de Mockinpott
de la mano de Margulis-Levín
Escribe:
Fernando González Oubiña
En la sala de arriba del Teatro IFT,
he presenciado una Alucinación colectiva o hechizo de proporciones épicas. Hubo
en la última función de la temporada 2017 de Mockinpott suficiente de todo, incluso escándalos que se vivieron
en el acceso a la sala, porque el público asistente rebalsaba casi tres veces
la capacidad del noble inmueble… Sobre el escenario, estupendos actores que
suman hallazgos, más colores del género -todos
los imaginables, y más- y luego la más desparpajada libertad; los ojos no me
alcanzaron para ver a todos estos hermosos dementes, dedicados a la
ardua tarea de construir significancias, en esta estupenda puesta en escena del
dúo Margulis-Levín de la emblemática: De
cómo el Sr. Mockinpott logró liberarse de sus padecimientos; obra clave de
la icónica pluma de Peter Weiss (1916-1982), este dramaturgo, novelista,
pintor, artista gráfico y cineasta experimental, nacido
en un suburbio de Berlín, Alemania, que
luego adoptó la nacionalidad sueca.
Weiss como dramaturgo destaca en la
utilización de una amplia gama de recursos técnicos y estilísticos, la diversidad
de planos temporales, el recurso del teatro dentro del teatro, el uso de coplas
callejeras y pregones, la manipulación de los elementos del teatro musical y
del absurdo por primera vez unidos, elementos todos que amalgamados a un
comprometido discurso social constituyen la clave del dinamismo de sus piezas y
cimentan esa particular expresividad, que será marca registrada de su producción, catalogada como: teatro-documento,
o teatro
documental.
Explicado en palabras del propio autor: "…un teatro de información, que renuncia
a toda invención, se sirve de material auténtico (expedientes, actas, cartas,
cuadros estadísticos, balances de empresas, entrevistas, declaraciones
oficiales, reportajes, etc.) y lo da al escenario sin variar su contenido,
elaborándolo en la forma…"
La voluntad eminentemente crítica del
teatro-documento se pone de manifiesto en obras como La indagación, Discurso
sobre Vietnam, Trotski en el exilio, Hölderlin, pero es en Marat Sade
donde consolidará el recurso de la denuncia y la resistencia política, como
intertextualidad con los sucesivos presentes, tornando su dramaturgia en un
legado imperecedero.
Weiss junto con su familia tuvieron que exiliarse durante el nazismo. Vivió en
Inglaterra, Checoslovaquia y en Suecia, donde en lengua sueca comenzó su carrera como escritor,
aunque más tarde logrará fama internacionalmente como escritor en idioma alemán. Estudió en la prestigiosa Academia de Arte de Praga; fue honrado con el Premio
Charles Veillon, 1963; el Premio
Lessing, 1965; el Premio
Heinrich Mann, 1966; el Premio
Anderson Carl Albert, 1967; el Premio
Dehler Thomas, 1978; el Premio de
Literatura de Colonia, 1981; el Premio
de Literatura Bremen, 1982; la Nios
De premio, de 1982; el Premio de la
Crítica de Teatro Sueco, de 1982. Póstumamente le
fue otorgado el Premio Georg Büchner, en 1982.
Alfonso Sastre en su prólogo nos da la
siguiente idea: "Peter Weiss siempre
pensó en el Infierno de Dante como una imagen de nuestro tiempo". Nos
ocupa el infierno del Sr. Mockinpott, que Weiss recrea con fines morales y
prácticos, identificándolo con la catástrofe que supone para la humanidad la
derrota de la revolución proletaria y el surgimiento del fascismo: Holocausto
privado para el protagonista de esta pieza, él será excesivo y se mostrará vulnerable,
la realidad circundante lo vejará de múltiples maneras.
Caricatura del hoy escrita en el pasado.
En esta puesta es
notable la des realización, el despegue de un modo comunicacional naturalista
para pasar a la estética circense, al clown más particularmente, que es una
forma de exposición extrema atravesando la cuarta pared para incluir al
espectador de variadas formas, en términos de ideología clownesca es el público
el que completa la escena en tiempo real, incluido y desprevenido deberá
responder a todos los estímulos y requerimientos del actor, que se asoma a la
posibilidad de un otro no receptivo, y este buen actante quedará dibujado y
deberá, en el mejor de los casos, duplicar la apuesta, elegir rápidamente un
foco de atención mayor por las razones que fueren, rebuscárselas o gritar:
¡telón!
