martes, 17 de junio de 2014

Los hermanos queridos, otra mirada sobre la familia

Carlos Gorostiza
en
La Máscara 



Escribe:
Alejandro Miroli


El teatro ha abordado la temática familiar en numerosas ocasiones tanto en la Argentina –v.g. Mi hijo el dotor, Réquiem para un viernes a la noche– como en el ámbito internacional –La Muerte de un Viajante, ¿Quién le teme a Virginia Woolf? –, asumiendo tanto que la familia sea un microcosmos o una emergencia de la sociedad, este tema es recurrente en la historia del teatro (acaso la mayor saga del teatro occidental no es sino una exploración de las calamidades de la familia de los Labdácidas fundada por Lábdaco, abuelo de Edipo de Tebas).


Los hermanos queridos –estrenada en 1978, casi en el mismo período que otra obra que también explora las relaciones familiares (La Nona, de Roberto Cosa, de 1977), y protagonizada por Carlos Carella y Ulises Dumont, en cierta medida llega tarde a esa exploración.  Dos hermanos –Pipo y Juandistanciados por un equívoco de honor: Pipo. Y en otro equívoco, cada una de las familias espera a la otra, y en el tiempo que va pasando, se develan las antiguas fracturas entre ambos hermanos –que vienen desde la infancia, desde las obligaciones supuestas, desde los afectos asimétricos: el tema del “hijo preferido”.

La obra usa un artificio teatral notable: un mismo ámbito –un departamento de contra frente en un edificio de altos, con un patio en el que se halla un sillón hamaca, heredado de los padres, un comedor y un pequeño living con una mesa tablero de ajedrez  que se repite en forma especular: representa tanto la casa de Pipo como la de Juan.


El efecto dramático de dicho artificio en la que las escenas se suceden de cada casa a la otra– proyecta una suerte de realidad virtual, que es utilizada por el director al límite, en la que cada uno de los hermanos le habla al otro o lo reprocha allí –directamente frente a él, sin que él esté presente–. Esto le da a cada diálogo un tono peculiar, y le permite al espectador hurgar como testigo omnisciente, puede ver y escuchar ambas familias al unísono.

Todos los personajes son patéticos –del griego pathetikos, formado de pathos = emoción o sentimiento, que exponen melancolía e iko = relacionado con en el sentido que exponen sus pasados, como queja, como frustración, como resentimiento.  Desde la infancia –donde ambos hermanos involucran a los padres en tempranas frustraciones y reclamos hasta una relación laboral truncada por una aparente traición –la sustracción de un diseño de válvula, que habría hecho Pipo en perjuicio de la fábrica de Juan, los sentimientos se muestras anclados en ese pasado, incapaces de ser superados; hasta las propias posiciones corporales de ambos hermanos parecen guiadas por esas emociones.


Algunas recepciones de la obra introdujeron las palabras reencuentro, redención y perdón, pero no hay nada más lejano. Juan le presta el dinero que le pide su hija sin convicción, sin entender lo que está en juego para su hija, sin comprender siquiera la elección sentimental de Alicia; el mismo Juan sienta su amargura sobre la aparente traición de Pipo, pero resulta que el diseño de la válvula era del propio Pipo, y que al llevársela le habría hecho un favor, pues en el relato surge que Pipo no tuvo ningún éxito económico, ni el competidor que la recibió. Pipo se alcoholiza para poder poner en palabras el adulterio de su mujer y su viejo amigo, pero el final encuentra a cada familia incapaz de levantar el teléfono y deshacer el equívoco sobre el lugar de la cena, o incapaces de corregir la sombra del pasado familiar sobre sus juicios actuales. Los personajes actúan por espasmos, sin convicciones, por inercia y sin capacidad de ser auténticos –sino en poquísimos cuadros. 


La escenografía e iluminación resuelven con agilidad el artificio que presenta el autor; y las actuaciones son correctas, apoyándose sobre los caracteres patéticos, sin mucha hondura. Sí vale la pena señalar, podríamos señalar a Marianela Ávalos como Alicia, no porque haga una diferencia con el resto del elenco, sino porque su personaje parece el más auténtico, desde el mismo texto de Gorostiza.
Tal vez el lejano eco del formidable elenco original, le hayan trasmitido a la obra un sabor que el texto no muestra, donde el artificio de una realidad en paralelo, no alcanza a llenar la linealidad y patetismo de los personajes, incapaces de alcanzar ninguna profundidad, ni de conformar ningún paradigma.



Ficha técnico-artística:


Elenco:

Norberto Gonzalo: Juan
Nora Kaleka: Zule
Marianela Ávalos: Alicia
Alejandro Fain: Pipo
Silvana Sabetta: Betty
Gabriel De Coster: Agustín

Duración: 75 minutos


TEATRO LA MÁSCARA 
Piedras 736
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4307-0566
Web: http://www.lamascara-teatro.blogspot.com
Entrada: $ 100,00 - Sábado - 20:30 hs 
Hasta el 29/11/2014 

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