Escribe:
Alejandro Miroli
Escrita hacia 1605, y publicada en 1608, King Lear es una de las mayores tragedias de William Shakespeare, y desde ese momento ha sido uno de sus textos más representados, traducidos y explorados. En nuestro tiempo, ha tenido numerosas versiones cinematográficas o televisivas, entre las cuales se cuentan las de Peter Brook (1971), Grigori Kozintsev (1971, sobre la traducción al ruso de Boris Pasternak) y Akira Kurosawa (1985); dos óperas: una de Aribet Reimann–con texto de Claus Henneberg, estrenada en 1978– y otra de Aulis Sallinen, -con texto propio, estrenada en 2000.
El personaje de Lear tiene fuentes literarias,
históricas y míticas, que se remontan hasta el mundo celta narrado en la Historia regum Britanniae, de Geoffrey de Monmouth (estos eventos se encuentran en
HRB II 135-260) Allí el autor comienza su crónica del siguiente modo:
“Luego
que Bladud hallara su destino, su hijo Leir asumió el reinado y reinó por
sesenta años. Él hizo construir una
ciudad sobre el rio Soar, llamada desde ese momento Kaerleir en británico y
Leicester en ingles. No tuvo hijos varones,
sino tres hijas llamadas Goneril, Regan y Cordelia. Su padre las amaba con extrema dedicación,
especialmente a Cordelia, la más joven.” (HRB II, 135-140, traducción nuestra).”
Entre sus fuentes más cercanas se encuentran Arcadia (1590) de Philip Sidney y el anónimo The True Chronicle History of King Leir and his three daughters, Gonorill, Ragan, and Cordella (presumiblemente representada en 1594).
La obra
desarrolla un paralelo narrativo y de motivación entre la historia del Rey
Lear, sus tres hijas y sus yernos y la del conde de Gloucester y sus dos hijos
Edgardo y Edmundo; en ambos casos está presente la compleja dialéctica entre
las relaciones estamentales –los títulos nobiliarios y sus bienes anexos, que
se heredan por vínculos de sangre– y las relaciones emocionales,
cuya lógica es ajena a los privilegios estamentales. Y en ambos casos dichas lógicas
se encuentran en un conflicto irresoluble, que sólo se cierran con daño
inmenso, hasta la muerte (cuando ambas historias convergen en el final, cuando
Edgar –el hijo del conde de Gloucester, se hace cargo de la corona vacante de
Britania que le es cedida por el conde de Albany). Entre ambas historias hay un
contrapunto: Lear –al pretender que sus sucesoras tengan un poder menguado por
la atención debida a su padre– desata la tragedia al romper el delicado equilibrio que imponía la
regla de sucesión dinástica –que es la cuestión más grave en las monarquías
absolutas y estamentales, tanto que las relaciones familiares quedan
suspendidas y el odio se desata entre los más íntimos, hasta culminar en el
desprecio y la vocación homicida. Tal desmesura y sufrimiento desencadenado
lleva a Harold Bloom a sostener que “Como tragedia King Lear solo
encuentra un antecedente digno en el libro de Job …que Lear, expuesto a la tormenta en el
páramo, es deliberadamente una figura Jobeana…” (Harold Bloom, epílogo a William
Shakespeare: King Lear (The Annotated
Shakespeare), Yale University Press, 2007, p. 195-6), lo que es vívido en
el terrible lamento de Lear:
“¡Soplad vientos
Hasta hacer explotar vuestras mejillas!
¡Acción! ¡Soplad!
Huracanes cataratas del cielo volcaos
Sobre los campanarios y las torres
Hasta que no se vea ni una sola veleta.
Rayos sulfúricos
A la velocidad del pensamiento
Precursores seguros de la centella
Que parte en dos la encina
¡Chamuscad mi cabeza blanca!
Y vos trueno que todo lo sacudes
¡Aplanad el planeta!
¡Rompe los moldes de la naturaleza
Aniquila los gérmenes y las semillas
Para que nunca más
Vuelvan a procrearse hijos ingratos!”
(Acto III, 90-100, traducción de Nicanor Parra)
Por el contrario, el duque de Gloucester es un hombre medido, de voz prudente cuya tragedia se desata por la propia dinámica de la pertenencia estamental, entre hijos bastardos e hijos legítimos –que desata una vocación fratricida en Edmundo –el hijo bastardo– para obtener la herencia que perdería de vivir Edgardo
El final de
la obra es una de los pasajes más dramáticos de la historia del teatro: la
locura y la lucidez se unen en el postrero reconocimiento que hace Lear de su
amante hija Cordelia:
“¡Y mi pobre loquita estrangulada!
¡No no no vida!
Por qué motivo ha de vivir un perro
Un caballo una rata
¿Y en ti ni el más mínimo aliento?
¡Nunca nunca nunca nunca nunca!
Desabrochadme este botón por favor.
Gracias señor.
Veis miradla mirad sus labios.
¡Miren miren!”
