revive temas
del siglo XIX
Escribe:
Alejandro Miroli
Entre 1869
y 1898, varias decenas de docentes estadounidenses –la mayoría mujeres– vinieron
a la Argentina para iniciar el desarrollo de las Escuelas Normales Nacionales,
que irían a proveer de los recursos para el inmenso programa de educación que
propagara Domingo F. Sarmiento. Estas mujeres –y unos muy
pocos varones– se radicaron en las capitales provinciales y en las principales
ciudades de la República, y desde allí se desató una marea educativa que aún
sigue haciendo la diferencia de nuestro país.
Pero esto motivo un choque de
civilizaciones –rural y urbana, tradicional y moderna–, un choque de lenguas –el
castellano rural o gauchesco, el inglés estadounidense– un choque de destinos –el
peón rural o gaucho; forma casi extrema de precariedad laboral– la
profesora normal –una
de las primeros destinos laborales para las mujeres profesionales– y un
choque de religiones –el catolicismo popular y el protestantismo de las
iglesias reformadas históricas–, dan forma a la colisión
que aparece como trasfondo y como tema en la obra de Gonzalo Demaría.
Tal vez algo inspirada en el caso
de la maestra Clara Jeannette Armstrong –que renuncio a la Escuela Normal de la
Plata porque no cobraba el sueldo, "La
ogresa de Barracas" presenta a Miss Miller, una maestra normal estadounidense
disconforme con el destino que le habrían ofrecido, quejosa de las promesas
incumplidas, que se dedica a enseñar inglés a los niños de las familias, y a un
joven peón rural o trabajador ocasional, iletrado.
El ambiente de este encuentro es el viejo
barrio de Barracas –barrio que hacia el período en que Miss Miller llegara a la
Argentina, sabía combinar las residencias aristocráticas de la antigua Calle
Larga con los depósitos y barracones de mercadería– en
una amalgama de dueños y productos de la agropecuarios con peones que
acompañaban dicha mercadería, como puerta de entrada de la pampa en la ciudad.
La agenda secreta de Miss Miller es un programa
eugenésico de niños pobres, que lleva a cabo con cuidado, aprovechando las
fábricas de sebo del barrio para hacer desaparecer los vestigios óseos de sus
víctimas. Y en el encuentro de ambos protagonistas –que
guardan secretos terribles– uno
inquiere al otro, tratando de llegar a las oscuras pasiones que los mueven.
Allí el joven observador y movedizo trata de
poner a Miss Miller en evidencia, pero él mismo exhibe un horror tan similar
que le impide ser juez; ambos muestras sus horrores en un juego de atracción y
complicidad.
Puede entenderse la obra como metáfora de un
encuentro civilización y barbarie, pero ello no es posible. Ambas barbaries
sólo muestran el reverso de la vida social de la época juzgada desde nuestras
propias visiones ideológicas; no hay nada de los viejos mitos de la literatura
gauchesca en la crónica familiar del joven y sí una visión de la vida familiar disfuncional,
mediada por más de un siglo de mirada psi,
y lo mismo ocurre con el personaje de Miss Miller –en la medida que el proyecto
eugenésico era en su época toda una manifestación de la modernidad más
“avanzada”, ya que intelectuales que se identificaban como progresistas
predicaban la eugenesia y la higiene social–. Es
una violencia política, en nada identificable con la figura del asesino serial como
un agente con una pura pulsión de violencia psicopática.
En ese sentido la obra escenifica el encuentro
de barbarie con barbarie, barbarie de la vida familiar promiscua con barbarie
de la ingeniería social de la modernidad.
Ambos actores llevan sus papeles con precisión,
en particular el papel de Miss Miller, ya que en ella se asume un riesgo: Miss
Miller hablando casi todo sus parlamentos en inglés, con traducción simultánea
–un cartel en el techo, que se ve mejor desde las butacas superiores–. Lucila
Gandolfo lo hace con solvencia; en el caso del personaje marginal, hay cierta jerga
campera, iletrada.
Puede señalarse que el desarrollo de la
historia, la monstruosidad que ocultan, parece surgir como algo casi natural,
como episodios biográficos de agentes que no tuvieran conciencia de sus
horrores, mientras que el texto claramente los muestra como responsables de
ellos. Y en ese sentido podría enfatizarse más la irrupción de lo no ordinario,
de la monstruosidad oculta que se hace pública.
Una escenografía precisa que conforma un
espacio óseo, como el interior de una osamenta gigante –un costillar que podría
ser de una ballena preside el escenario–
configura ese espacio en el que los personajes se mueven sin la traza de mobiliario
o límites, creando el espacio con su propio desplazamiento; a ello acompaña la iluminación
dando clima.
Un párrafo aparte merece el vestuario –preciso
y muy elaborado en ella, con vestimentas
superpuestas, y
más tópico convencional, en él–, que contribuye a resaltar el conflicto y contrapunto
que ambos generan.
Sinopsis de Prensa:
Esta pieza
concebida en díptico con “La Maestra serial”, versa sobre el encuentro entre
dos culturas: la local representada en un gaucho estilo Juan Moreira y los
inmigrantes, representados por estas maestras bostonianas que con su inglés
llegaban al país para “educar” a los criollos residentes. La leyenda urbana
cuenta sobre una dama de negro paseándose por los saladeros del barrio porteño
de Barracas en busca de pupilos. Dicen que se los come, de ahí el apodo de
Ogresa. Por lo demás, es fina, rubia y habla inglés. Sus víctimas no se
resisten a su encanto bostoniano y caen como moscas en la telaraña. Hasta que
un gauchito, émulo de Juan Moreira, la acorrala en su cueva. Este diálogo
imposible ocurre en septiembre de 1888: fecha de la muerte de Sarmiento y de
los crímenes del primer asesino serial de la historia, Jack el Destripador.
Ficha técnico-artística:
Duración:
55 minutos
TEATRO
HASTA TRILCE
Maza 177
Capital Federal - Argentina
Teléfonos: 4862-1758
Web: http://www.hastatrilce.com.ar
Entrada: $ 120,00 / $ 80,00 - Sábado - 20:00 hs
Maza 177
Capital Federal - Argentina
Teléfonos: 4862-1758
Web: http://www.hastatrilce.com.ar
Entrada: $ 120,00 / $ 80,00 - Sábado - 20:00 hs
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