Dato notable: sobre la versión traducida
al español de Alfonso Satre, Javier Margulis, uno de los directores, adapta y contextúa
con pluma maestra, trayéndola al presente, respetando la métrica y
versificación de la traducción de Sastre. Tremendo y destacable logro que se
suma a los múltiples hallazgos de dirección que esta dupla maravillosa: Eugenia
Levín y Javier Margulis constituyen, ellos plantean un universo con recursos
muy magros pero estupendamente aprovechados: luces adecuadas, vestuario
correcto y el recurso escenográfico de los telones pintados, que nos conectan
inmediatamente con la tradición del teatro antiguo, la ópera e incluso los
primeros fotógrafos retratistas de estudio; el espacio se delimita
constantemente en una simpática convención donde los mismos actores corren el
telón, generando un proscenio que es de intimidad e interacción de los personajes
protagónicos: el Sr. Mokinpott y su amigo Pepino, quienes dialogan en un
constante corte brechtiano incluyendo a los espectadores, incluso dirigiéndose
a ellos y consultándolos.
Los directores apelan al humor, el más cruel y recargado, y al estilo de la Farsa –que no
existe en estado puro ni es un género propiamente dicho, es más bien un proceso de simbolización que puede
sufrir cualquier género dramático– en la
propuesta que nos ocupa
este recurso es utilizado para criticar la forma en
la que viven los seres humanos en sociedad. A la Farsa
se la asocia comúnmente con lo cómico, grotesco y bufonesco, a una risa grosera
y a un estilo poco refinado. Se origina en la Edad Media, se supone que nace de
una serie de liturgias y jurisprudencias que eran evidencias de algunas
situaciones irregulares en la vida, tanto civil como eclesiástica. Mientras la
comedia intenta reconciliar al espectador con sus propios vicios humanos, la farsa
pretende denunciar una realidad oculta, ignorada o controlada. Lo hizo en
tiempos antiguos satirizando los
principales géneros teatrales que en
ese momento existían: el de los misterios
y el de las moralidades, en tono de burla.
Etimológicamente del Francés farce,
de farcir, y éste del Latín farcire, rellenar.
Una notable sucesión
de confrontaciones ideológicas atrapa al protagonista en controversiales
contradicciones, exponiendo el maloliente tejido social y el abuso que ejercen
las instituciones sobre el sujeto. Como en toda la obra de Peter Weiss la
incorrección política es su marca registrada, la denuncia social es llevada a
una estilización intertextual que tiene la particularidad única de la
atemporalidad, estos males que Weiss denuncia seguirán aquejando a nuestra
especie, porque el gran autor nos expone destazando el alma humana en una feroz
carnicería psicológica, el texto plagado contenidos anarquistas y una marcada
tendencia humanista es una pieza central del teatro universal. Mediante un
consistente intertexto político la dramaturgia propone un descentramiento, el mundo de Mokinpott estará patas
arriba cuando él logre librarse de la injusta condena que lo mantiene tras las
rejas. Esta versión es en realidad una plataforma de experimentación que
plantea un determinado sistema de signos como pretexto para bucear en el alma
humana.
En escena los
directores priorizan el trabajo con el
propio cuerpo y con el cuerpo del otro, todos ejecutan aceitados recursos de
comedia física y vemos un constante ejercicio virtuoso de dirección y actuación
que conjuntamente y sin límites van retroalimentándose y refocilándose en la
esencia misma de la teatralidad contemporánea.
Es destacable como la
experiencia de estos creadores es capaz de trasvasar, re significando una obra
de arte máxima de la literatura dramática contemporánea, con un ingenio sin
límites. Riesgos tremendos largamente
superados; hay una decisión de los directores de encauzar el hacer en férreos
límites de estilo y luego dejar volar al intérprete, que entendió el sistema de
signos con verdadero virtuosismo en todos los casos, si, todos y cada uno en
este elenco hacen un ejercicio notable de llegar a altos decibeles artísticos y
de allí redoblar la apuesta hasta una fisión actoral, este Chernobyl hilarante
hace doler la barriga y pensar, sorprende y abruma de belleza.
Los actores encaran
alocadamente un teatro que no oculta en lo mas mínimo el artificio, con una
escenografía resuelta en paños pintados y practicables neutros, que se alinean
para construir muebles y espacios, la esencia misma de lo teatral que el dúo
Levin- Margulis ostenta tan desfachatadamente como sus actores la actúan; destaco aquí la agudeza
para ver más allá de lo aparente, de lo obvio, en términos no tautológicos.
