miércoles, 10 de enero de 2018

Madre amadísima en Buenos Aires de la mano de Daniel Cinelli

LAS MULTIPLES SOLEDADES QUE CONSTITUYEN UNA FELICIDAD UNIPERSONAL







ESCRIBE:
FERNANDO GONZÁLEZ OUBIÑA



Hay verdadera destreza en esta propuesta, desde varios aspectos… el unipersonal es un abismo al que los actores asoman, teatralidad de alto riesgo donde  un solo personaje es el precursor de la acción dramática. Menuda tarea, ningún otro responsable más que ese único actor y sus capacidades cuando se encienden las luces, su cuerpo comunicando un particular universo privado, la soledad como tema, y desde lo emocional el desamor será el gran continente. En “Madre amadísima” una vasta extensión de desamparo se muestra descarnadamente.

Lo dicho en una crítica de setiembre en este mismo espacio virtual: La dirección de un monólogo debe ser de aquellas tareas más difíciles para ordenar tanto en el espacio como en los movimientos, aplica para esta propuesta tan particular y sensible del autor español  Santiago Escalante con la actuación de Oscar Giménez y la dirección de Daniel Cinelli, en escena en Teatro Buenos Aires.

Un costurero y una imagen religiosa, un monólogo que metamorfoseado por la fe se tornará casi en diálogo, un actor que asume la voz de distintos personajes en el decurso de la puesta… Será su madre y su padre, dos de sus enamorados, un par de amigas trans y en todos los casos se convocará esa magia del cambio de rol que es la esencia del juego infantil, que después suele desembocar en la teatralidad. Lejos de nuevas tendencias o modernidades este trabajo tiene una cualidad clásica muy interesante; no pude evitar la evocación de grandes actores ya desaparecidos como lo fueron Osvaldo Pacheco o José María Vilches que gastaron zapatos en los escenarios porteños con gran éxito, Miguel de Molina también está presente de alguna manera en ciertos giros que el personaje, Pedrito Rico y tantos más que tuvieron su espacio en la cartelera local con el auge de la temática española, referentes y grandes artistas como Lolita Torres abrazaron géneros y subgéneros que estuvieron muy de moda en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Indispensables artistas que aún a pesar de no hacer pública su elección sexual, transitaron la exposición mediática, y el ejercicio de su arte los consagró, gozando de la preferencia del público; seguramente la primera mención histórica en la teatralidad local al tema de la homosexualidad sea José González Castillo con su obra “Los invertidos” de 1914. En cualquier caso la diversidad temática y la cualidad inclusiva es una característica que enriquece la cartelera teatral de Buenos Aires.


Es notable destacar que la temática y el imaginario queer -para usar una denominación moderna muy extendida- está muy bien llevada en esta propuesta, porque la dramaturgia importada podía arrastrar a zonas de caricatura este drama humano, pero es destacable que siempre se mantiene un tono muy veraz y sensible en el abordaje de este personaje: un mariquita de pueblo chico, Alfredo un andaluz costurero y sostén emocional de su madre, dedicado a vestir santos para las procesiones tan características de la religiosidad peninsular.

