Escribe:
Alvarez Castillo
La puesta
que vimos hace pocos meses en Patio de
Actores de esta obra de Tato Pavlovsky (1933-2015) delata lo difícil que es
mantener la actualidad en el arte y, más aún, en teatro. El Cardenal es una pieza de 1991, cercana en el tiempo, podríamos
sospecharla contemporánea, pero se huele en ella un exceso de mensaje, una necesidad
no encubierta por trasmitir, y eso conspira contra la parodia y la mezcla de lenguajes
provenientes de diversos ámbitos y saberes.
Lo que
comentamos aquí –sin más desarrollo– no es responsabilidad de la dirección,
vestuario ni actores, sino del texto mismo elegido para la cita. Otros preferirán
a la hora de escribir sobre la obra citar fuentes que pueden ir de Shakespeare
a Beckett, con Bacon de por medio. Ninguna ilustre familiaridad modifica el aburrimiento
cuando no hastío. Ideas, sentencias, ideología que se reitera y juega a no ser
lo que, en el fondo, es.
Lo que a
nuestra consideración sigue siendo interesante es la concepción de la pareja de
seres que circulan alrededor de ese Cardenal interpretado en esta ocasión por
Daniel Wendler. Y la actuación de Valentino Alonso: excelente, y bien secundada
por Francisco Gómez Nicolau.
Sinopsis de
Prensa:
Agazapados en las sombras,
imperceptibles, despiadados. El Cardenal y sus siervos evocan las fuerzas de la
razón. Preparan la dieta final que extirpe todo arte, metáfora, expresión de la
humanidad. Esperan. El deseo nunca satisfecho de poder y admiración desencadena
un juego sin sentido que los atraviesa como su irremediable soledad.
"Todos los días renovar el
entusiasmo, lograr un pequeño accidente que pueda crear la sensación de
novedad, una levedad. De eso se trata, de gestos, simplemente de gestos, no hay
trampa."
Ficha técnico-artística:
Duración: 70 minutos
Clasificaciones: Teatro, Adultos
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