viernes, 20 de junio de 2014

¿Dónde está el peceto?

2001 Odisea de una realidad inesperada 



Escribe:
Alvarez Castillo



Una comedia rápida, para la noche del sábado, con nueve actores en escena, que exhiben una dinámica y sincronización elogiables, ésta es la propuesta de una obra que se hace fuerte en su particular recreación del último crash de esta querida historia argentina.


Entre los puntos más altos en la actuación, a nuestro juicio, están el desempeño del triángulo esencial de la acción: la pareja de ricos y el sacerdote Monasterio, un singular amigo de la familia, que vela personalmente por el bienestar general del grupo. Y, junto a ellos, Lauri, ese mayordomo entre canchero y confianzudo, encargado en varias oportunidades de romper la cuarta pared.


En la parte técnica, sobresale el trabajo –realmente importante para la  puesta– de los sonidistas: Axel Follín y Alexis Santander. Y el vestuario, responsabilidad de Arianna Rodríguez.

El o los desenlaces se perciben en el aire, pero esto no afecta a la pieza. ¿Dónde está el peceto?, es una obra para ver en familia, entre amigos, entre aquellos que hayan pasado sobresaltos en el 2001; un antídoto capaz de hacernos reír de esas penurias que ya son parte de nuestro folklore.



Gacetilla de Prensa:

Sinopsis:

En la Argentina del año 2001, una familia aristocrática se enfrenta al peor escenario que jamás hubiese imaginado, la desaparición de un peceto y el comienzo de una batalla sin límites con el servicio doméstico. 

Nadie imagina lo que se esconde detrás de este suceso.
Una comedia por momentos desopilante que deja en evidencia las peores miserias humanas.
Un cura, un helicóptero y la Plaza de Mayo en llamas.


Ficha técnica:

Elenco: Jose Luis Baini, Guadalupe Besteiro, Carmela Cabezudo,  María 
Mercedes Elicabe, Axel Follin,  Esteban Garvie, María Lucila Grimberg, 
Agustina Sanz, Ramiro Torcoletti y Rolly Torcoletti.

Vestuario: Arianna Rodriguez
Diseño de escenografía: Carolina Rivera y Marian Pagani
Realización de escenografía: Carolina Rivera y Lorena Booth
Puesta de luces: Esteban Garvie
Sonido: Axel Follín y Alexis Santander
Diseño gráfico: Juan Pablo Buffagni
Fotos: Nacho Miyashiro
Maquillaje: Mónica Martínez Preti
Web: Alexis Santander
Prensa y Difusión: TEHAGOLAPRENSA
Asistencia de producción: Carolina Rivera
Asistencia de dirección: Myriam Torcoletti
Dramaturgia: María Mercedes Elicabe, María Lucila Grimberg y Rolly Torcoletti

Dirección: María Lucila Grimberg y Rolly Torcoletti. 



Funciones: Sábados  21hs 
Entrada: $80.- 

(Consultar descuentos a jubilados y estudiantes)
Centro Cultural El Túnel
Bonpland 2050 – Palermo (CABA)
Teléfono: 4771-3338

El gurú y su discípulo, y todos los desvaríos

El dúo de 
Gutmacher y Trafic, 
en Buenos Aires


Escribe:
Alvarez Castillo


Por momentos, desopilante, por otros, excesivamente extensa; esta serie de números de varieté, que se renueva en sí misma, mantiene su hilo conductor gracias al antiguo tema del maestro y el discípulo, agiornado, en parte, con el del psicólogo y el paciente.  
Deja sensaciones encontradas. Trabaja el humor desde el absurdo, mucha energía en escena –un trabajo físico muy meritorio en dos actores con muchos años de tablas– e idas y vueltas donde la música es la mejor disparadora de sensaciones y de emociones, con su constante creación de climas.



El autor, director y actor de “El gurú”, Benito Gutmacher, en estos días comentó a la prensa que presentaron la obra muchos años en Alemania –en idioma inglés–. “Por lo que no tiene mucho texto, sino música y movimiento; se trata de teatro de trasgresión, donde la palabra y todas las lógicas se rompen y usamos el absurdo para entrar en otro tipo de energía”.

