Escribe: Alvarez Castillo
Cuatro obras teatrales le dieron a Anton Chejov (1860-1904) su lugar en la
historia del teatro. “El jardín de los
cerezos” –a la que tal vez debiéramos llamar “El jardín de los guindos”, porque debido al frío no existe en
Rusia lo que con propiedad denominamos cerezo– es la última de esa breve lista.
Arte en Baires presenció “Patagonia en flor”, adaptación de Rubén Pires a esta obra y entendemos
que, antes de hablar de la misma, es útil brindar algunas apreciaciones sobre tal
creación del dramaturgo ruso. La siguiente cita y síntesis es un buen comienzo:
“Se trata de una
comedia escrita en cuatro actos, ambientada en el declive económico de la
aristocracia rusa a finales del siglo XIX. Durante este periodo, los hijos de
los que habían sido sus esclavos se enriquecían y tenía lugar una inversión de
papeles que ponía en entredicho el modus vivendi de las clases adineradas tradicionales.”
Sabemos que Constantin Stanislavski (1863-1938), en la dirección de la compañía
“Teatro de Arte de Moscú”, ideo un
método nacido en buena parte para representar las obras de Chejov. En él era
básica la atención a esa naturalidad
que solicitaban los personajes chejovianos. Un crítico ha dicho –y esto también
vale para su teatro–: que “Sus cuentos parecen esparcirse sobre la
página sin arte, sin ninguna intención estética detrás de ellos. Y así uno ve
la vida a través de sus frases.” Por eso, cuando asistimos a adaptaciones surgidas del mundo
Chejov, esa esencia es parte de nuestras expectativas.
Y ahí estamos, ante la audacia de
Rubén Pires que inspirado en una obra consagrada ha metido mano y creado su
propia obra o versión. La traslación en espacio del conflicto no es tan sencilla
como parece. La oligarquía argentina, nuestros terratenientes, consideramos que
distan en origen y desarrollo a los integrantes de la aristocracia rusa. Y sus
descendientes, salvo tarambanas, no “comen
vidrio”. La idea original concebida para el imperio ruso de fines del siglo
XIX, no es acomodable de buenas a primeras a nuestra historia. Y ahí es donde
el relato pierde verosimilitud, la traslación temporo-espacial no convence. El
prejuicio de clase que hemos visto en películas y leído en novelas, cuando los
contrastamos con la realidad, hace agua. En la práctica, nuestra oligarquía no
ha tenido, desde su surgimiento hasta el día de hoy, miramientos ni escrúpulos.
A la hora de hacer negocios rentables, no titubea ante ningún jardín de cerezos. Pasa por encima de
ellos. Por eso, no es creíble que un grupo familiar rechace en pleno la oferta,
a fines del siglo XX, de un millón cuatrocientos mil dólares por parte de su
estancia, a causa de una mezcla de sentimentalismo y nostalgia. Más si tenemos
en cuenta que existe una hipoteca que arrastrará cualquier atisbo de riqueza o
elegancia en el futuro.
Según la gacetilla: “La obra transcurre a fines del año 1999 en
la estancia de la familia Maldonado, en la Patagonia Argentina, fundada luego
de la Campaña al desierto de Julio A. Roca. Los hermanos Lina y Leónidas
Maldonado tienen que pagar una hipoteca para que no se remate su propiedad,
dedicada décadas atrás a producir cerezas y sus derivados, y que hoy año 2000,
tiene abandonada la producción.“ Acá aparece la figura del hijo de un
antiguo empleado de la familia Maldonado que trae la propuesta salvadora. Al no
seguirse su consejo –y en consonancia con el movimiento social planteado por
Chejov hace un siglo– este hijo de pobres, gracias a sus ahorros, se hará de la
estancia al ganar la subasta al momento del remate de la propiedad.
En tono con esto, añadimos que existen
dos películas argentinas que desarrollan, de alguna manera, situaciones
semejantes: “Paula cautiva” y “Las tres ratas”. Ambas coinciden con “Patagonia en flor”, en ser familias
venidas a menos, con protagónicos femeninos.
Doce actores animan esta puesta, pocos
menos que los que figuran en “El jardín
de los cerezos”. En algunos pasajes de la representación, cuando la mayoría
está en escena, se percibe cierto desarreglo general. Y da la impresión de que
algunos personajes pueden no haber existido y la obra no perdería por esto
consistencia, sino que justamente ganaría en solidez. El desenvolvimiento de
los protagónicos es la nota sobresaliente.
Sinopsis
de la obra:
Lina Maldonado vuelve de París después
de cinco años a su estancia, El jardín de los cerezos, fundada luego de la
campaña del desierto por sus ancestros, cerca de Esquel, en la Patagonia. La
estancia será rematada a fin de año por deudas.
Un ex peón de la estancia, Alejandro
Chodín, devenido en financista en la década del noventa, le propone lotear,
talar y vender para pagar las deudas. Pero ella y su familia no resuelven la
complicada situación amparándose en el préstamo de una tía millonaria.
Se realiza el remate y en medio de los
festejos de fin de siglo se enteran, en plena fiesta, de que la estancia fue
comprada por Alejandro Chodín.
Pasados tres meses, la familia deja la
estancia olvidándose en ella al empleado más viejo de la casa, Pier, quien ya
no tiene fuerzas para partir, quedándose tendido mientras escucha que comenzó
la tala del viejo bosque de cerezos.
Los desencuentros amorosos y
familiares sostienen esta comedía dramática.
Ficha técnica:
Victoria Carreras
Fabio Aste
Darío Levy
Alejandro Hodara
Alejandro Dufau
Ariadna Asturzzi
Natalia Cuño
Flavia Vitale
Isidoro Tolchachir
Gonzalo Javier Alvarez
Claudia Finkel
Luis Margani
Dramaturgia y Dirección: Rubén Pires
Asistente de Dirección: Darío
Restuccio
Diseño de iluminación: Rubén Pires
Banda sonora: Sergio
Vainikoff
Escenografía y Vestuario: Paula Molina
Funciones: Todos los Domingos de agosto y septiembre a las 21 hs.
Duración: 75 minutos.
ESTRENO: 5 DE AGOSTO
TEATRO EL TINGLADO, Mario Bravo 948.
Entradas: $ 90 (pesos)
TEATRO EL TINGLADO, Mario Bravo 948.
Entradas: $ 90 (pesos)
Prensa y Difusión:
On Stage Development
Lucas Mentasti
1555778609
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