(Acto V, 515-20, traducción de Nicanor Parra)
Es de celebrar la apuesta de la Compañía Teatro
Argentino de Cámara –Teatro El Convento por mantener un repertorio clásico en
el ámbito teatral de nuestra ciudad. El teatro clásico supone personajes con
espesor histórico –visto la composición de Lear desde la antigua crónica celta
hasta la convergencia de dos historias enhebradas– y son obras extensas, lo que
exige tiempos de ensayo y composición de personajes, y cierta atención al texto
–que originalmente estaba escrito en verso y cuya transcripción a prosa tiende
a mermar la intensidad dramática que
provee aquella forma estilística- incluso la prosa volcada en castellano
clásico supone un extrañamiento de la lengua hablada de nuestro tiempo, todo lo
que puede ser alógeno a las actuales dramaturgias. Esta puesta tiene una duración de dos horas
sin intervalos, lo que debe ser destacado, y los actores mantienen el texto sin
caídas; también hay un esfuerzo en la vestimenta que opera como el recurso
principal para situar en época; la escenografía es mínima –una mesa que se
mueve una y otra vez para cambiar ámbitos; en esa dirección los ambientes se
logran con la iluminación, que acentúa los claroscuros –lo que puede conspirar
un poco para las personas de corta visión.
En la puesta se pueden ver movimientos de danza, lo que es consistente con la declaración de principios de la compañía:
En la puesta se pueden ver movimientos de danza, lo que es consistente con la declaración de principios de la compañía:
“De
esta manera hemos elaborado, a lo largo de estos años, puestas inspiradas en el
arte escénico de la época en que se gestaron las obras (el cuadro vivo, los
escenarios simultáneos, el truco escénico.); pero también, las hemos fusionado
con formas disímiles que van desde el No japonés al de tensión-relajación de
Marta Graham.” (De la página institucional de la
Compañía Teatro Argentino de Cámara: http://www.teatroelconvento.com.ar/artistica.html)
El comienzo de la obra atrae, ya la
primera escena del decreto por el cual Lear distribuye su reino, se efectúa
fuera de la sala, desde la altura del trono –lo que enfatiza la imagen de poder
absoluto del rey– ello
contribuye a fijar el espacio dramático.
En la puesta, ambos conflictos se presentan
con intensidad diversa. En Lear aparece
una composición exacta, medida de la desmesura y desvarío que lo asalta; la
Locura aparece como su sombra y entre ambos se componen los mejores momentos de
esta puesta.
Goneril y su marido el duque de Albany,
Regan y su marido el duque de Cournalles, Cordelia, Oswald y el duque de Kent
están correctos, si bien estos últimos sería deseable una mayor intensidad de
los personajes, que quedan un poco hablados meramente.
El conflicto del duque de Gloucester se
encuentra con el exigido trabajo de Adrián Sett –que representa a Edmundo y a Edgardo,
quienes tienen registros diferentes– que supone un esfuerzo superior, que por momentos
desdibuja el contraste entre ellos.
La obra y la puesta son completamente
recomendables y es de esperar que la sala tenga llenos continuos, y que puedan
perdurar más allá de plazos mínimos planeados.
Sinopsis de Prensa
Rey Lear (1605) forma parte de la cúspide dramática de William
Shakespeare (1564-1616). Examina la tormenta que genera un anciano rey, a
partir del reparto de su reino entre sus hijas, y expone crudamente las
consecuencias. El desmoronamiento de su familia y su país son apenas el
preámbulo del caos que se cierne sobre todos los personajes, carcomidos por
mezquinas ambiciones. La lealtad desaparece, la cordura es fugaz. La naturaleza
misma se vuelve brutal.
Rey Lear, como una
implacable vorágine, nos arrastra a los basurales de la condición humana, donde
la locura y la crueldad tienen su lugar. Sin embargo, mientras la mente de Lear
tambalea, alcanza una nueva sabiduría. A medida que la traición lo devora, la
lealtad aparece. En su momento más oscuro, el amor lo redime.
Una vez más, Shakespeare nos acerca el sentido de la vida. Ponemos
en escena Rey Lear porque
explora las relaciones más básicas de nuestra existencia, resaltando la belleza
de la verdad: “Decir lo que sentimos y no lo
que debiéramos decir” sigue siendo tan resonante hoy como lo
fue hace cuatrocientos años.
Ficha Técnica
Actúan
por orden de aparición:
ADRIÁN
SETT (Edmundo - Edgardo), OSCAR SANDOVAL MARTÍNEZ (Glocester), JAVIER
ALTAMIRANDA(Kent), MARTÍN BARREIRO (Lear), MATÍAS ZAS (Cornualles), GABRIELA
CAPONETTO (Regan), FABIO VERÓN (Albania), MIMI FERRARO (Goneril),
FLAVIA CARLUCCI (Cornelia), GRACIELA ROVERO (La
Locura) y DAMIÁN BRADWAY (Osvaldo). CANTANTE: ELISA GIRALDO
GARTNER.
ESCENOGRAFÍA,VESTUARIO
y DISEÑO DE LUCES: MB-MB
DISEÑO
GRÁFICO: ADRIÁN SETT
FOTOGRAFÍA:
JAVIER POPP
PRENSA:
LAURA CASTILLO
Adaptación,
puesta en escena y dirección general: MARTÍN BARREIRO
TEATRO EL CONVENTO
|
Reconquista 269. C.A.B.A.
|
SÁBADOS 21 hs.
Entrada gral. $150 Desc.
estudiantes/jubilados $120
Reservas: 4264-1101
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario