en dirección de Leopoldo
Minotti
Escribe:
Alejandro
Miroli
Estrenada
en 1949 –un tiempo axial en la historia argentina– la obra de Carlos Gorostiza
se ha convertido en uno de los clásicos dramáticos de la Argentina. Nunca mejor dicho, ya que el signo de un
clásico es su uso casi incesante en el currículo de literatura de las escuelas
medias.
Instalado
en un movimiento que renovó la escena teatral –junto a autores como Agustín
Cuzzani, Osvaldo Dragún– y que rompió con el costumbrismo, y con la crítica de
vicios y virtudes personales, propia del teatro anterior, por la crítica de las
instituciones. En El Puente esto es
llevado al extremo; es el dinero, el dinero en sí como fetiche; y es la lógica
del dinero la que aparece como determinante; y el dinero opera como un magma
anónimo –en palabras del Padre: “El dinero corre. Viene
y se va. No es de nadie. El dinero es dinero y nada más. Que algunos ahora tengan más no significa que
pertenece a ellos.” En esta lógica somos nosotros los que pertenecemos
al dinero. En
esa lógica sólo nos cabe pertenecer o no; y esta decisión traza la diferencia
entre “los muchachos de la barra” y “los pitucos” (“¿No viste que es un pituco?” interroga
Pichín –uno de los muchachos– refiriéndose a
Rodolfo, el hijo del Padre, dueño de la casa en cuyo frente transcurren las
escenas de la barra y cínico perdedor, que dilapidó la fortuna familiar).
Unos
lo anhelan, y sienten su ausencia como una perdición –La Casa– otros lo tienen
y lo entregan sin miramientos, cuando se necesita la solidaridad grupal –La
Calle.En la obra hay un interlocutor ausente, tan ausente que si la obra se diera en otro país, los espectadores no entenderían cual es el ambiente social en que transcurre. Y tan presente que el eje dramático central –la oposición entre La Calle y La Casa– lo representa con otras palabras: el peronismo de la primera administración de Juan Domingo Perón. Está en las observaciones que dan cuenta –en la voz del Panadero– en las menciones de la puja distributiva, que llegaba a la Argentina para quedarse y sobre la que continuamos refiriéndonos. Declara el Panadero: “Imagínese. Todo sube, el sueldo no alcanza. Entonces piden aumento. Viene el aumento, entonces todo sube. Y no alcanza el sueldo otra vez. ¿Qué se puede hacer?”
La familia opera como
espejo inverso de la barra: el Padre cínico observador del vacío que porta el
dinero, Rodolfo como el perfecto opuesto a los muchachos –vago, sin ninguna ambición que no sea salir con sus
amigas, sin ninguna comprensión de lo que sucede– y Elena, la esposa del Ingeniero, que expresa los
valores de la clase media urbana y profesional: la valoración del dinero, el
prejuicio social y el cuidado de las apariencias, en una visión casi darwiniana
de la vida social: “En este mundo todos tienen la misma oportunidad. El que la sabe
aprovechar, allá él. Nosotros no tenemos por qué después ir salvándolos de los
apuros. Mejor es darles una lección”.
La barra de muchachos
presenta una de las actuaciones colectivas más ensambladas y perfectas que se
pueda ver en la escena actual, siete personajes, siete actores marcados con
precisión y con el tiempo y tono exacto, trasmitiendo aquella institución
celebrada –e hija de una época en que la movilidad de las clases populares era
escasa y la posesión de un auto particular era un síntoma de status, que diferenciaba
riqueza; en que la mayoría de los trabajos estaban allí, en el barrio, en que
el tiempo laboral y el tiempo de socialización se nutrían uno a otro –y que
aparece representado, en la obra, por el trabajo que había tomado Andresito en
Campana– y en que
la vida concebía sin dinero los lazos humanos.
La familia de los “pitucos” también exhibe la tensión y la
crispación necesarias, sin embargo el papel del Padre exigiría una edad y una
postura corporal –vencida– que la juventud de Guillermo
Rosasco no trasmite al punto que lo
solicita el papel. En el cinismo y desprendimiento que expresa el Padre, es donde
la conciencia de la vanidad del dinero aparece en La Casa. Es quien hizo la
trayectoria entre los dos mundos: aquel donde contamos el dinero y aquel donde
el dinero nos cuenta –como la necesidad de La Madre de pagar la deuda antes del
mediodía–.
En general, puede señalarse un común en los personajes de La Casa:
la marcación actoral está como acentuada, como si los propios actores no
creyeran en los valores que exponen estos personajes, y en ese sentido El
Padre, Elena y Rodolfo, parecen como levemente ridiculizados.
Dividida en dos actos con
dos movimientos cada uno (La Calle, La Casa), que transcurren en tiempos
paralelos y en una acción que converge hasta un final perfecto, que cierra y
significa toda la acción dramática –en que Calle y Casa se unen, en presencia
de la muerte– la escenografía en paralelo sigue la acción. Y el recurso de la puerta
móvil acentúa el carácter de espejo de la tensión entre La Calle y La Casa, a ello
concurren una ambientación medida a la época, con un vestuario y una
iluminación que acompañan en forma precisa.
