Por Alejandro Miroli
La
dramaturgia de Jorge Eines ilumina un centro dramático de Macbeth: la decisión.
Dos actrices que ejecutan cinco roles –dos brujas, Macbeth, Lady Macbeth y
Banqueo– y que se desdoblan con mínimos cambios de prendas, con gestos y voces
ponen en escena la cuestión más dramática que pueda formularse: cómo decidir,
por qué decidir.
La lengua
castellana distingue entre tomar una decisión y caer
en una decisión. La primera expresión convoca el vocabulario de la
planificación deliberada, de la gratificación mediata, del comportamiento
intencional, la racionalidad reflexiva o prudencial. Quienes toman decisiones comparan consecuencias,
imaginan escenarios alternativos a fin de elegir la mejor opción en términos de
sus resultados y problemas, se pueden retirar del proceso y renunciar al
resultado esperado si del análisis resultara que la decisión provocaría
problemas de distinta magnitud. La segunda expresión convoca el lenguaje del
atribulamiento, de la incapacidad de prever consecuencias, de la primacía de la
gratificación inmediata a sabiendas del fracaso mediato, de la zozobra ante el
impulso incontrolable, del comportamiento impulsivo, de la irreflexión. Quienes
caen en una decisión no pueden comparar lo que haya de ocurrir con nada, no
pueden detenerse para evaluar escenarios alternativos, carecen de salidas y no
se pueden retirar aún cuando presientan el resultado calamitoso, la intensidad
de la gratificación imaginada es tal que no pueden despegarse de ella. La
acción se torna contra específica: logré
lo que quería al precio de perderlo. La satisfacción es meramente
imaginaria, sólo ocurre al pensar que viviremos aquello que sabemos que no
podremos vivir.
Contra una
cierta tradición, que vería en la primera expresión una manifestación de
agencia responsable, y en la segunda de mero impulso, ambas son decisiones
responsables: en ambas el agente se puede y se debe hacer cargo, en ambos casos
las decisiones resultan de la libertad, ya que ni tomar en una decisión ni caer
en ella se asemejan al comportamiento del caracol. Para el caracol no hay
tragedia, no hay situaciones que lo capturen y angustien, no hay remordimiento
y horror, no hay interpretaciones falsas o legítimas de profecías confusas, no
hay sesgos cognitivos que ocultan advertencias formuladas en clave simbólica.
Para el caracol, hay vida, muerte, comer, deponer, y nada de nada de lo que
acaezca con él, le sucede a él, sino que sucede con él, como lo que le sucede
con un cascote pateado por un paseante.
Pero al
humano en tanto sujeto todo le sucede, se refiera a una subjetividad
involucrada, sea que tome decisiones, sea que caiga en ellas, ambas cosas lo
involucran como parte de sí. A los humanos las cosas no pasan con nosotros,
sino que protagonizamos las cosas; al poner el deseo las cosas nos-son, y la
conciencia de dicho suceder se hace parte inevitable de lo que va ocurriendo.
Incluso la conciencia embotada por las múltiples tecnologías del olvido que los
humanos con tanta premura generamos. El caracol no se auto-engaña, el humano
sí.
En Macbeth se
observa el rasgo trágico de la caída en una decisión: el deslizamiento hacia la
autodestrucción en la acción que al empeñarse se deshace. Las brujas saludan en
Macbeth a un rey por venir, pero los augures del mundo preternatural no son
mensajes del futuro, sino que solo exponen lo que el deseo tiene tapado, hacen
visible las apetencias recónditas. Por ello Banqueo señala:
Eso, creído ciegamente /podría
empujarte a la corona/después de hacerte Cawdor. Aunque es muy extraño: /las
fuerzas de las sombras nos dicen verdades, /nos tientan con minucias, para
luego engañarnos /en lo grave y trascendente.
No se trata de la fortuna que opera como demiurgo, en la
cual se depositarían las decisiones:
MACBETH [aparte] Si el azar me quiere rey, que me corone sin mi acción.
Pero no hay
un dejarse llevar, hay una acción deliberada de precipitarse en el augurio de
transformarlo en resultado; por ello, si Macbeth pretende dejarse llevar, su
esposa será la fuerza que lo haga caer en la decisión de matar al rey:
LADY MACBETH Eres Glamis, y Cawdor, y serás/lo que te anuncian. Mas temo
tu carácter: /está muy empapado de leche de bondad /para tomar los atajos. Tú
quieres ser grande /y no te falta ambición, pero sí la maldad /que debe
acompañarla. Quieres la gloria /mas por la virtud; no quieres jugar sucio,... /Ven
deprisa, /que yo vierta mi espíritu en tu oído /y derribe con el brío de mi
lengua /lo que te frena ante el círculo de oro /con que destino y ayuda
sobrenatural /parecen coronarte.
El empeño de
Lady Macbeth y la consumación del crimen y sus temibles efectos los llevan
hasta el final, hasta los fantasmas inmortales que intentan comprender como cayeron
en el deseo, y lo que tienen para comprender es un material fragmentario, hecho
de profecías difusas y deseos sin límite. No se trata de un castigo al estilo
teísta, sino de la consecuencia trágica de la caída en la decisión.
En una
industria cultural que alienta el camino hacia el caracol, una humanidad
televisiva que exhibe como logros las respuestas de los sujetos de Skiner en
las jaulas virtuales en que se embotan, cada apuesta por tomar ese legado, y
hacerlo ir más allá, es absolutamente loable y deber ser destacado. Y es de
alentar una escucha precisa de esta versión de los acaeceres del príncipe
Macbeth.
Ficha técnico artística
Este
espectáculo formó parte del evento: XV Encuentro
de Teatro por la Memoria. Derechos Humanos, Identidad, Historia.
Duración:
60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
CENTRO
CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 220,00 - Viernes - 20:30 hs - Hasta el 19/05/2017
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
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Entrada: $ 220,00 - Viernes - 20:30 hs - Hasta el 19/05/2017
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