la otra cara de
El oído privado
Escribe:
Alejandro
Miroli
El Ojo Público es la mitad de una obra en dos actos que Peter Shaffer (Inglaterra, 1926) estrenó en 1962: The Private Ear and The Public Eye. En El Oído Privado se explora la incapacidad del encuentro afectivo entre seres banales y cruzados por represiones, estamos en los gloriosos 60 que cambiaron toda la percepción de la sexualidad y los roles femeninos. Recordemos que es la década de surgimiento del feminismo radical, el Movimiento de Liberación Femenina que planteaba que la superación de la sociedad patriarcal exigía una crítica de las instituciones capitalistas, al tiempo que del feminismo conservador –el modelo de Helen Gurley Brown (editora de Cosmopolitan) que promovía una visión amplia de la sexualidad femenina sin mencionar ninguna estructura social–.
Pero esta relación entre enamoramiento y transformación tal cómo está expuesta en El Ojo Público tiene un linaje teatral único: el tópico del desarrollo o crecimiento personal de una joven vulgar que es cruzado por el enamoramiento. En 1912 George Bernard Shaw estrena su obra más conocida e influyente: Pigmalyon. La historia –basada en el mito griego de Pigmalyon: un escultor que se enamora de su escultura–describe el proceso de transformación de la joven callejera, Eliza Doolittle, en una dama sofisticada y refinada, gracias a la educación que le brinda el profesor Henry Higgins.
En El ojo público, Belinda es
como Eliza Doolittle: una joven casada con Charles Sidley –un maduro contador, diletante y sofisticado consumidor de cultura, y
extremadamente convencional, quién desea formar a su joven esposa en estos
gustos, a quien conoce de un mundo más chato y vulgar–. Y que no puede darse cuenta que el deslumbramiento que se produce en
los primeros tiempos, el descubrimiento de uno y otro, se ha acabado y que el
presente exige otras formas que renueven el amor que ambos se dispensan.
Pero El ojo público no sólo es una
obra sobre la crisis matrimonial en los 60, en que comenzaban a romperse
modelos matrimoniales propios de las clases medias urbanas. También es una obra
sobre la mirada, centralmente sobre ello.
Y Shaffer cruza ambos tópicos, poniendo en la asunción de la mirada –la
pura mirada, sin texto, sin dimensión semiótica alguna– la posibilidad de
transformar la rutina matrimonial.
Pero al ser una exposición dramática sobre la mirada la obra va mucho más
allá, en forma tal vez lateral al tema del desencuentro matrimonial que aparece
como central; el ojo público, el ojo que todo lo ve es aquel ojo del Dios que
apareciera en la filosofía de Berkeley, sólo porque Él veía el mundo este mundo
adquiría realidad: “…
el mundo, no tienen ninguna subsistencia sin una mente; que su ser es ser
percibidos o conocidos; que, por consiguiente, mientras no son actualmente
percibidos por mí, o no existen en mi mente ni en de algún otro espíritu
creado, entonces, o bien no tienen existencia en absoluto, o bien subsisten en
la mente de algún otro Espíritu eterno…”.
Si Berkeley fue el
filósofo que puso la mirada en el punto central de la Realidad, Julian
Cristoforou –el detective contratado por Charles para ver si Belinda lo engaña
con otro hombre– es quien pone la mirada en el punto central de
Belinda: ve lo que hace Belinda y la ve, y es simultáneamente visto por
ella.
Y en ese ver a Belinda,
establece un vínculo mudo, de reconocimiento en un puro presente, sin
intercambio de información ni de relatos; un imperio de la mirada que
constituye subjetividad –la que como el árbol de Berkeley sólo existe si mira o
es mirada; así sólo tomado por la mirada cómplice y gestos vagos, cobija y
repara el malestar afectivo que ella tiene, el enojo con su marido, quien la
pone como muñeca, como compañía, como logro y no como mujer.
Esta presencia de la mirada
como eje de la transformación se acrecienta con el recurso escenográfico de
escaleras altas, en las que suben los personajes en los momentos de mayor
intensidad dramática, dándoles desde esa altura una visualidad que excede las
paredes del estudio, que vas más allá, concitándose un espacio de trascendencia.
De ese modo El Ojo Público pone en el formato de una
reflexión leve, sobre la crisis matrimonial, uno de los problemas fundamentales
de la metafísica de la Modernidad. Si
bien no parece la pretensión del autor, es de resaltar la presencia de esa
deriva hacia el tema de la mirada.
Milagros Almeida con el
vestuario y maquillaje de la época, adquiere la mayor intensidad dramática, y
demuestra el punto en el cual el amor y la pasión comienzan a desgajarse y
exigen ser revividos. Jorge Sánchez Mon
compone a un personaje convencional, en exceso, y esto lo hace resaltando esa
convencionalidad, acentuando en su tono de voz y posición corporal ese carácter
–lo que tal vez exigiera una mayor toma de riesgo, en los que no sólo hablara
de sus emociones, sino que las viviera–. Y Ariel Mele
compone al detective Cristoforou,
como un personaje generador de equívocos, como medio desconectado de su interlocutor.
Quienes hayan visto El Oído Privado (1), en donde también actúa, podrían sorprenderse con la continuación del
registro actoral, de un personaje dubitativo, ambiguo, situación que de alguna
manera compromete su personaje.
Por último es de destacar la
escenografía, austera y acogedora, y también el vestuario que contribuye a la ambientación
epocal de la obra.
(1) Ver nuestra crítica en: http://arteenbaires.blogspot.com.ar/2014/06/el-oido-privado-o-los-limites-del-deseo.html
Sinopsis de Prensa:
Podemos ver en esta obra el excitante
descubrimiento del amor en sus comienzos y el inexorable desgaste del mismo por
el paso del tiempo. A la vez, se instala una brecha generacional entre los
personajes que conforman el matrimonio, más aguda aún, por la revolución
cultural londinense de los años 60, expandida de forma explosiva a todas las
fronteras. El tercer personaje confronta y a la vez coopera, de forma extraña
conformando entre todos un curioso trío. Bellas palabras de Shaffer para tratar
cada uno de estos sentimientos de manera profunda y sutil.
Con el diseño de luces de Marco Pastorino y con
escenografía y vestuario del talentoso Rene Diviu la puesta sucede en un
espacio típico londinense de la época, dejando a los personajes revalorizar las
palabras del autor donde lo universal se impone con rigor. La música acompañara
de manera obsesiva con el ritmo de lo que sucede en escena.
Ficha técnico-artística:
PATIO DE ACTORES
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Argentina
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00
Lerma 568 (mapa)
Capital Federal - Argentina
Teléfonos: 4772-9732
Entrada: $ 90,00 / $ 70,00
Sábado - 21:30 hs - Hasta el 06/12/2014
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