domingo, 23 de abril de 2017

Jorge Eines en otra versión de Macbeth


Macbeth, yo no me voy a morir 


Por Alejandro Miroli


La dramaturgia de Jorge Eines ilumina un centro dramático de Macbeth: la decisión. Dos actrices que ejecutan cinco roles –dos brujas, Macbeth, Lady Macbeth y Banqueo– y que se desdoblan con mínimos cambios de prendas, con gestos y voces ponen en escena la cuestión más dramática que pueda formularse: cómo decidir, por qué decidir.

La lengua castellana distingue entre tomar una decisión y caer en una decisión. La primera expresión convoca el vocabulario de la planificación deliberada, de la gratificación mediata, del comportamiento intencional, la racionalidad reflexiva o prudencial.  Quienes toman decisiones comparan consecuencias, imaginan escenarios alternativos a fin de elegir la mejor opción en términos de sus resultados y problemas, se pueden retirar del proceso y renunciar al resultado esperado si del análisis resultara que la decisión provocaría problemas de distinta magnitud. La segunda expresión convoca el lenguaje del atribulamiento, de la incapacidad de prever consecuencias, de la primacía de la gratificación inmediata a sabiendas del fracaso mediato, de la zozobra ante el impulso incontrolable, del comportamiento impulsivo, de la irreflexión. Quienes caen en una decisión no pueden comparar lo que haya de ocurrir con nada, no pueden detenerse para evaluar escenarios alternativos, carecen de salidas y no se pueden retirar aún cuando presientan el resultado calamitoso, la intensidad de la gratificación imaginada es tal que no pueden despegarse de ella. La acción se torna contra específica: logré lo que quería al precio de perderlo. La satisfacción es meramente imaginaria, sólo ocurre al pensar que viviremos aquello que sabemos que no podremos vivir.

Contra una cierta tradición, que vería en la primera expresión una manifestación de agencia responsable, y en la segunda de mero impulso, ambas son decisiones responsables: en ambas el agente se puede y se debe hacer cargo, en ambos casos las decisiones resultan de la libertad, ya que ni tomar en una decisión ni caer en ella se asemejan al comportamiento del caracol. Para el caracol no hay tragedia, no hay situaciones que lo capturen y angustien, no hay remordimiento y horror, no hay interpretaciones falsas o legítimas de profecías confusas, no hay sesgos cognitivos que ocultan advertencias formuladas en clave simbólica. Para el caracol, hay vida, muerte, comer, deponer, y nada de nada de lo que acaezca con él, le sucede a él, sino que sucede con él, como lo que le sucede con un cascote pateado por un paseante.

Pero al humano en tanto sujeto todo le sucede, se refiera a una subjetividad involucrada, sea que tome decisiones, sea que caiga en ellas, ambas cosas lo involucran como parte de sí. A los humanos las cosas no pasan con nosotros, sino que protagonizamos las cosas; al poner el deseo las cosas nos-son, y la conciencia de dicho suceder se hace parte inevitable de lo que va ocurriendo. Incluso la conciencia embotada por las múltiples tecnologías del olvido que los humanos con tanta premura generamos. El caracol no se auto-engaña, el humano sí.



En Macbeth se observa el rasgo trágico de la caída en una decisión: el deslizamiento hacia la autodestrucción en la acción que al empeñarse se deshace. Las brujas saludan en Macbeth a un rey por venir, pero los augures del mundo preternatural no son mensajes del futuro, sino que solo exponen lo que el deseo tiene tapado, hacen visible las apetencias recónditas. Por ello Banqueo señala:

Eso, creído ciegamente /podría empujarte a la corona/después de hacerte Cawdor. Aunque es muy extraño: /las fuerzas de las sombras nos dicen verdades, /nos tientan con minucias, para luego engañarnos /en lo grave y trascendente.

No se trata de la fortuna que opera como demiurgo, en la cual se depositarían las decisiones:

MACBETH [aparte] Si el azar me quiere rey, que me corone sin mi acción.

Pero no hay un dejarse llevar, hay una acción deliberada de precipitarse en el augurio de transformarlo en resultado; por ello, si Macbeth pretende dejarse llevar, su esposa será la fuerza que lo haga caer en la decisión de matar al rey:

LADY MACBETH Eres Glamis, y Cawdor, y serás/lo que te anuncian. Mas temo tu carácter: /está muy empapado de leche de bondad /para tomar los atajos. Tú quieres ser grande /y no te falta ambición, pero sí la maldad /que debe acompañarla. Quieres la gloria /mas por la virtud; no quieres jugar sucio,... /Ven deprisa, /que yo vierta mi espíritu en tu oído /y derribe con el brío de mi lengua /lo que te frena ante el círculo de oro /con que destino y ayuda sobrenatural /parecen coronarte.

El empeño de Lady Macbeth y la consumación del crimen y sus temibles efectos los llevan hasta el final, hasta los fantasmas inmortales que intentan comprender como cayeron en el deseo, y lo que tienen para comprender es un material fragmentario, hecho de profecías difusas y deseos sin límite. No se trata de un castigo al estilo teísta, sino de la consecuencia trágica de la caída en la decisión.



En una industria cultural que alienta el camino hacia el caracol, una humanidad televisiva que exhibe como logros las respuestas de los sujetos de Skiner en las jaulas virtuales en que se embotan, cada apuesta por tomar ese legado, y hacerlo ir más allá, es absolutamente loable y deber ser destacado. Y es de alentar una escucha precisa de esta versión de los acaeceres del príncipe Macbeth.


Ficha técnico artística
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos


CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 220,00 - Viernes - 20:30 hs - Hasta el 19/05/2017