Se trata de una versión
para celebrar, para ver con ánimo, porque el espectador se encontrará con uno
de los textos más representativos de un clima social y de una época axial –una
época que alumbró actores políticos todavía presentes–, y una puesta que exhibe un trabajo de ensayo, de
construcción de personaje y de interacción importantes.
Palabras del autor sobre la puesta:
"Hace mucho tiempo el joven entusiasta que era yo escribió una obra titulada "El Puente".
La obra fue elegida y representada por el entusiasta grupo de jóvenes que integraba el teatro independiente "La Máscara".
Hoy, 65 años después, con la misma emoción y el mismo entusiasmo, otros jóvenes entusiastas han elegido la obra para ser representada en el Teatro del Pueblo.
A todos ellos mi agradecimiento."
Carlos Gorostiza, 2014.
"Hace mucho tiempo el joven entusiasta que era yo escribió una obra titulada "El Puente".
La obra fue elegida y representada por el entusiasta grupo de jóvenes que integraba el teatro independiente "La Máscara".
Hoy, 65 años después, con la misma emoción y el mismo entusiasmo, otros jóvenes entusiastas han elegido la obra para ser representada en el Teatro del Pueblo.
A todos ellos mi agradecimiento."
Carlos Gorostiza, 2014.
Mirada del director sobre el proyecto:
Nos pusimos frente a este texto complejo y desarrollado desde lo literario.
Sus diálogos reflejan dos mundos paralelos opuestos, respecto de una etapa de pura “revolución” de la propia historia de nuestro país.
Por otra parte, encontramos un particular entusiasmo frente al desafío de la cantidad de actores, pensamos que aquello generalmente visto como un obstáculo, se presentaba ante nosotros como un desafío y una oportunidad de puesta en valor de la búsqueda y el trabajo colectivo, retomando la labor teatral del mismo modo que lo hacían aquellas antiguas agrupaciones, donde lo único importante era el trabajo con total entrega.
Nos pusimos frente a este texto complejo y desarrollado desde lo literario.
Sus diálogos reflejan dos mundos paralelos opuestos, respecto de una etapa de pura “revolución” de la propia historia de nuestro país.
Por otra parte, encontramos un particular entusiasmo frente al desafío de la cantidad de actores, pensamos que aquello generalmente visto como un obstáculo, se presentaba ante nosotros como un desafío y una oportunidad de puesta en valor de la búsqueda y el trabajo colectivo, retomando la labor teatral del mismo modo que lo hacían aquellas antiguas agrupaciones, donde lo único importante era el trabajo con total entrega.
Elenco
Rodolfo / Martín Althaparro
Panadero y Hombre 1 / Marcelo Beltrán Simó
Ronco / Gustavo Brenta
Panadero y Hombre 1 / Marcelo Beltrán Simó
Ronco / Gustavo Brenta
Teso / Matías Broglia
Mingo / Emmanuel Bufali
Ñato / Roberto Cappella
Tere / Cruz Carot
Tilo / Marcos Horrisberger
Angélica / Laura Ledesma
Pato / Matías Leites
Pichín / Nicolás Mascialino
Madre / Alicia Naya
Reemplazo Tere / Verónica Parreño
Elena / Cecilia Rodríguez
Padre / Guillermo María Rosasco
Mingo / Emmanuel Bufali
Ñato / Roberto Cappella
Tere / Cruz Carot
Tilo / Marcos Horrisberger
Angélica / Laura Ledesma
Pato / Matías Leites
Pichín / Nicolás Mascialino
Madre / Alicia Naya
Reemplazo Tere / Verónica Parreño
Elena / Cecilia Rodríguez
Padre / Guillermo María Rosasco
Escenografía:
Néstor Russo
Música original y diseño sonoro:
Santiago Barceló
Diseño de luces:
Laura Melchior
Néstor Russo
Música original y diseño sonoro:
Santiago Barceló
Diseño de luces:
Laura Melchior
Operación
técnica: Nayla Perissé
Producción
general: Cooperativa El Puente
Producción
ejecutiva: Verónica Parreño y Coop. El Puente
Fotografía:
Puerta del Sur Producciones
Diseño
Gráfico: Roberto Capella y María Eugenia Gómez
Asistente de dirección: Verónica Parreño
Dirección: Leopoldo Minotti
Asistente de dirección: Verónica Parreño
Dirección: Leopoldo Minotti
Funciones: lunes, 20:30 hs.
Lugar: Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943)
Entrada general: $100. Estudiantes y jubilados: $70.
Reservas: 4326 3606
Entrada general: $100. Estudiantes y jubilados: $70.
Reservas: 4326 3606
Duración aprox.: 115 minutos.
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