Cada espectador, seguramente, disfrutará en el espectáculo con distintas travesuras y ocurrencias de estos dos audaces, que hacen gala de un soberbio entrenamiento y de un histrionismo ilimitado.

Sin que sea una exageración, podemos añadir que Carlos Trafic y Benito Gutmacher  hacen de las suyas en el Teatro Empire.



Gacetilla del Prensa: 

En la búsqueda desesperada por superar sus problemas y crisis neuróticas y al borde del suicido, el Sr. Guillermo (Benito Gutmacher) se encuentra repentinamente con un "Gurú" (Carlos Trafic), quien lo invita a un viaje iniciático con la promesa espectacular de solucionar definitivamente todas sus complicaciones personales y de la humanidad. Con un ritmo desenfrenado y en alternante cambio de roles Psicoanalista-Paciente, Maestro-Discípulo, Tirano-Sometido, este par de curtidos veteranos histriónicos pasan por las distintas elucubraciones del cuerpo y la mente intentando resolver la famosa duda esencial común a todos: ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿De dónde vengo y a dónde voy?



En la mejor tradición del Teatro del Absurdo, el dúo actoral Carlos Trafic y Benito Gutmacher salidos del Di-Tella del 68 (grupo Lobo) y del teatro de vanguardia (con las teorías de Antonin Artaud), radicados desde hace más de 30 años en Europa, luego de pasar por todo tipo de festivales de teatro Europeos, de Amsterdam a Berlín, de Paris a New York , presentan por primera vez en la Argentina esta sátira delirante llena de cuerpo, humor y energía. Quijotes trotamundos como expulsados de una pieza de Beckett  renaciendo de las cenizas y recuerdos de maestros como Juan Carlos Gené, Alberto Couste, Otto Weber y directores como Roberto Villanueva y Carlos Mathus y colegas como Ana María Picchio, Héctor Malamud, Roberto Granados, Marilú Marini, entre otros. Esta creación teatral fue estrenada por primera vez en el Teatro Estatal de la ciudad de Freiburg, Alemania, en diciembre de 1981.

Más info: 
http://www.theater-kurse.de/El_Guru__Iniciacion.htm


Teatro Empire:

Hipólito Yrigoyen 1934
Teléfonos: 4953-8254
http://www.teatroempire.blogspot.com
Entradas anticipadas: $70.-
El día de función $ 90.-
Martes 17 y 24 de junio - 21 hs 
Miércoles 18 de junio - 21 hs 

Prena: Laura Castillo
prensa@castillomarques.com.ar




martes, 17 de junio de 2014

El barco ebrio en homenaje a Macedonio Fernández

La reunión de junio fue en homenaje a los 140 años del nacimiento de Macedonio Fernández. Participación especial de Juan Guinot. 





El primero de junio, en ocasión del 140 aniversario del nacimiento del autor de “Papeles de recienvenido”, se celebró una nueva reunión del Ciclo de Lecturas “El barco ebrio”, en el bar Profano, Acoyte 954, de la Ciudad de Buenos Aires.

En el inicio se realizó un cálido homenaje a Macedonio Fernández, con comentarios sobre su vida y su obra, además de la lectura de fragmentos y poemas de este original artista argentino, que Borges siempre tuviera en alta estima, desde la amistad inicial con su familia a la posterior con él mismo.






Luego Juan Guinot –escritor de novelas, así como de ensayos y obras teatrales en cartel– habló con los presentes sobre su trayectoria y distintos temas que hacen a la escritura y edición, no sólo en nuestro país, sino en general. Junto al diálogo abierto, leyó el primer capítulo de su novela, recientemente editada. 

Este capítulo, “Mi Kenobi”, había salido como adelanto en “Exposición de la Actual Narrativa Rioplatense”, compilación de Elsa Drucaroff. 





También, por el interés del tema, que hace a nuestra historia y a la Guerra de Malvinas, el escritor comentó su obra “2022: La Guerra del Gallo” y su viaje a las Islas.



Y como una historia lleva a otra, relató anécdotas de su infancia en Mercedes  y un temprano accionar ecologista, junto a su padre que, sin ser el motivo principal de lo que se hablaba, demuestra que hay cuestiones que vienen de lejos.