La obra representada con éxito en España y llevada al cine en 2009 por Pilar Távora aborda sin tapujos la temática queer antes mencionada, una voz colectiva que básicamente se circunscribía a un tema de denuncia social y reclamaba visibilidad como parte integral de la sociedad contemporánea, en palabras de Escalante adquiere verdadera carnadura humana, en este ser desamparado y solitario que reclama a su entorno y no recibe respuestas; tampoco las hallará de una sociedad que debiera ser inclusiva y no lo es.
Una España convulsionada por el franquismo, y Alfredo, fruto de un hogar con violencia intrafamiliar, es llevado a las milicias con obligatoriedad civil y destinado a cumplir además un mandato viril que lo expondrá a mayores vejámenes aún, por la única razón de su elección sexual. El amor le será esquivo y eso constituye el nudo de la trama, mientras viste una imagen procesional de la Virgen María este hombre contará su vida y ese alter ego celestial será testigo de las más privadas confesiones.
El director Daniel Cinelli plantea un acotado universo donde los movimientos son los necesarios, los elementos únicamente los indispensables y se concentra en la emocionalidad del personaje, en la verosimilitud de las situaciones que el texto plantea y en una concreta prolijidad que es una línea trazada de la que nunca se aparta, la puesta apela a un concreto esquema de acciones físicas que están centradas en las prendas del vestuario festivo de la imagen religiosa y son el pretexto del momento íntimo donde se revelan las penas del personaje único, mucha prolijidad, excelente trabajo de dirección actoral.
En escena Oscar Giménez se muestra en todas las dimensiones que la dramaturgia propone, desenvolviéndose con seguridad y gracia, se nota en escena un experimentado artista que ejerce total control de sus emociones y de los planos de acción a ejecutar, accede a los decibeles emocionales requeridos con comodidad y se lo nota dueño de la situación en todo momento, esto es de una gran importancia, ya que él y sólo él es responsable del “tempo” de la pieza, muy valorable actuación.
Todos los elementos están dados para que Madre amadísima haga honor a la tradición que antecede a su estreno porteño, y que repita el éxito, ésta vez al otro lado del océano atlántico.




SINOPSIS DE PRENSA:

Alfredito viste a la figura de la virgen en la capilla de su pueblo, al sur de España.
Por primera vez, a solas con ella, se anima a desnudar su vida, con tal gracejo andaluz que convierte en emoción profunda los recuerdos tristes y los penosos en jocosa alegría.

En un ir y venir, entre alfileres y costuras, pasan por su memoria los descubrimientos de su infancia en el pueblo, la adolescencia con el despertar de los sentidos, la hipocresía de su sociedad, sus desventuras en el servicio militar, los afectos perdidos y encontrados, y esa búsqueda constante del amor.

Madre Amadísima pone en el centro de la escena a una "mariquita de pueblo" que lucha por ser feliz, que vive, sufre y ríe con las mismas emociones que cualquier otro ser humano, en cualquier tiempo y geografía.

Ficha técnico-artística:



Duración: 90 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos

martes, 9 de enero de 2018

De cómo el Sr. Mockinpott logró liberarse de sus padecimientos

Delirante y voluptuosa versión
de Mockinpott
de la mano de Margulis-Levín




Escribe:
Fernando González Oubiña


En la sala de arriba del Teatro IFT, he presenciado una Alucinación colectiva o hechizo de proporciones épicas. Hubo en la última función de la temporada 2017 de Mockinpott suficiente de todo, incluso escándalos que se vivieron en el acceso a la sala, porque el público asistente rebalsaba casi tres veces la capacidad del noble inmueble… Sobre el escenario, estupendos actores que suman hallazgos, más colores del género -todos los imaginables, y más- y luego la más desparpajada libertad; los ojos no me alcanzaron para ver a todos estos hermosos dementes, dedicados a la ardua tarea de construir significancias, en esta estupenda puesta en escena del dúo Margulis-Levín de la emblemática: De cómo el Sr. Mockinpott logró liberarse de sus padecimientos; obra clave de la icónica pluma de Peter Weiss (1916-1982), este dramaturgo, novelista, pintor, artista gráfico y cineasta experimental, nacido en un suburbio de Berlín, Alemania, que luego adoptó la nacionalidad sueca.

Weiss como dramaturgo destaca en la utilización de una amplia gama de recursos técnicos y estilísticos, la diversidad de planos temporales, el recurso del teatro dentro del teatro, el uso de coplas callejeras y pregones, la manipulación de los elementos del teatro musical y del absurdo por primera vez unidos, elementos todos que amalgamados a un comprometido discurso social constituyen la clave del dinamismo de sus piezas y cimentan esa particular expresividad, que será marca registrada de su  producción, catalogada como: teatro-documento, o teatro documental.



