lunes, 2 de noviembre de 2015

La araña

Una obra
de Patricia Suárez








Escribe:
Alejandro Miroli


Julia, una mujer en sus sesenta y tanto, que fue cantante lírica hasta que un ataque de afonía la alejó del escenario, y Edo, su hijo, un poeta que dependió de su madre para pagar la edición de su único libro, libran una batalla sorda.En ella Julia quiere recuperar el control de su hijo y romper su matrimonio, para disponer de él como compañía y ayuda. Y Edo, quiere salir de la situación de crisis matrimonial, intentando una mudanza a la Atlántida Argentina, para lo cual necesita que su madre le preste el dinero suficiente para esa mudanza.

En la obra Julia se comporta casi maquiavélicamente como una Yago porteña, tratando por todos los medios de provocar la ruptura de la pareja de Edo, y como en Otelo, todo termina sangrientamente.
Drama familiar, entre las paredes de la casa natal, donde junto a los presentes se evocan constantemente dos ausentes: el padre de Edo y su mujer, presenta las formas de la manipulación entre generaciones, las miserias de las relaciones familiares cuando están cruzadas de intereses personales, metaforizados desde el más mundano –la reparación de una costosa araña de techo en la que hay que atender caireles y lámparas– hasta el más definitivo –aquel desenlace sangriento que provoca el pacto final que atrapa irremediablemente a Edo en la tela que teje su madre.

Pero si en Otelo, la sucesión de eventos tiene el sello de la necesidad que imponía la tragedia clásica, aquí la decisión de Edo se precipita, surge casi del azar, y parece no tener conexión con los planes de Julia. En esto no está claro si la madre esperaba o no dicho desenlace.
 
Es posible señalar que el pacto que Julia le impone a su hijo y que opera como una cárcel definitiva para éste, remeda una clásica novela negra: Hell Hath No Fury (Charles Williams, 1953 traducida en la Argentina como Infierno sin fuego), que fue llevada al cine como The Hot Spot (Dir. Dennis Hopper, USA, 1990; color, 130 m., en inglés). En la novela de Williams también se presenta una tela de araña que envuelve en forma completa al protagonista y le impone un pacto inquebrantable; en ambos casos, la amenaza de una denuncia imposible de levantar consuma la dependencia.



Cristina Sisca ofrece la composición precisa de una madre manipuladora, sibilina que maneja las emociones para imponer su voluntad. José Formento no parece dar el tipo para Edo, pues nos da una composición algo plana del personaje, ya que las decisiones que toma suponen una intensidad emocional que no está presente en él.



La escenografía y la ropa de Julia ambientan bastante bien una casa de fines de los 50 –la cronología interna se fija en el hecho que Julia habría actuado a fines de la década del 20 o comienzos del 30. La iluminación juega con la araña rota y crea un ámbito un tanto sombrío, en el que se desencadena el drama.

Sinopsis de Prensa:

La decadencia de una familia de la pequeña burguesía de mediados del siglo pasado, representada por el vínculo entre una madre viuda -que sigue añorando un pasado luminoso- y su único hijo -exponente de una generación diferente- provoca un devenir decadente a partir de escenas cotidianas cargadas de diálogos grotescos donde se entrelazan la ironía, la acusación punzante, el humor más dramático, la metáfora social y una relación desgastada, oscura e intrincada, desencadenados por la madre castradora y un hijo que no encuentra salida a la opresión. La araña en reparación, que ilumina el espacio escénico, es testigo de la desazón. La tensión parece sublime, fina y hasta elegante (como una telaraña); pero es amenazadora hasta la asfixia.