En el tradicional “micrófono abierto” del Ciclo de Lecturas, Luis Formaiano leyó un interesante relato de su autoría, tras el que continuó una rica charla con los asistentes del Encuentro



Al final de la velada, un poco entre todos, se habló de Literatura, libros y de las reuniones que seguirán, como siempre, en “El barco ebrio”, con sus tripulantes en el bar Profano, los primeros domingos de cada mes, a las 20 hs. El próximo autor invitado es Rolando Revagliatti, que nos compartirá sus poemas y comentará su vasta obra literaria.



Además, en el recuerdo a escritores argentinos, se homenajeará a Silvina Ocampo, nacida el 28 de julio de 1903, en Buenos Aires.


Fotos y grabaciones del encuentro: Fernando Pedró



Los hermanos queridos, otra mirada sobre la familia

Carlos Gorostiza
en
La Máscara 



Escribe:
Alejandro Miroli


El teatro ha abordado la temática familiar en numerosas ocasiones tanto en la Argentina –v.g. Mi hijo el dotor, Réquiem para un viernes a la noche– como en el ámbito internacional –La Muerte de un Viajante, ¿Quién le teme a Virginia Woolf? –, asumiendo tanto que la familia sea un microcosmos o una emergencia de la sociedad, este tema es recurrente en la historia del teatro (acaso la mayor saga del teatro occidental no es sino una exploración de las calamidades de la familia de los Labdácidas fundada por Lábdaco, abuelo de Edipo de Tebas).


Los hermanos queridos –estrenada en 1978, casi en el mismo período que otra obra que también explora las relaciones familiares (La Nona, de Roberto Cosa, de 1977), y protagonizada por Carlos Carella y Ulises Dumont, en cierta medida llega tarde a esa exploración.  Dos hermanos –Pipo y Juandistanciados por un equívoco de honor: Pipo. Y en otro equívoco, cada una de las familias espera a la otra, y en el tiempo que va pasando, se develan las antiguas fracturas entre ambos hermanos –que vienen desde la infancia, desde las obligaciones supuestas, desde los afectos asimétricos: el tema del “hijo preferido”.

La obra usa un artificio teatral notable: un mismo ámbito –un departamento de contra frente en un edificio de altos, con un patio en el que se halla un sillón hamaca, heredado de los padres, un comedor y un pequeño living con una mesa tablero de ajedrez  que se repite en forma especular: representa tanto la casa de Pipo como la de Juan.


El efecto dramático de dicho artificio en la que las escenas se suceden de cada casa a la otra– proyecta una suerte de realidad virtual, que es utilizada por el director al límite, en la que cada uno de los hermanos le habla al otro o lo reprocha allí –directamente frente a él, sin que él esté presente–. Esto le da a cada diálogo un tono peculiar, y le permite al espectador hurgar como testigo omnisciente, puede ver y escuchar ambas familias al unísono.

Todos los personajes son patéticos –del griego pathetikos, formado de pathos = emoción o sentimiento, que exponen melancolía e iko = relacionado con en el sentido que exponen sus pasados, como queja, como frustración, como resentimiento.  Desde la infancia –donde ambos hermanos involucran a los padres en tempranas frustraciones y reclamos hasta una relación laboral truncada por una aparente traición –la sustracción de un diseño de válvula, que habría hecho Pipo en perjuicio de la fábrica de Juan, los sentimientos se muestras anclados en ese pasado, incapaces de ser superados; hasta las propias posiciones corporales de ambos hermanos parecen guiadas por esas emociones.


Algunas recepciones de la obra introdujeron las palabras reencuentro, redención y perdón, pero no hay nada más lejano. Juan le presta el dinero que le pide su hija sin convicción, sin entender lo que está en juego para su hija, sin comprender siquiera la elección sentimental de Alicia; el mismo Juan sienta su amargura sobre la aparente traición de Pipo, pero resulta que el diseño de la válvula era del propio Pipo, y que al llevársela le habría hecho un favor, pues en el relato surge que Pipo no tuvo ningún éxito económico, ni el competidor que la recibió. Pipo se alcoholiza para poder poner en palabras el adulterio de su mujer y su viejo amigo, pero el final encuentra a cada familia incapaz de levantar el teléfono y deshacer el equívoco sobre el lugar de la cena, o incapaces de corregir la sombra del pasado familiar sobre sus juicios actuales. Los personajes actúan por espasmos, sin convicciones, por inercia y sin capacidad de ser auténticos –sino en poquísimos cuadros. 