La consistencia de la propuesta se
materializa en niveles estratigráficos de lectura, diferentes napas donde se re
significan las conductas farsescas, la constante actividad clown dominada por
precisos efectos sonoros, generados por un personaje narrador incluido en la
escena, que con redobles y efectos rítmicos
realza las actuaciones con precisión, logrando una mecanización del
sujeto que es hilarante, este ángel musical interpretado por Lechuga Beckerman dialoga
con eficacia desde otro lenguaje con la acción y sus protagonistas, excelente
trabajo, clorofila de gran actor corre por sus venas.
El Sr. Mockinpott es un hombre común y buen ciudadano: cumple con su trabajo, paga sus impuestos y se encuentra felizmente casado. Súbitamente su mundo se desmorona y la realidad comienza a serle adversa, sin llegar a comprender el porqué. Por tal motivo, acudirá a diversas instituciones que conforman el sistema social, para revertir la causa de sus padecimientos. El grotesco, la caricatura, el humor en la interpretación de Nacho Albani se manifiestan en ajustadísimos matices y registros que él va administrando a lo largo de la pieza, actuación plagada de momentos desopilantes, logrando desde una inocencia muy bien trabajada una estupenda interpretación del personaje que da nombre a la pieza.
Pepino, es con quien Mokinpott comparte
su incertidumbre, su confusión. Así llegan a consultar a la ciencia y al
gobierno buscando explicaciones, y por último al Dios supremo, Pablo Algañaraz
se luce contrapesando la escena siempre con gracia, dándose lujos y realizando
trucos, sus recursos son sorprendentes y está en estilo aún cuando notoriamente
improvisa, saliendo airoso del riesgo siempre; su interacción y metalenguaje con
el público quiebra todo límite de realidad y ficción y lo que debiera ser un
defecto es algo maravillosamente implementado.
Dentro de esta sátira a las
Instituciones que resultan sordas, inamovibles, inconmovibles e injustas una de
las características es que, salvo Mokinpott y Pepino, los demás actores
interpretan entre cuatro y cinco roles.
Las tres actrices y el actor que completan el elenco
se multiplican y lo hacen con una libertad y una precisión que es estupenda, la
unificación de códigos en estas actuaciones es digno de superlativos únicamente;
Yanina Frankel será ángel, Poder legislativo, enfermera y esposa, en todos
despliega una gama de posibilidades notables, pero sin duda la comedia física
en la escena de la esposa es su punto más alto. Marina Barbera será Fiscal, ángel,
doctor y poder judicial, en su interpretación del doctor y el poder judicial
alcanza decibeles de increíble comicidad. Valeria Maldonado, será abogada,
patrón, enfermera –junto con Frankel son una dupla explosiva como enfermeras- también
poder ejecutivo y ángel, ella sacará punta a todas sus caracterizaciones, me
quedo con la hilarante abogada. Completa este maravilloso elenco Agustín Soler
que es el empleado, carcelero, amante y El Supremo, él se lucirá en todos los
roles, pero es quizás en el empleado donde logra una épica conducta que
sorprende y maravilla, el amante será víctima de la desbordada y sexual esposa,
con El Supremo se luce en una construcción impecable, en
fin, todos los actores encuentran en sus múltiples personajes distintas
conductas que los destacan, y ejercen un adorable virtuosismo.
Siendo la última
función de la temporada 2017, luego de ocho meses de representaciones,
presenciamos los asistentes una tradición de las tablas, que es la de hacer
bromas al compañero, o salirse del texto y marcaciones, muy disfrutables
exabruptos y disrupciones, escenas como la del hospital o la del poder judicial
se fueron, -para decirlo técnicamente- a la mierda, y me encantó… Estos
poseídos son capaces de joder “en estilo”…
Mucho más que
recomendada esta celebración antológica de la teatralidad, me corrijo: es
obligatorio ver esta maravilla. ¡Gracias al elenco por romper ese escenario a
puro talento!
Sinopsis de Prensa:
Un texto político de Weiss que propone
situaciones ideales para el trabajo de Clowns y permite, con la lupa de la
caricatura y el humor, contar las desventuras de un hombrecito común quien, a
partir de un error, sucumbe ante la realidad hostil. Nada de lo construido a lo
largo de su vida parece tener sentido. En compañía de un amigo casual y un
ángel, iniciará el camino hacia la comprensión de sus desgracias, realizando
una visita a las instituciones (Justicia-Matrimonio-Trabajo-Ciencia-República-Religión)
con la intención de que respondan a sus inquietudes.
Ficha técnico-artística
Nacho Albani, Pablo Algañaraz, Marina Barbera, Lechuga Beckerman, Yanina Frankel, Ezequiel Garcia Faura, Valeria Maldonado, Agustín Soler
Duración: 75
minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
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