Ficha técnico artística:



ESPACIO ABIERTO
Carabelas 255 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4328-1903
Web: http://www.roxanarandon.com.ar
Entrada: $ 100,00 - Viernes - 22:00 hs - Hasta el 27/11/2015 

viernes, 23 de octubre de 2015

Una puesta de Tito Andrónico

Shakespeare 
en adaptación
de Martín Barreiro

Escribe.
Alejandro Miroli


Tragedia extrema, hiperbólica, que empuja la violencia hasta que parezca superar la trasposición dramática y convertirse en un regodeo, en una provocación del autor, The Lamentable Tragedy of Titus Andronicus es considerada la primera tragedia de Shakespeare, escrita entre 1588 y 1593 e interpretada por primera vez el 24 de enero de 1594[1].  Las fuentes de esta tragedia serían obras que en la época evocaban las inacabadas venganzas de sangre –lo cual le conferiría a The Lamentable Tragedy of Titus Andronicus una estirpe común con El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, ambas obras que metaforizan un género previo.   Su personaje más siniestro Aaron el moro sirviente y amante de Tamora, está inspirado en el Barrabás, de la obra homónima de Christopher Marlowe y desde él en la dramaturgia de Séneca.   Es este personaje el que según Harold Bloom tiene la carga teatral ya que “Sin Aaron, Titus Andronicus sería insoportable, el primer acto parece extenderse eternamente, dado que él no tiene parlamentos, si bien está en escena…”[2]; sí el mal atrae, y al mismo tiempo no fascina y horroriza, Aaron es tal vez el personaje central, quien digita el daño final y definitivo, que lleva a la hipérbole: la violación de Lavinia y asesinato de  su marido, y la consiguiente conspiración para inculpar a los hijos de Andrónico, y el gozo de lograr que este se ampute la mano en la creencia de que de ese modo salvaría a sus hijos de la falas imputación.



En la tragedia Roma es objeto de burla, y los godos –eternos enemigos del imperio- son casi igualados a los romanos, cuando Saturnino toma a Tamora como su esposa, quien pasa de rival a emperatriz de Roma y por ello puede planear su venganza como reina derrotada –en cuya familia Tito ejerce la venganza por sus propios hijos caídos, sacrificando al hijo mayor de Tamora según el ritual romano.
La desmesura de la obra, la ambigüedad moral y carencia de perspicacia de Tito, y el mal desatado y encadenado por la venganza continua y el honor que sólo se sirve con sangre, tornan a Tito Andrónico una obra inquietante que expone –como resume Bloom- “se trata de detonar una explosión de rancia ironía que va mucho más allá de los límites de la parodia…que no anuncia ni King Lear ni Coriolanus sino Artaud”[3].   Y esa situación de tragedia extrema que sobrepasa los límites clásicos del género y de ese modo adquiere una modernidad anticipatoria, que genera una inquietud, debe llegar al espectador, debe sentir estos matices y pliegues de cada personaje.   Por ello el teatro clásico, exige actores de talante teatral, que pongan toda su composición en la densidad dramática de los personajes, y los directores deben atender especialmente ésto.  


Y en ese sentido Aaron aparece desdibujado, un narrador que cuenta la acción, que inspira a Tamora, a y sus hijos Demetrio y Quirón, pero que no aterra, no pone en ellos, la perversión que haga fruncir el corazón ante la presencia de tal intensa malignidad.  Y en la Lavinia de Pam Morrison también cuesta hallar la mayor víctima de la historia –violada y amputada, y finalmente ofrecida por su padre en holocausto reparador.
Por el contrario, Tito Andrónico tiene la exacta presencia escénica, de quien conjura lucidez, miseria de miras  y estupor ante la cadena de sucesos que diezman su linaje, de modo que Fernando Blanes literalmente se pone la obra al hombro.   Los dos personajes que componen Adrian Sett están llevados al borde: un Saturnino afectado en extremo, y un Demetrio bestial y bufo.  El resto del elenco es correcto en sus interpretaciones.
La versión de Martín Barreiro acorta la obra y prescinde de algunos personajes –Marco Andrónico, hermano de Tito, su hijo Publio, ni Basanio –hermano de Saturnino- ni los restantes hijos de Tito.   Ello agiliza y abrevia la puesta sin restar espesor dramático.
Una sala en penumbras, tal vez más que las necesarias, y un sonido austero acompañan la obra, la escenografía resuelve con recursos móviles el ámbito de palacio y el más mundano residencial; y el vestuario –vagamente atemporal- no desentona con la neutralidad epocal que eligió el director.



