Estrenada en el 2013 y repuesta en el 2015, en otra
sala y con cambio de elenco –Anabel Ferreyra reemplaza a María de la Paz Perez
en el papel de Esther– Fábrica de Chicas
es una obra sobre la condición femenina: en las relaciones laborales –con la
presencia ausente de un personaje que sólo es mentado en las conversaciones con
su amante, y que por ello logra convocar la envidia de las mujeres presentes–,
en las relaciones de subordinación y compañerismo –cuando Esther es la jefa de
Alma y al mismo tiempo oficia de confesora y consejera– y sobre las relaciones
familiares cruzadas por la violencia de género en el caso de Alma y el destino
de mujer infértil en el caso de Esther.
Ello permite contextualizar la información que
aparece en las gacetillas y en la comunicación que ofrece la compañía que monta
Fábrica de Chicas, que la presenta
como una obra sobre la violencia de género. No, la violencia de género está,
pero también la violencia laboral, también la violencia de la represión sexual,
también la violencia del poder, también la autoridad –una cámara que observa
como el Gran Hermano orwelliano y que impone el punto de mirada masculino, un
punto jerárquico, que deja fluir la conversación hueca o la competencia
minúscula, mientras se cumplan los objetivos. Y la violencia de género –los
golpes y abusos que sufre Alma y que sistemáticamente niega, dando una versión que
exculpa sistemáticamente a su marido– que es emergente de las condiciones
personales de los personajes: es la capacidad de negación, es la rutina de la
maternidad impuesta –cuando Alma se embaraza de su marido sin decirle y
fantasea con que él necesita un hijo que sería la prenda de pacificación de su
carácter violento.
Ambas actrices desarrollan una actuación atrapante:
los cambios de ánimo, la tensión contenida ante la eterna cámara vigilante, la
tensión y celos que fluyen de Esther hacia Alma, las escenas en las que una
trincheta –una herramienta de trabajo en una sección de embalaje– se convierte
en un instrumento que contiene la tensión, cuando cada una de ellas lo toma con
fuerza, la desplaza y la mira.
La puesta material está correcta, las actrices
tienen sus uniformes de empleadas de embalaje, los embases que montan permiten
ver el trabajo material en acto, la iluminación y el mobiliario mínimo
acompañan la ambientación laboral.
El texto, en cambio parece recostarse sobre figuras
tópicas: la mujer negadora, la envida del embarazo. Especialmente el caso de
Alma parece el más predecible, tal vez fijado en alguna visión de la
perspectiva de una mujer en tiempos en los que ni la psicología ni el derecho
ni la legislación recogían la demanda de contención y castigo a esa
fenomenología del dolor. Por lo contrario, en las violencias laterales, en
aquellas formas que concurren en personajes dolientes, incapaces de salir de
sus rutinas alienadas es donde la obra tiene sus mejores logros.
Un comentario final sobre la sala; esta sala está
montada en un subsuelo al que se accede por una escalera metálica, pero las butacas
están todas al piso, sillas alineadas unas tras otras, con la incomodidad de
los ángulos cegados por los espectadores que se sientan en las primeras filas. El
teatro puede ser un esfuerzo de pura voluntad, pero para sacarlo del amateurismo es necesario cierto enfoque
profesional: una sala de teatro sin gradas no se diferencia de una estudiantina
en un living casero. Es imperioso agotar la imaginación y creación para darle
cierta distribución espacial a las butacas, y que éstas sean lo más cómodas posibles
y que retengan al espectador.
Gacetilla de Prensa:
Fábrica de Chicas aborda la temática de la violencia de género.
Mujeres expuestas, sometidas, juzgadas y controladas que nos muestran, con su
cuerpo, su propia historia. Un espectáculo que se propone reflexionar en torno
a la histórica cultura machista y sus consecuencias, tanto a nivel subjetivo
como social.
Sinopsis // Alma y Esther, son dos empleadas de una
fábrica que día tras día, trabajan juntas en un espacio cerrado, ambas arman,
empaquetan y atan cajas de cartón. Dos mujeres enfrentadas a lo más profundo de
su deseo; esclavas de sus propias pasiones. Dos hombres que marcan sus vidas,
dejando en sus cuerpos huellas indelebles.
"Tuve la fortuna de ser criado por una abuela campesina quien caló
muy hondo en mí. Desde chico tuve una mirada aguda sobre la temática. Escribir
esta obra fue, para mí, un fluir de conciencia. Una catarsis en todo su
esplendor. Producir desde las entrañas. Además, me he dado el lujo de
dirigirla, que es otro universo. Y lo más importante: no podría haber realizado
este ritual de reflexión y denuncia sin el compromiso y talento de Anabel
Ferreyra y Verónika Ayanz Peluffo, dos actrices que despliegan con su cuerpo
sensible la ceremonia secreta que implica Fabrica de Chicas", Osvaldo Peluffo.
Ficha técnico artística:
Compañía Faro
Compañía Faro
TEATRO EL DAMERO
Dean Funes 506 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 2060 - 2278
Entrada: $ 120,00 - Sábado - 21:00 hs
Dean Funes 506 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 2060 - 2278
Entrada: $ 120,00 - Sábado - 21:00 hs
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