Explicado en palabras del propio autor: "…un teatro de información, que renuncia a toda invención, se sirve de material auténtico (expedientes, actas, cartas, cuadros estadísticos, balances de empresas, entrevistas, declaraciones oficiales, reportajes, etc.) y lo da al escenario sin variar su contenido, elaborándolo en la forma…"

La voluntad eminentemente crítica del teatro-documento se pone de manifiesto en obras como La indagación, Discurso sobre Vietnam, Trotski en el exilio, Hölderlin, pero es en Marat Sade donde consolidará el recurso de la denuncia y la resistencia política, como intertextualidad con los sucesivos presentes, tornando su dramaturgia en un legado imperecedero.


Weiss junto con su familia tuvieron que exiliarse durante el nazismo. Vivió en Inglaterra, Checoslovaquia y en Suecia, donde en lengua sueca comenzó su carrera como escritor, aunque más tarde logrará fama internacionalmente como escritor en idioma alemán. Estudió en la prestigiosa Academia de Arte de Praga; fue honrado con el Premio Charles Veillon, 1963; el Premio Lessing, 1965; el Premio Heinrich Mann, 1966; el Premio Anderson Carl Albert, 1967; el Premio Dehler Thomas, 1978; el Premio de Literatura de Colonia, 1981; el Premio de Literatura Bremen, 1982; la Nios De premio, de 1982; el Premio de la Crítica de Teatro Sueco, de 1982. Póstumamente le fue otorgado el Premio Georg Büchner, en 1982.

Alfonso Sastre en su prólogo nos da la siguiente idea: "Peter Weiss siempre pensó en el Infierno de Dante como una imagen de nuestro tiempo". Nos ocupa el infierno del Sr. Mockinpott, que Weiss recrea con fines morales y prácticos, identificándolo con la catástrofe que supone para la humanidad la derrota de la revolución proletaria y el surgimiento del fascismo: Holocausto privado para el protagonista de esta pieza, él será excesivo y se mostrará vulnerable, la realidad circundante lo vejará de múltiples maneras. Caricatura del hoy escrita en el pasado.
En esta puesta es notable la des realización, el despegue de un modo comunicacional naturalista para pasar a la estética circense, al clown más particularmente, que es una forma de exposición extrema atravesando la cuarta pared para incluir al espectador de variadas formas, en términos de ideología clownesca es el público el que completa la escena en tiempo real, incluido y desprevenido deberá responder a todos los estímulos y requerimientos del actor, que se asoma a la posibilidad de un otro no receptivo, y este buen actante quedará dibujado y deberá, en el mejor de los casos, duplicar la apuesta, elegir rápidamente un foco de atención mayor por las razones que fueren, rebuscárselas o gritar: ¡telón!

Dato notable: sobre la versión traducida al español de Alfonso Satre, Javier Margulis, uno de los directores, adapta y contextúa con pluma maestra, trayéndola al presente, respetando la métrica y versificación de la traducción de Sastre. Tremendo y destacable logro que se suma a los múltiples hallazgos de dirección que esta dupla maravillosa: Eugenia Levín y Javier Margulis constituyen, ellos plantean un universo con recursos muy magros pero estupendamente aprovechados: luces adecuadas, vestuario correcto y el recurso escenográfico de los telones pintados, que nos conectan inmediatamente con la tradición del teatro antiguo, la ópera e incluso los primeros fotógrafos retratistas de estudio; el espacio se delimita constantemente en una simpática convención donde los mismos actores corren el telón, generando un proscenio que es de intimidad e interacción de los personajes protagónicos: el Sr. Mokinpott y su amigo Pepino, quienes dialogan en un constante corte brechtiano incluyendo a los espectadores, incluso dirigiéndose a ellos y consultándolos.