Ficha técnico artística

TEATRO EL CONVENTO
Reconquista 269 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4264-1101

Web: 
http://www.teatroelconvento.com.ar
Entrada: $ 100,00 - Sábado - 21:00 hs - Hasta el 28/11/2015 




[1] “Art. Titus Andronicus” en The Oxford Companion to Shakespeare, Oxford, OUP, 2001, pp. 478-480.
[2] Bloom, Harold Shakesperare. The Invention of the Human Nueva York, Riverhead Books, 1998, p. 82.
[3] Bloom, Harold, op. Cit, p. 83.

La amante de Lawrence

Una obra de Beatriz Matar




Escribe:
Alejandro Miroli


Estrenada en Madrid en 1998 y en la Argentina en el 2004, ésta es la segunda puesta de la obra de Beatriz Matar en nuestro ámbito teatral.  Una obra sobre el amor y el desencuentro, y simultáneamente sobre el extraño que viene a cambiar el orden de las cosas que se daba como el único posible.
La amante de Lawrence puede interpretarse como una historia de amor –el descubrimiento de la propia sexualidad y la propia potencia emocional encerrada de una mujer– o –en la línea de El Matadero, El Inglés de los huesos y Shane (USA, 1953, George Stevens), entre tantas otras historias– como una historia de develamiento en la que una pareja descubre que la vida que tenían era irreal, inauténtica, nula. Un extraño aparece y cambia en forma definitiva la situación anterior –en el caso de La amante de Lawrence será un escritor que está pasando unos días en un casco de estancia, a cargo del capataz y de su esposa.  

Y allí, donde Andrés está viviendo tal vez su despedida de la vida por una infección generalizada, descubre la sensualidad de la reservada y remisa Laura, cuyo marido, un hombre simple, acostumbrado a una moral de trabajo sumisa y a una visión machista de la vida y las relaciones, la desprecia en cada intento en que ella quiere eso. En Andrés, Laura encuentra el despertar, tanto a su sexualidad reprimida como a su emoción y su expresión literaria.
Sí la primera interpretación es la más fácil –y abonada por el texto de D. H. Lawrence que acompaña la tarjeta-programa (“El amor puede tener muchas formas, muchísimas formas. Tiene que tener muchísimas formas. De lo contrario, es tiranía, muerte, nada más.”)–, la segunda interpretación también parece inevitable. Porque ese proceso de descubrimiento del vacío y la ficción afecta a la pareja que llevan casi por inercia Laura y Ramón. Y ello porque –como el final de la obra parece anunciar– el paso de Andrés no sólo afecta a Laura, sino a su marido quien comprende que esa mujer es una extraña, que no tiene mucho que ver con aquella que él mandoneaba. 


Ramón el personaje más interesante, quien si hubiera sido encarado en una visión tópica, hubiera realizado su desprecio por Laura con una golpiza o una violación o algo semejante, pero al contrario, y esta es la mayor fortaleza de la obra, lo que va viendo es que Laura se va alejando y que nada de su esquema de vida, nada de su visión de las mujeres y del sexo, puede retenerla. En ese sentido, la autora elige la opción de más riesgo: explorar los sentimientos de un machista y alcohólico sin caricaturizarlo, sin reducirlo a una forma predecible. Y ello va acompañado por la actuación de Jorge Booth, quien pone en su personaje la violencia contenida. El resto del elenco, presenta una cierta inclinación a conversar, sin que se pueda notar la compleja situación emocional que presentan Laura y Andrés.
El vestuario acompaña las jornadas en que la obra transcurre, la escenografía divide el espacio en varios recintos con la iluminación y el fuera de escenario como recurso.



