lunes, 24 de noviembre de 2014

Peter Shaffer en dirección de Clara Pizarro Pando

El ojo público, 
la otra cara de
El oído privado



Escribe:
Alejandro Miroli


El Ojo Público es la mitad de una obra en dos actos que Peter Shaffer (Inglaterra, 1926) estrenó en 1962: The Private Ear and The Public Eye. En El Oído Privado se explora la incapacidad del encuentro afectivo entre seres banales y cruzados por represiones, estamos en  los gloriosos 60 que cambiaron toda la percepción de la sexualidad y los roles femeninos. Recordemos que es la década de surgimiento del feminismo radical, el Movimiento de Liberación Femenina que planteaba que la superación de la sociedad patriarcal exigía una crítica de las instituciones capitalistas, al tiempo que del feminismo conservadorel modelo de Helen Gurley Brown (editora de Cosmopolitan) que promovía una visión amplia de la sexualidad femenina sin mencionar ninguna estructura social–.


En ese sentido El Ojo Público expone la mutable condición del amor matrimonial: concebido como lugar de convenciones y roles fijos en la visión tradicionalista de Charles, lugar de desarrollo personal en la visión sesentista de Belinda.


Pero esta relación entre enamoramiento y transformación tal cómo está expuesta en El Ojo Público tiene un linaje teatral único: el tópico del desarrollo o crecimiento personal de una joven vulgar que es cruzado por el enamoramiento. En 1912 George Bernard Shaw estrena su obra más conocida e influyente: Pigmalyon. La historia –basada en el mito griego de Pigmalyon: un escultor que se enamora de su esculturadescribe el proceso de transformación de la joven callejera, Eliza Doolittle, en una dama sofisticada y refinada, gracias a la educación que le brinda el profesor Henry Higgins.

En El ojo público, Belinda es como Eliza Doolittle: una joven casada con Charles Sidley –un maduro contador, diletante y sofisticado consumidor de cultura, y extremadamente convencional, quién desea formar a su joven esposa en estos gustos, a quien conoce de un mundo más chato y vulgar. Y que no puede darse cuenta que el deslumbramiento que se produce en los primeros tiempos, el descubrimiento de uno y otro, se ha acabado y que el presente exige otras formas que renueven el amor que ambos se dispensan.
Pero El ojo público no sólo es una obra sobre la crisis matrimonial en los 60, en que comenzaban a romperse modelos matrimoniales propios de las clases medias urbanas. También es una obra sobre la mirada, centralmente sobre ello.  Y Shaffer cruza ambos tópicos, poniendo en la asunción de la mirada –la pura mirada, sin texto, sin dimensión semiótica alguna– la posibilidad de transformar la rutina matrimonial.
Pero al ser una exposición dramática sobre la mirada la obra va mucho más allá, en forma tal vez lateral al tema del desencuentro matrimonial que aparece como central; el ojo público, el ojo que todo lo ve es aquel ojo del Dios que apareciera en la filosofía de Berkeley, sólo porque Él veía el mundo este mundo adquiría realidad: “… el mundo, no tienen ninguna subsistencia sin una mente; que su ser es ser percibidos o conocidos; que, por consiguiente, mientras no son actualmente percibidos por mí, o no existen en mi mente ni en de algún otro espíritu creado, entonces, o bien no tienen existencia en absoluto, o bien subsisten en la mente de algún otro Espíritu eterno…”.
Si Berkeley fue el filósofo que puso la mirada en el punto central de la Realidad, Julian Cristoforou –el detective contratado por Charles para ver si Belinda lo engaña con otro hombre es quien pone la mirada en el punto central de Belinda: ve lo que hace Belinda y la ve, y es simultáneamente visto por ella.
Y en ese ver a Belinda, establece un vínculo mudo, de reconocimiento en un puro presente, sin intercambio de información ni de relatos; un imperio de la mirada que constituye subjetividad –la que como el árbol de Berkeley sólo existe si mira o es mirada; así sólo tomado por la mirada cómplice y gestos vagos, cobija y repara el malestar afectivo que ella tiene, el enojo con su marido, quien la pone como muñeca, como compañía, como logro y no como mujer.
Esta presencia de la mirada como eje de la transformación se acrecienta con el recurso escenográfico de escaleras altas, en las que suben los personajes en los momentos de mayor intensidad dramática, dándoles desde esa altura una visualidad que excede las paredes del estudio, que vas más allá, concitándose un espacio de trascendencia.
De ese modo El Ojo Público pone en el formato de una reflexión leve, sobre la crisis matrimonial, uno de los problemas fundamentales de la metafísica de la Modernidad.  Si bien no parece la pretensión del autor, es de resaltar la presencia de esa deriva hacia el tema de la mirada.
Milagros Almeida con el vestuario y maquillaje de la época, adquiere la mayor intensidad dramática, y demuestra el punto en el cual el amor y la pasión comienzan a desgajarse y exigen ser revividos. Jorge Sánchez Mon compone a un personaje convencional, en exceso, y esto lo hace resaltando esa convencionalidad, acentuando en su tono de voz y posición corporal ese carácter –lo que tal vez exigiera una mayor toma de riesgo, en los que no sólo hablara de sus emociones, sino que las viviera–.  Y Ariel Mele compone al detective Cristoforou, como un personaje generador de equívocos, como medio desconectado de su interlocutor.


Quienes hayan visto El Oído Privado (1), en donde también actúa, podrían sorprenderse con la continuación del registro actoral, de un personaje dubitativo, ambiguo, situación que de alguna manera compromete su personaje.
Por último es de destacar la escenografía, austera y acogedora, y también el vestuario que contribuye a la ambientación epocal de la obra.


Sinopsis de Prensa:

Podemos ver en esta obra el excitante descubrimiento del amor en sus comienzos y el inexorable desgaste del mismo por el paso del tiempo. A la vez, se instala una brecha generacional entre los personajes que conforman el matrimonio, más aguda aún, por la revolución cultural londinense de los años 60, expandida de forma explosiva a todas las fronteras. El tercer personaje confronta y a la vez coopera, de forma extraña conformando entre todos un curioso trío. Bellas palabras de Shaffer para tratar cada uno de estos sentimientos de manera profunda y sutil.
Con el diseño de luces de Marco Pastorino y con escenografía y vestuario del talentoso Rene Diviu la puesta sucede en un espacio típico londinense de la época, dejando a los personajes revalorizar las palabras del autor donde lo universal se impone con rigor. La música acompañara de manera obsesiva con el ritmo de lo que sucede en escena.



Ficha técnico-artística:


PATIO DE ACTORES
Lerma 568 
(mapa)
Capital Federal - Argentina
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00

Sábado - 21:30 hs - Hasta el 06/12/2014 


No hay comentarios:

Publicar un comentario