La escenografía e iluminación resuelven con agilidad el artificio que presenta el autor; y las actuaciones son correctas, apoyándose sobre los caracteres patéticos, sin mucha hondura. Sí vale la pena señalar, podríamos señalar a Marianela Ávalos como Alicia, no porque haga una diferencia con el resto del elenco, sino porque su personaje parece el más auténtico, desde el mismo texto de Gorostiza.
Tal vez el lejano eco del formidable elenco original, le hayan trasmitido a la obra un sabor que el texto no muestra, donde el artificio de una realidad en paralelo, no alcanza a llenar la linealidad y patetismo de los personajes, incapaces de alcanzar ninguna profundidad, ni de conformar ningún paradigma.



Ficha técnico-artística:


Elenco:

Norberto Gonzalo: Juan
Nora Kaleka: Zule
Marianela Ávalos: Alicia
Alejandro Fain: Pipo
Silvana Sabetta: Betty
Gabriel De Coster: Agustín

Duración: 75 minutos


TEATRO LA MÁSCARA 
Piedras 736
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4307-0566
Web: http://www.lamascara-teatro.blogspot.com
Entrada: $ 100,00 - Sábado - 20:30 hs 
Hasta el 29/11/2014 

jueves, 12 de junio de 2014

El Oído privado o los límites del deseo

Una obra de Peter Shaffer 





Escribe: Alejandro Miroli



Peter Shaffer (Inglaterra, 1926), se ha convertido en un clásico contemporáneo por obras como Equus (1973) y Amadeus (1979), las cuales tuvieron adaptaciones cinematográficas globalmente exitosas. 
El Oído Privado es la mitad de una obra en dos actos, estrenada en 1962: The Private Ear and The Public Eye, donde expone una versión joven y otra adulta de la misma inadaptación: la vida motivada por un ideal en un mundo banal. Este trabajo tuvo que esperar hasta el año 2013 para una reposición en su país natal. 
Tal vez porque el tema es más intimista, porque explora personajes que llamaríamos comunes –oficinistas, melómanos, profesionales de clase media baja– y porque trata de historias que fincaríamos en la cotidianeidad –la timidez sexual, los celos– esta obra no haya cautivado la atención que sí lograron sus grandes historias. 

El primero de los actos de The Private Ear and The Public Eye, se ubica en la incipiente década del 60, donde todavía no se había desarrollado el Swinging London, donde todavía la vida emocional de los jóvenes estaba regida por códigos y represiones severas; ese tiempo en transición a aquel en que –en palabras del poeta inglés Philip Larkin: “La cópula comenzó/en mil novecientos sesenta y tres/ (más bien tarde para mí)/ cuando la prohibición de Chatterley cesó/ y los Beatles grabaron su primer elepé” una Inglaterra crepuscular perdía definitivamente su imperio y comenzaba a ser parte de otro, el imperio americano. Es precisamente ese tiempo de transición, que no restaba la represión y los sentimientos escondidos, el que la obra presenta con una síntesis y justeza notables. 

Tal vez el texto, parezca mínimo: chico y chico amigo quieren chica, chica indecisa y reprimida no quiere, nadie gana. Fin de la historia. Pero la función del texto dramático es abrir la realidad mundana, mostrar la estructura del deseo y de la subjetividad que moran allí, en el simple acto de desear y querer ser deseado. Y en ese sentido, lo que El Oído Privado muestra no es meramente chico quiere chica, nadie gana. Es mucho más. 


En el texto, Bob –un joven dependiente de una compañía de comercio exterior– prepara una cena en su casa para una chica –Doreen– a la que conoció circunstancialmente en un concierto y a la que admira, desde un ideal de belleza ya fijo; remarca la semejanza de su cuello largo como el que exhibe la Beatrice de “La Consagración de la Primavera”, de Sandro Boticelli. Él considera que ella, como oyente de música clásica, no debería tener nada de vulgaridad y superficialidad. El equipo de Alta Fidelidad es el centro de la vida hogareña de Bob, su solitaria existencia se centra básicamente en concurrir a conciertos o en escuchar música clásica, en el departamento donde vive.