Ficha técnico artística:
Elenco por orden de aparición: Alejandro Velasco ( ANDRÉS), Verónica Alvarenga ( LAURA) y Jorge Booth (RAMÓN) Ambientación y vestuario: Constanza Gentile Diseño de Luces: Oscar Gamundi Selección musical: Diego Videla Gutiérrez – Luis Salado Fotografía y Diseño: Pablo Rodríguez Pandolfi Prensa: Laura Castillo Asistencia de Dirección: Valentina Massei – Pablo Rodríguez Pandolfi Dirección General: Luis Salado



Teatro Boedo XXI – Boedo 853
Ciudad Autónoma de Buenos Aires


teat

sábado, 1 de agosto de 2015

Nueva puesta de Niños en Tinieblas

De la Croqueta 
le da vida
a un infantil de
Héctor Alvarez Castillo




Escribe: Alejandro Miroli


Estrenada en la sala El Ópalo (1) para mediados del año 2014, esta segunda puesta de la obra de Alvarez Castillo se monta en la sala Liberarte, y el reto lo asume Mariela Jerez, al frente de la compañía De la croqueta.

Una segunda oportunidad para que ese difícil juego del teatro dentro del teatro –en la obra se representa un fragmento de Jeu de Robin et Marion en una obra para niños, y como dijimos en aquella oportunidad: “…los personajes y las narraciones son las formas en que ese miedo se aventaba, con mundos que iluminaban la incertidumbre de los niños, con agonistas y antagonistas cuyo conflicto traía a los niños a un mundo común.”

Esta versión ofrece alguna innovación en el texto –donde había dos hermanas, ahora hay un hermano y una hermana– y gana en expresión musical y efectos sonoros, además de los beneficios de un espacio teatral más amplio y con cierta altura del escenario –una sala más profesional. Y también gana en guiños al espectador, la rotura de la cuarta pared que es un recurso tan útil en el teatro para niños, con el personaje de Achucha, por ejemplo, abriendo el juego al pedir los cambios de luces.



El elenco es correcto, si bien el pasaje desde los personajes sin nombre a sus roles como Robin y Marion tiene alguna rudeza al impostar la voz, recurso que no agrega nada, y en general el tránsito desde la noche en que los ruidos asustan al espacio luminoso en que se desarrolla Jeu de Robin et Marion necesita, en nuestro criterio, ser ajustado.

En resumen, una versión realizada por un elenco profesional que podrá integrar todas las experiencias de su ejecución, una opción interesante del difícil recurso del teatro dentro del teatro y de la aventura de la narración como medio para aventar todo miedo, para poner orden y luz en el mundo.





Sinopsis de Prensa:

La escritura de Niños en tinieblas es un homenaje al Juego de Robin y Marión, pastoral escénica escrita por Adam de la Halle, a fines del siglo XIII. Alvarez Castillo da un tratamiento original a la sustancia de este juego, sin perder del tema que se parodia la frescura y el dinamismo en la acción. Aparecen las características propias de la farsa -risa, astucia, malentendidos- vigentes en esta creativa intertextualidad. En un escenario de niños se manifiestan los principales hilos conductores de El juego de Robin y Marión, gracias a una atractiva naturalidad.
En la singular obra del trovador, poeta y músico francés, en varios pasajes los actores interpretaban sus parlamentos cantando, lo que hizo que esa pieza fuera considerada la primera ópera cómica profana registrada en la historia de la música y de la literatura francesa. Algo semejante sucede en esta obra que hoy se edita por primera vez. Los actores ofician de gentiles cantantes en más de una escena.