Los directores apelan al humor, el más cruel y recargado, y al estilo de la Farsa que no existe en estado puro ni es un género propiamente dicho, es más bien un proceso de simbolización que puede sufrir cualquier género dramático en la propuesta que nos ocupa este recurso es utilizado para criticar la forma en la que viven los seres humanos en sociedad. A la Farsa se la asocia comúnmente con lo cómico, grotesco y bufonesco, a una risa grosera y a un estilo poco refinado. Se origina en la Edad Media, se supone que nace de una serie de liturgias y jurisprudencias que eran evidencias de algunas situaciones irregulares en la vida, tanto civil como eclesiástica. Mientras la comedia intenta reconciliar al espectador con sus propios vicios humanos, la farsa pretende denunciar una realidad oculta, ignorada o controlada. Lo hizo en tiempos antiguos satirizando los principales géneros teatrales que en ese momento existían: el de los misterios y el de las moralidades, en tono de  burla. Etimológicamente del Francés farce, de farcir, y éste del Latín farcire, rellenar.

Una notable sucesión de confrontaciones ideológicas atrapa al protagonista en controversiales contradicciones, exponiendo el maloliente tejido social y el abuso que ejercen las instituciones sobre el sujeto. Como en toda la obra de Peter Weiss la incorrección política es su marca registrada, la denuncia social es llevada a una estilización intertextual que tiene la particularidad única de la atemporalidad, estos males que Weiss denuncia seguirán aquejando a nuestra especie, porque el gran autor nos expone destazando el alma humana en una feroz carnicería psicológica, el texto plagado contenidos anarquistas y una marcada tendencia humanista es una pieza central del teatro universal. Mediante un consistente intertexto político la dramaturgia propone un descentramiento, el mundo de Mokinpott estará patas arriba cuando él logre librarse de la injusta condena que lo mantiene tras las rejas. Esta versión es en realidad una plataforma de experimentación que plantea un determinado sistema de signos como pretexto para bucear en el alma humana.


En escena los directores priorizan el trabajo con el propio cuerpo y con el cuerpo del otro, todos ejecutan aceitados recursos de comedia física y vemos un constante ejercicio virtuoso de dirección y actuación que conjuntamente y sin límites van retroalimentándose y refocilándose en la esencia misma de la teatralidad contemporánea.
Es destacable como la experiencia de estos creadores es capaz de trasvasar, re significando una obra de arte máxima de la literatura dramática contemporánea, con un ingenio sin límites. Riesgos  tremendos largamente superados; hay una decisión de los directores de encauzar el hacer en férreos límites de estilo y luego dejar volar al intérprete, que entendió el sistema de signos con verdadero virtuosismo en todos los casos, si, todos y cada uno en este elenco hacen un ejercicio notable de llegar a altos decibeles artísticos y de allí redoblar la apuesta hasta una fisión actoral, este Chernobyl hilarante hace doler la barriga y pensar, sorprende y abruma de belleza.

Los actores encaran alocadamente un teatro que no oculta en lo mas mínimo el artificio, con una escenografía resuelta en paños pintados y practicables neutros, que se alinean para construir muebles y espacios, la esencia misma de lo teatral que el dúo Levin- Margulis ostenta tan desfachatadamente como sus actores la actúan; destaco aquí la agudeza para ver más allá de lo aparente, de lo obvio, en términos no tautológicos.

La consistencia de la propuesta se materializa en niveles estratigráficos de lectura, diferentes napas donde se re significan las conductas farsescas, la constante actividad clown dominada por precisos efectos sonoros, generados por un personaje narrador incluido en la escena, que con redobles y efectos rítmicos realza las actuaciones con precisión, logrando una mecanización del sujeto que es hilarante, este ángel musical interpretado por Lechuga Beckerman dialoga con eficacia desde otro lenguaje con la acción y sus protagonistas, excelente trabajo, clorofila de gran actor corre por sus venas.

El Sr. Mockinpott es un hombre común y buen ciudadano: cumple con su trabajo, paga sus impuestos y se encuentra felizmente casado. Súbitamente su mundo se desmorona y la realidad comienza a serle adversa, sin llegar a comprender el porqué. Por tal motivo, acudirá a diversas instituciones que conforman el sistema social, para revertir la causa de sus padecimientos. El grotesco, la caricatura, el humor en la interpretación de Nacho Albani se manifiestan en ajustadísimos matices y registros que él va administrando a lo largo de la pieza, actuación plagada de momentos desopilantes, logrando desde una inocencia muy bien trabajada una estupenda interpretación del personaje que da nombre a la pieza.