En ocasión de la velada a la que asistirá Doreen, también invita a un compañero de trabajo –Ted– para que le ayude a crear el clima. Ted es un  joven diríamos canchero, arrebatador, lleno de confianza en sí, que sucumbe a su deseo, y lejos de ayudar a Bob a sentirse cómodo y romper el fuego con Doreen, coquetea con ella e intenta sacarle su teléfono o dirección. En esto, podemos decir que en el desarrollo de la obra se va dando un sutil cambio de roles


La acción avanza con un tono suave, de comedia dramática –el juego de seducción de Ted, la indecisión y vulgaridad de Doreen, la timidez y enojo apenas contenido de Bob, van generando equívocos– y hasta allí no se exponen sino maneras y costumbres reconocibles en la vida cotidiana. Es en los cuadros finales –cuando Ted parte porque Bob lo echa de la casa, y Doreen y Bob quedan solos– que la obra va dejando cualquier rasgo de comedia de enredos, y su trayectoria va mostrando la carga dramática de la acción que culmina en un final notable; allí la represión sexual deja de ser un rasgo de una cena frustrada, con una chica tímida y vulgar, y se convierte en el centro de dolor y sufrimiento de la subjetividad de Bob.


Pero el inter-texto de la obra expone otra cosa: la represión sexual, el inmenso peso de la timidez y las formas de la soledad. Aquí todos tienen una incapacidad afectiva, por represión, por falta de autenticidad, por imperio social. El propio Ted ejerce el juego de seducción simplemente porque tiene la oportunidad, pero luego se marcha, sin ningún interés en Doreen, quien se queda sin poder darle su teléfono. Doreen una chica que vive en la represión de su deseo sexual, en la dependencia obstinada de la figura de su padre, y que al mismo tiempo intenta –con los recursos que tiene y en forma difusa y sin concretar– entrar en el juego de seducción que le propone Ted, y  que luego de la partida de Ted, y corrida del lugar ideal en que la había puesto Bob, se queda indecisa entre entrar en la situación o cerrarse y partir. Y finalmente Bob, que no puede mirar una mujer sin sobre imponer un ideal difuso, falso e inhallable, quien no puede estar ante su propio deseo y lo falsea.


Y cuya incapacidad de comunicarse directamente, de asumir su propia existencia, lo llevan a elegir otra voz para vincularse, así las arias de ópera hablarán por él; así Bob aturde a Doreen al interpretar la escena de linchamiento de Peter Grimes y luego la emociona con la interpretación del dúo de amor de Madame Butterfly. Pero la torpeza y la timidez le impiden a Bob percibir esta emoción en una chica reprimida. Y allí ante el fracaso, Bob cierra toda posibilidad de vínculo.


En este sentido la obra va más allá de chico quiere chica, chico no conquista chica, al exhibir –desde una perspectiva epocal bien definida– qué sea el querer del chico, qué sea lo que chica no puede entender, ni puede poner en acto. Si bien ya visto en numerosas fuentes y no sea una de las obras más conocidas de su autor –lo que la crítica empecinada en medir éxito llamaría una obra menor- El Oído Privado no deja de ser una opción para explorar –al menos para poner visibles– aquellos determinantes del deseo, cuando están situados en sujetos reales –con prejuicios, con limitaciones, con incapacidades.  Y en ese sentido es un texto dramático altamente recomendable.


Jorge Sánchez Mon tomó el primer acto de The Private Ear and The Public Eye y lo presentó en forma independiente, tal vez porque es el que involucra jóvenes y porque sea el que supone una acción más dramática –en The Public Eye se trata de los celos infundados en un matrimonio de edad mediana–.

Las actuaciones son correctas, los tres actores están caracterizados como jóvenes de los 60, y exhiben con sobriedad su nivel social y educativo, entre ellos Paula Russ se destaca y hace visible a una Doreen contenida entre su deseo reprimido, la presencia obstinada de su padre y su intento temeroso de abandonar esta cerca.
La obra presenta una excelente ambientación, con escenografía y vestuario a cargo de René Diviú, y la iluminación acompaña los cambios de intensidad dramática de la acción.

Ficha técnico artística:

Paula Russ, Doreen





PATIO DE ACTORES
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00 - Viernes - 21:00 hs