIRECTOR
Fernando Spiner es egresado del Centro Sperimentale Di Cinematografía de
Cinecitta, Roma, Italia, donde fue alumno de Gianni Amelio, Furio Scarpelli,
Carlo Di Palma, Giuseppe De Santis y Roberto Perpignani.
Dirigió los cortometrajes "Testigos en Cadena",
"Esercizio per macchina da presa su carrello continuo",
"Istruzioni per John Howell", "Balada para un Kaiser
Carabela" (Con Luis Alberto Spinetta), y "Regimiento 7 regresa a
casa" por los que obtuvo numerosos premios.
Formó parte de la vanguardia del video de fines de los años ‘80
con su larga duración "Ciudad de Pobres Corazones" con Fito Paez.
Para la televisión dirigió “Zona de Riesgo”,
"Poliladron" y “Bajamar, la costa del silencio” entre otros, por los
que fue Premio Konex como mejor director de la década del 90.
Su primer largometraje “La Sonámbula” de 1998, escrito junto a
Ricardo Piglia y Fabian Bielinsky, tuvo su premier mundial en el Festival
Internacional de Cine de Toronto (TIFF), fue parte de la selección oficial del
Festival Internacional de Cine de San Sebastián, y ganó premios en La Habana,
Toulouse, y Nantes entre otros Festivales.
Su último film, “Aballay, el hombre sin miedo”, Western Gauchesco
basado en el cuento "Aballay" de Antonio Di Benedetto, obtuvo 11
premios Internacionales, 3 Premios Cóndor de la Asociación de Cronistas
Cinematográficos, 8 "Premios Sur" de la Academia de Cine Argentino, y
fue seleccionada por Argentina para los premios Oscar como mejor film
extranjero.
Fue profesor en la carrera de Comunicación Social de la UBA y en
la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica.
En 2013 y 2014 fue Director Artístico del Festival Internacional
de Cine de Mar del Plata.
En 2015 recibe por su trayectoria el "Premio Italia Nel
Mondo” otorgado por el Gobierno Italiano.
Dirigió junto a Ana Piterbarg la serie “Los 7 Locos y Los
Lanzallamas” sobre las novelas de Roberto Arlt, adaptadas por Ricardo Piglia.
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