Pepino, es con quien Mokinpott comparte su incertidumbre, su confusión. Así llegan a consultar a la ciencia y al gobierno buscando explicaciones, y por último al Dios supremo, Pablo Algañaraz se luce contrapesando la escena siempre con gracia, dándose lujos y realizando trucos, sus recursos son sorprendentes y está en estilo aún cuando notoriamente improvisa, saliendo airoso del riesgo siempre; su interacción y metalenguaje con el público quiebra todo límite de realidad y ficción y lo que debiera ser un defecto es algo maravillosamente implementado.

Dentro de esta sátira a las Instituciones que resultan sordas, inamovibles, inconmovibles e injustas una de las características es que, salvo Mokinpott y Pepino, los demás actores interpretan entre cuatro y cinco roles. Las tres actrices y el actor que completan el elenco se multiplican y lo hacen con una libertad y una precisión que es estupenda, la unificación de códigos en estas actuaciones es digno de superlativos únicamente; Yanina Frankel será ángel, Poder legislativo, enfermera y esposa, en todos despliega una gama de posibilidades notables, pero sin duda la comedia física en la escena de la esposa es su punto más alto. Marina Barbera será Fiscal, ángel, doctor y poder judicial, en su interpretación del doctor y el poder judicial alcanza decibeles de increíble comicidad. Valeria Maldonado, será abogada, patrón, enfermera –junto con Frankel son una dupla explosiva como enfermeras- también poder ejecutivo y ángel, ella sacará punta a todas sus caracterizaciones, me quedo con la hilarante abogada. Completa este maravilloso elenco Agustín Soler que es el empleado, carcelero, amante y El Supremo, él se lucirá en todos los roles, pero es quizás en el empleado donde logra una épica conducta que sorprende y maravilla, el amante será víctima de la desbordada y sexual esposa, con El Supremo se luce en una construcción impecable, en fin, todos los actores encuentran en sus múltiples personajes distintas conductas que los destacan, y ejercen un adorable virtuosismo.
Siendo la última función de la temporada 2017, luego de ocho meses de representaciones, presenciamos los asistentes una tradición de las tablas, que es la de hacer bromas al compañero, o salirse del texto y marcaciones, muy disfrutables exabruptos y disrupciones, escenas como la del hospital o la del poder judicial se fueron, -para decirlo técnicamente- a la mierda, y me encantó… Estos poseídos son capaces de joder “en estilo”…

Mucho más que recomendada esta celebración antológica de la teatralidad, me corrijo: es obligatorio ver esta maravilla. ¡Gracias al elenco por romper ese escenario a puro talento!




Sinopsis de Prensa:

Un texto político de Weiss que propone situaciones ideales para el trabajo de Clowns y permite, con la lupa de la caricatura y el humor, contar las desventuras de un hombrecito común quien, a partir de un error, sucumbe ante la realidad hostil. Nada de lo construido a lo largo de su vida parece tener sentido. En compañía de un amigo casual y un ángel, iniciará el camino hacia la comprensión de sus desgracias, realizando una visita a las instituciones (Justicia-Matrimonio-Trabajo-Ciencia-República-Religión) con la intención de que respondan a sus inquietudes.



Ficha técnico-artística


Duración: 75 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos




miércoles, 3 de enero de 2018

DORMIR EN EL AGUA, CARTAS A MARIANO MORENO

EL ESTAR Y EL NO ESTAR,
ESE EXQUISITO LÍMITE








ESCRIBE:
FERNANDO GONZALEZ OUBIÑA

En todo hay una delgada línea divisoria, que en este caso es transversal a lo que acontece, al amor y al dolor, a lo bueno y lo malo, al estar y al no estar; hay un equilibrio tácito marcando el límite de cuando hacer y cuándo no hacer, esa frontera fascinante es la línea de flotación de Dormir en el agua, exitosa en la conjunción de dramaturgia, dirección y actuación, todo funcionando como una unidad fantásticamente lograda.

