una adaptación de
Diego Villalba
Diego Villalba
Escribe:
Alvarez Castillo
¡Mísera Troya: por una mujer,
por odiosas nupcias murieron innumerables
guerreros!
Coro,
Las Troyanas; Eurípides
Las penurias continúan tras el cese de la guerra;
los vencidos se convierten en seres degradados, más allá del poder que
detentaron en el viejo orden. Mujeres sorteadas a distintos dueños, entre los
jefes aqueos, lidian ante un destino que supera, por absoluto, su voluntad.
Éste es el escenario. Esto es “Las troyanas”, una de las obras que componían la tetralogía presentada
por Eurípides en las Olimpiadas del año 415 a. C., y “Mujeres
de la guerra” es la adaptación que se ciñe a lo
esencial de esa antigua pieza de arte, rescatándola en una recreación
respetuosa de las formas y el sentido del texto.
Diego Villalba lo primero –o lo último, tal vez– que debió pensar
fue el título, para distinguirse de la obra madre. Y halló este nombre que
alude explícitamente al rol de las mujeres, viudas o no, desprotegidas, tras la
derrota de los guerreros troyanos y frigios.
No aparece en esta adaptación el diálogo inicial
entre los dioses griegos. Y algunos la presencia de Helena, solicitando a Menelao
mejor suerte, se expresa en una danza cargada de erotismo. También el coro es
suplido, de alguna manera, por la danza; que tampoco era ajena en el teatro
griego, a igual que la música.
No sólo se habla de la hybris en esta pieza, sino de la lujuria: Afrosine, una degradación sin dudas del sentido que tiene para el
alma griega Afrodita. En palabras de Hécuba esta lujuria es la que incitó en Helena
su fuga junto a Paris, abandonando a Menelao, acto que da origen a la guerra y
destrucción de Troya en manos de los griegos. Aun cuando vale recordar los
versos iniciales de la Ilíada, que
hablan de la Mésis de Aquiles, el
héroe máximo del campamento aqueo:
“La
cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles,
Maldita,
que causó a los aqueos incontables dolores,
precipitó
al Hades muchas valientes vidas
de
héroes y a ellos mismos los hizo presas para los perros
y
para todas las aves –y así se cumplía el plan de Zeus–,
desde
que por primera vez se separaron tras haber reñido
el
Atrida, soberano de hombres, y Aquiles, de la casta de Zeus.”
La obra concluye con el incendio y derrumbe final
de Troya, por orden de los vencedores que buscan devastar todo rastro y memoria
de la antigua, hermosa y orgullosa Troya. Y ese desastre absoluto trastorna por
entero el cosmos griego. Eso es Eurípides, el último de los grandes trágicos.
En “Las
troyanas” se da el inicio de los infortunios que padecerán los griegos, luego
de diez años de lucha, en su regreso a la patria. La causa está en la afrenta
que siente Atenea, al ser arrebata Casandra del templo consagrada a ella,
abrazada a una estatua. El ultraje de Ayax es para Atenea un insulto a su
divinidad; así delibera ante Poseidón sobre el castigo que perpetrará, debido a
este acto, hacia los que antes había favorecido. “La Odisea” es el mayor símbolo literario de la expiación a la que
serán sometidos los vencedores. Y aquí se da inicio a esa serie de males que
seguirán a los vencedores por años.
Las palabras de Poseidón, ante el pedido de
Atenea, diosa epónima de Atenas, da luz sobre esto: “Necio es cualquier mortal que conquista una ciudad y abandona sus
templos y sepulcros, sagrado asilo de los muertos. Inevitable es su ruina.”
Eurípides pone en Hécuba una reflexión sobre Zeus,
una comprensión que va más allá de ese presente; reflexión revolucionaria para la
época. Hécuba declara que Zeus “conduce
todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos”.
La coreografía expresa correctamente la sexualidad
y el frenesí femenino, ante un destino al que ninguna voluntad puede torcer. Y
ahí es donde cobra mayor sentido que la danza tome el lugar de esa otra voz, el
coro; propia de la tragedia griega, que en tiempos de Eurípides asumían las
voces de las troyanas cautivas.
Se destaca la actriz y bailarina Cintia Trobbiani,
en la compleja e inquietante interpretación de Casandra. Sus dotes dramáticos y
su técnica en la danza, son un punto alto de esta puesta. Casandra, la adivina que tenía por signo que sus
pronósticos nunca fueran atendidos –recordemos que Apolo, desairado, luego de
darle el don de la profecía, escupe su boca– pide esa actuación, donde la
energía del personaje linda con la locura, ante los ojos de los otros.