Niños en tinieblas cumple con la intención de acercar al público y lector juvenil una obra homenaje que, además de hacerlo disfrutar en su lectura, lo ayuda a comprender la tradición, y sirve de vehículo para la enseñanza y el aprendizaje. Con los textos musicalizables y el movimiento de los actores que toman más de un rol, gracias al juego del teatro dentro del teatro, se posibilita la combinación de distintos lenguajes.
Un acto nos alcanzan para disfrutar, enojarnos y reírnos junto a hombres y mujeres, niñas y niños, de ayer y de hoy. Actualmente, al leer o ver teatro, en ocasiones no tomamos en cuenta el desarrollo de la dramaturgia que presenciamos y disfrutamos. Esta comedia de enredos, como la define su autor, es una oportunidad para que ambas experiencias vayan juntas.



Ficha técnico artística


Duración: 50 minutos





LIBERARTE
Av. Corrientes 1555 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4375-2341
Web: http://www.liberarteteatro.com.ar
Entrada: $ 80,00 - Domingo, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado - 15:00 hs - Hasta el 02/08/2015 



La Varsovia

Un clásico 
de Patricia Suarez




Escribe:
Alejandro Miroli


Presencia casi continua en la escena porteña –con al menos seis puestas en la última década, con elencos y dirección diferentes– La Varsovia es ya un clásico contemporáneo en el que los directores van asumiendo variaciones personales. La puesta anterior a la actual, por ejemplo, instaló un personaje que sólo aparece en el discurso de las dos mujeres. Al mismo tiempo una obra que presenta un caso limpio de antagonismo femenino en torno al amor y al poder.
De ese modo, la vista de la obra hoy supone que su tema es conocido y así aparecen resúmenes de la historia, en la comunicación institucional y las gacetillas de prensa. Y ello no es recomendable, por lo contrario sería bueno que el espectador vaya sin información sobre el asunto, porque parte de lo que sucede exige una mirada ignorante sobre lo que sucede. La información de contexto, suspende lo más interesante y nos reduce a ver una representación, a juzgar de una u otra actriz sobre lo que ya sabemos.

Dos mujeres en viaje, una de ellas enamorada de un hombre, la otra, hermana o no de él, van descubriendo que nada es como parece en sus primeras versiones, y que las cosas tienden a ser completamente opuestas: donde una supone amor y poder no habrá sino desprecio e impotencia, donde la segunda aparece como una víctima se configura una victimaria feroz.
Es esta inversión, en la cual un hombre mentado se resignifica completamente y donde la mentira deviene otra mentira es cuando la obra alcanza su mayor ímpetu. 


Las dos actrices de esta puesta –Silvana Rosón, Lena Simon  van pasando del diálogo banal en la cubierta de un barco –en la cual una corrige a la otra sobre la pronunciación correcta de una palabra– hacia una tensión destructiva extrema.
Es en ese plano, la obra presenta su densidad dramática, la anécdota de la historia es simplemente una excusa; el drama que sucede –esa inversión de relaciones en torno al amor y al poder– puede ocurrir en cualquier otro ámbito y con cualesquiera personajes.

Es de elogiar el recurso de la música en escena: una guitarra y un acordeón dan un ambiento de calidez, en cada cambio de escena. Es destacable que la música fue compuesta para la puesta. La escenografía minimalista sugiere un barco simplemente ensamblando unas placas de carpintería, y la iluminación y vestuario acompañan ese tono.


Sinopsis de Prensa:

“La Varsovia”, una organización de socorros mutuos. Luego la “ZwiMigdal”.Se dedicaban a la trata de blancas. Años 30´ .Un barco que se dirige a la Argentina. Dos personajes. Dos mujeres polacas en disputa. “Lo que es no es”. Un personaje masculino central que amenaza con aparecer. Un juego de poder. Una multiplicidad de signos. Una historia cíclica.




EL EXCENTRICO DE LA 18º
Lerma 420 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4772-6092
Web: http://www.elexcentricodela18.com.ar
Entrada: $ 120,00 - Sábado - 19:00 hs - Hasta el 29/08/2015