Una teatralidad sin estridencias que tampoco necesita de artificios, la dramaturgia de Amancay Espíndola amalgama con maestría palabras propias y las cartas que se conservan de la viuda de Mariano Moreno. Espíndola imagina sensiblemente y lo plasma con sutileza; le pregunté finalizada la función, y luego de un extenso aplauso, acerca de cuanto de exégesis sobre material de archivo y que tanto de su inspiración, ella manifiesta haber “completado” aquellos faltantes históricos que son las respuestas de Moreno a su esposa, (respuestas que nunca fueron escritas ya que el prócer había muerto cuatro días antes de que Guadalupe Cuenca escribiera la primera de sus cartas) Amancay es muy modesta ya que su reconstrucción es cercana al espiritismo, parece haber invocado palabras antiguas, pero no, ella lo niega; todo es fruto de su prolija cualidad literaria.

Creo que es muy meritorio haber encontrado el tono justo para esta recreación, ella concibe una estructura de sensaciones y sentimientos, más que una literatura dramática formal, muy funcional a lo requerido por un actor para la construcción de un personaje, no es coincidencia, Amancay es una consumada actriz y como la mayoría de los actores-dramaturgos, sabe muy bien como proporcionar situaciones “actuables”. Lo novedoso en términos de estructura es que no se nota esa ausencia formal, aunque hay focos de conflicto y una constante y creciente emocionalidad la pieza no transita cánones estrictamente aristotélicos. Los personajes están y no están, lo onírico sobrevuela en palabras y una estética dialéctica de principios del siglo XIX, conspiran hacia una nueva forma de abordar ese subgénero que es el drama histórico. Cimentada en textos privados de la época fundacional de lo que llamamos patria, suma detalles, puntos de vista y opiniones sorprendentes, de este prócer y de su esposa, incluso visiones incorrectas si tomáramos como parámetro el discurso establecido de la historiografía vernácula; investigación y  rescate con verdaderos hallazgos que dinamizan el relato desde lo meramente informativo. Donde otros se tornarían discursivos Espíndola administra con cuidadosa gracia los frutos de su exégesis, base para un trabajo de equipo que hace justicia a esas palabras.

La eficacia de la dramaturgia desencadena en favor de otros aspectos también sobresalientes. La dirección de Virginia Lombardo acierta con el tono desde un principio, con ese juego al límite del estar y el no estar que inicié como voluntad narrativa de esta crónica y, mencionada así, pretendo comunicar sus alcances en toda su extensión: ¿Moreno está vivo o muerto durante la acción dramática?, ¿Es un fantasma o existe sólo en la imaginación afiebrada de su joven esposa?, ¿Comparten un mismo espacio o Moreno se halla en alta mar y su esposa en tierra? Lombardo sabiamente dejará todo eso a consideración del espectador y no es una decisión menor, ya que el expresionismo alemán también lo hizo y no le fue nada mal; en Dormir en el agua el naturalismo dialoga con el expresionismo y se nutre del surrealismo, en esta mezcla se apela a la deformación de la realidad para lograr una comunicación subjetiva de los elementos escénicos, el entorno, las fuerzas de la naturaleza, y el devenir.

Los naturalistas apelaron a la verdad, en la exposición de sus elementos tal cual son, incluso escenificando una cotidianeidad tautológica, tomando lo sensible y la emocionalidad como eje de las situaciones, donde lo extraordinario era un quiebre y generalmente funcional a crear un alto impacto dramático; en cambio los expresionistas priorizaron la comunicación explícita de lo no cotidiano, poniendo en un primer plano de acción lo subjetivo, lo paradojal, antes que una descripción objetiva de un hecho real a reproducirse en la escena. La puesta que nos ocupa toma además elementos del dadaísmo y del posterior surrealismo, estos son: la arbitrariedad de la imaginación, simbolismos y situaciones de no realidad que están presentes en las mencionadas corrientes,  y terminan desembocando en la estética particularísima del Teatro de la Crueldad  de Antonin Artaud, llevado a su punto máximo por  Peter Weiss, en este caso ambos conciben el espacio escénico como algo misterioso, jeroglífico y se materializa en el reflejo contemporáneo de seguidores de esta corriente como Fernando Arrabal o el divinizado David Mamet, que transitan con libertad esa heredad, resignificándola.