De
boca de Taltibio, Hécuba se entera de que su hija, Casandra, será entrega a Agamenón
–pedida por el regio comandante– para ser su amante en secreto. Sin que se respetara que es virgen de Febo, Sacerdotisa
de Apolo. Tengamos en cuenta que la misma Hécuba
debe servir como esclava a Ulises, a quien llama “hombre abominadle y pérfido”. Esta situación hace que Casandra
planee, luego de sus bodas con Agamenón, asesinarlo, y de ese modo cobrarse
venganza por la muerte de su padre y sus hermanos. La idea de esa misión le
otorga un frenesí que la distingue del resto de las mujeres. Esto está muy bien
expresado en la obra y en la puesta de Villalba.
Casandra,
en una lectura distinta a la que puede hacer Andrómaca o Hécuba sobre los
funestos acontecimientos que las embargan, declara que: “El hombre prudente debe evitar la guerra; pero si
se llega a ese extremo, es glorioso morir sin vacilar por el destino de su patria,
e infame la cobardía. Así, madre, no deplores la ruina de Troya, ni tampoco mis
bodas, que perderán a los que ambas detestamos.”
Y más adelante insiste: “Adiós madre mía, no llores; ¡oh, querida
patria, y vosotros hermanos que guarda la tierra, hijos todos de un mismo
padre!: pronto me veréis llegar vencedora a la mansión de los muertos, después
de devastar el palacio de los autores de nuestra ruina.”
En “Las troyanas” se ventila la suerte de Hécuba, Andrómaca, Polixena
y Casandra, además de Astianacte, el hijo de
Héctor y Andrómaca. Y Eurípides hace decir a Hécuba, ante el cadáver del niño, una consideración de constante actualidad: “Ahora que la ciudad ha sido tomada y
destruidos los frigios, tenéis miedo de un niño pequeño. No alabo el miedo de
quien teme reflexionar.”
Esta obra de Eurípides –en donde el último de los
grandes trágicos intenta interpretar y ponerse en el lugar de los vencidos– es
transgresora de por sí en más de un sentido. Eurípides no duda en ubicar el
discurso en la mujer, heredera en este caso de la derrota del guerrero amado.
Las creaciones de Eurípides son propias de una
época de crisis, tanto en las ideas, como en los valores de la sociedad griega,
sumado esto a las guerras fratricidas y al escepticismo que iba ganando terreno
entre los intelectuales. Se ha observado que su personalidad era al menos
extraña, “Algunas fuentes afirman que
vivía solo en una cueva junto al mar.”
De los tres grandes trágicos a él se lo considera como
el más cercano a nosotros. Clifton
Fadiman declara: “Eurípides sintió,
como nosotros, la incertidumbre de todos los valores morales y religiosos. En
la parte final de su carrera, contemporánea de la suicida guerra del
Peloponeso, vivió asimismo en un período de crisis marcado por el miedo, el
pesimismo y la confusión política.” Y agrega que en “Las troyanas despoja a la guerra de su gloria.”
En “Señoras
de la guerra” comprobamos que la riqueza del genio de Eurípides –según Aristóteles
el “más trágico de los poetas” – continúa
vivo.
Sinopsis
Gacetilla de Prensa:
"Hécuba,
Casandra, Andrómaca y Helena son las heroínas de Señoras de la Guerra, una
adaptación de la tragedia de Eurípides: Las Troyanas. De la mano del
implacable Taltibio y el vengativo rey Menelao, las que una vez fueron
veneradas conocerán, una a una, sus infortunados destinos. Una de las guerras
más épicas de la historia desenmascara el más crudo de sus rostros, mientras
vencedores y vencidos se funden en una misma danza de destrucción y
muerte."
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Ficha
Técnica - Artística:
Elenco:
Taltibio - Ariel Cortina
Casandra - Cintia Trobbiani
Andrómaca - Julieta Bergunker
Helena - Beatriz Zulic
Menelao - Diego Villalba
Coreografía: Aldana Tesone
Co-Dirección: Luciano Torres
Vestuario, Maquillaje y Estética:
Miguel Morán
Diseño de Máscaras: Susana Zilbervarg
Gráfica y Visuales: Sean Mac Allister
Fotografía. Tatiana Margulis
Back Stage: Fernanda Castañares
Puesta en Escena: Luciano Torres –
Diego Villalba
Sala de Ensayo: Espacio Artilugio
Casa de Arte
Prensa y difusión: Laura Castillo
Dirección General: Diego
Villalba
Acreditaciones, entrevistas y más
info:
Lic María Laura Castillo 15.6837.7711 prensa@castillomarques.com.ar |
Los días jueves: 21 hs.
Teatro La Mueca
José Antonio Cabrera 4255
Reservas : 4867-2155
Entrada:
$100.-
Kyyyyaaaaaaa!!! Cintia Trobbiani es mi mamá *.* Es la mejor, y pobrecita, ella daba lo mejor de ella en la obra, y cuando volvia, se sentaba con las piernas adoloridas y llenas de moretones, debido a la brusca coreografía que se le asignó... Sinceramente, una genia total
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