martes, 19 de junio de 2012

Gorostiza x 2














Dos obras de Carlos Gorostiza

Escribe: Héctor Alvarez Castillo


  La interesante propuesta de reunir dos obras breves de Carlos Gorostiza, en las que se presenta un triángulo afectivo, sale airosa de la mano del talento en la dirección de Norberto Gonzalo. La noche se abre con “A propósito del tiempo” y la excelente voz de Fernández Señor, en el papel de Rosa. Ahí inicia un gracioso ping-pong con Natalio, su marido; muy bien interpretado por Jorge Ochoa. A estos dos actores se les unirá la capacidad de Guido D’Albo, redondeando en escena un triángulo perfecto, en el texto que consideramos se destaca entre las obras elegidas. Es apropiado indicar que en ambos textos el absurdo está en el aire, por momentos da la impresión de que se lo puede palpar, irrita, a la vez que desencadena diálogos y repara, pero en las escenas de comicidad aparente, la tragedia está a la mano.
  Los diálogos al comienzo serán sobre cuestiones banales. Cada uno se mostrará distraído en su rutina, a semejanza de un gato lamiéndose en un rincón, pero con la aparición sorpresiva de Carmelo la acción tendrá un ritmo que no cesa hasta el final, donde las cosas –de algún modo– parecen retornar a un cauce natural.
  A la llegada abrupta de Carmelo, con un ramo de flores en la mano, la seguirá una salida no menos violenta. No hay secretos, en verdad, de tres; los secretos son de dos, pero a Rosa la realidad le muestra que el secreto que guardó 37 años era sólo de ella. Las verdades cotidianas terminan siendo la única verdad en la que está sumida su vida.

   En “Hay que apagar el fuego”, el triángulo amoroso no es la fantasía de una mujer insatisfecha, que añora lo que no es ni fue, sino una realidad diaria. A Cayetano, el marido bombero que trabaja en una fábrica, con un sueldo magro, le va justo el dicho “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Negara la realidad de su matrimonio anteponiendo constantemente sus aspiraciones a los reclamos de Líber. Su altruismo tiene una pata renga, en esa actitud hacia los demás no considera a la persona que tiene a su lado, que es el primer ser que necesita de él. Y Libertad, en su necesidad de huir a ese orden, le es infiel con Pascual, su amigo de siempre. Gustavo Brenta actúa correctamente ese rol de langa de barrio que, con dinero y sin compromisos, pasa por la vida con liviandad, aunque en el final sufre la pérdida de su relación clandestina.
  El que –gracias a su “ceguera”– no evoluciona en ningún sentido es Cayetano. Llega al hogar herido, luego de una nueva performance como bombero voluntario, que lo llena de orgullo, y de lo único que desea hablar es de su ascenso a cabo. El resto no cuenta. Él continuará viendo el mundo a través de su lente. Cayetano es un pobre infeliz que no puede pensar en él mismo, tal como es, porque no ve a los otros tal como son.

  Acerca de la puesta de ambas obras, podemos añadir que la caracterización de los personajes es, en todo aspecto, excelente. Se combinan con acierto voz, vestuario, actuación, manejo de la escena.
  Destaco la enorme ductilidad de Fernández Señor en la composición de dos personajes femeninos que reaccionan ante su decepción vital con distintos comportamientos, pero que comparten un sinsabor amoroso ante el que se niegan –consciente o inconscientemente– a claudicar.
  Rosa es una mujer avejentada prematuramente, que da la impresión de haber pasado su vida en la espera de un suceso que jamás tuvo otro asidero que su fantasía. LibertadLíber como la llama su marido– esconde su soledad y desgracia en una relación que no es más que un recreo cruel. La esencia de su existencia no la cambian esos encuentros fugaces, en el mismo lecho marital, con Pascual. Su personaje en “Hay que apagar el fuego” será el más humano, por su complejidad, y el que exhibirá el valor de ver las cosas como son realmente.


Sábados 21,30hs
Teatro La Máscara. Piedras 736
TE:  4307 0566 

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