La idea de la ritualidad no es nueva, es el origen mismo del teatro, está en el simbolismo del teatro Noh japonés, en la ópera de Pekín, en la fascinación de Artaud con el teatro tradicional Balinés.
Participamos los asistentes a Dormir en el agua de una voluntad de sanación de males comunes de la sociedad ejercida por el teatro, cierta necesidad subversiva que, otorgándole un carácter ritual, es capaz de producir catarsis. Esa herencia que describo en los párrafos anteriores es visible en las decisiones tomadas por la directora de esta pieza. Al abstenerse de un planteo realista en la disposición escénica y sumar acciones simbólicas Lombardo eleva la apuesta de la dramaturgia y acierta. Virginia dispone elementos fantasmales en una yuxtaposición de sueño y realidad, dominando el clima de la obra una constante preocupación por la vida e inminencia de la muerte.
Los actores transitan la cualidad etérea de tocarse sin tocarse, de estar y no estar en el mismo plano de acción, la enfermedad zumba como un molesto moscardón y dominan la cordura los estados febriles, estableciendo una conexión existencial ligada a mundos espirituales, ambos personajes tienen momentos de cierto delirio por razones disímiles, ambos temen la traición y algo aún peor: la muerte. Hay un dato históricamente interesante: al partir Moreno hacia Europa, en misión diplomática, -otras crónicas dicen que a comprar armamento- Guadalupe recibe una encomienda, un criado encuentra una caja depositada en la puerta de la casa, conteniendo un abanico negro, un velo, guantes de luto y una nota que le anunciaba que sería viuda. Es allí cuando comienza a escribirle cartas, las que no llegaron nunca su destinatario, encendidas misivas escritas durante meses hasta que le comunicaron la trágica noticia. 



Camila Garófalo encarna a Guadalupe Cuenca, jovencísima esposa de Mariano Moreno, desde el principio impactan sus decibeles emocionales, que funcionan como inmediata introducción al clima general de la pieza, también esta actitud sorprende y atrapa al público, esto es casi un truco de magia y todos dejan de acomodarse para prestar total atención a esta mujercita etérea bañada en lágrimas. Estupendo trabajo el de Camila, apelando a la verdad y sentir antes que a cualquier otro artificio.
Cristian Majolo es un Moreno afiebrado y acosado por todo tipo de males, muy en el estilo de personajes célebres de la narrativa del siglo XIX, donde los héroes tenían su costado sufriente, arrastraban sus crónicos dolores –en este caso de huesos– y se sobreponían a destinos trágicos con voluntad de emblema. Majolo aparece espectralmente, la directora lo deja largo rato en la penumbra y es una interesante simbología; el espacio elegido colabora muy bien y Cristian despliega una prolija artillería de sensaciones físicas y tics, administrados relajada e inteligentemente a lo largo de la obra, logrando una sensible y muy interesante actuación.

Un dato histórico más: Mariano Moreno manifestaba un constante temor a ser asesinado. Cuando su jornada de trabajo se extendía hasta tarde se vestía con una sotana de fraile dominico, llevando dos pistolas en la cintura, así disfrazado regresaba a su casa, a cuatro cuadras del fuerte. También se sabe que Guadalupe debía soportar verlo flagelarse por las noches, ya que de este modo él buscaba expurgar pecados.

La pieza tiene un mensaje críptico: el de restablecer valores desfigurados por el tiempo, exhibe una realidad apasionada y convulsiva, que apelando a la lejanía de la época en que los personajes desarrollaron sus vidas, nos acerca una reflexión al presente, reflejando que somos lo mismo, que nunca aprendimos, que el juego político excluye a los hombres y hasta a los apasionados panfletos e ideales sectarios que pretenden enarbolarse, en pos únicamente de logros individuales e intereses acomodaticios. Lo que fue siempre será, la historia lo prueba, parece estar presente en el ADN de esta patria nuestra. En la repetición de errores, dominados por miserias y divisiones continuaremos perdiendo poco a poco la dignidad de vivir.



Transcribo un fragmento de una de las cartas de Cuenca a Moreno con el fin de entusiasmar ya que asistir a las funciones de Dormir en el agua de Amancay Espídola realmente vale la pena:

”…Te escribí con fecha de 10 o 11 de éste, pero con todo vuelvo a escribirte porque no tengo día más bien empleado que el día que paso escribiéndote y quisiera tener talento y expresiones para poderte decir cuánto siente mi corazón, ay, Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta el vivir sin vos. (…)…hoy te mando el manifiesto para que veas cómo mienten estos infames; Agrelo es el editor de “Gacetas” con dos mil pesos de renta, por si acaso no has recibido carta en que te prevengo que no le escribas a este vil porque anda hablando pestes de vos y adulando a Saavedra; su mujer no me ha pagado la visita que le hice, en fin, se ha declarado enemigo nuestro y ha jurado que no volverás a beber el agua del Río de la Plata; no le haremos quebrantar el juramento y con beber siempre de aljibe queda el juramento intacto; (…) Del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias, no saben cómo acriminarlo, hasta han dicho que no los dejó confesarse a Nieto y los demás que pasaron por las armas en Potosí, ya está vista que los que se han sacrificado son los que salen peor que todos, el ejemplo lo tienes en vos mismo, y en estos pobres que están padeciendo después que han trabajado tanto, y así, mi querido Moreno, ésta y no más, porque Saavedra y los pícaros como él son los que se aprovechan y no la patria, pues a mi parecer lo que vos y los demás patriotas trabajaron está perdido porque éstos no tratan sino de su interés particular…”



SINOPSIS DE PRENSA:

Historia de fuego y pasión, amor y muerte entre Mariano Moreno, Guadalupe Cuenca y La Revolución.
"Ya es hora de que la América del Sur tenga las luces que le han tapado y después conducirla a su gloriosa insurrección. Ese es el sentido de mi vida" - Mariano Moreno.
La obra transcurre la noche de la muerte de Mariano Moreno en altamar mientras Guadalupe Cuenca le escribe las cartas que, sabemos, él nunca llegará a leer. La escritura para conjurar la ausencia. El delirio del sueño y del sueño de la muerte, los encuentra. Encuentro y despedida de estos dos, casi adolescentes, prematuramente madurados por la revolución política que los sacude. La revolución no da respiro, los hace grandes en un soplo. Cada uno hablando desde lo que le preocupa en esta soledad a la que los han llevado decisiones, o no, no tenemos la certeza, que no dependen de ellos. La pasión los envuelve por sobre todas las cosas.
Íntima y feroz, pasional y dolorosa, con estados límites de los personajes en este encuentro mágico, ideal. Política y poética, sugestiva y combativa. Predomina la historia de amor, el encuentro, pero subyace la opinión, la idea, la patria, la visión clara, el dolor de la ignorancia, de la bajeza humana, del individualismo, del egoísmo, del mal poder, de la dependencia. Inflama nuestra creatividad y nos permite indagar un mundo familiar, histórico y vigente, donde el amor y la política transcurren hacia el inevitable final.
Dormir en el agua reaviva el fuego que el océano no pudo apagar.
Este espectáculo cuenta con el apoyo de Proteatro y del Fondo Nacional de las artes.


Ficha técnico-artística:


Este espectáculo forma parte del evento: 7º Festival del Amor
Duración: 50 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos

CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Web: 
http://www.centrocultural.coop
Festival: $ 200,00 - Sábado - 21:00 hs - 24/02/2018